Si amas la caza, sal de la federación ‘II’

Si amas la caza, sal de la federación ‘II’

Supongo que, en numerosas ocasiones, estimados lectores, habrán tenido que optar, a la hora de tomar decisiones, por esas ‘segundas alternativas’ que suplen el cumplimiento de nuestro principal objetivo, a veces inviable.


Un pantalón del que no quedan tallas, un plato de comida agotado en el restaurante u otras ocasiones en las que la situación nos obliga a cambiar de opinión. Decisiones, en general, de poca importancia, pero que nos trastornan los planes. El problema surge cuando hablamos de la obligación de decidir en aspectos de mayor relevancia, en los que entran en juego nuestros ideales o sentimientos, nuestra forma de ser, nuestros valores o, en general, aspectos ya vinculados a nuestra personalidad, nuestra manera de pensar, nuestro carácter y nuestros criterios. Entonces, cambiar ya es harina de otro costal.

Y el tema viene al caso al enterarme de que, además de las dos alternativas de cansinos teatreros comentadas en mi anterior aportación, existió un amago de otra, por lo menos catalogable de “curiosa”, por no calificarla directamente, y parecer poco objetivo, de interesante. Objetividad que, para propio convencimiento, quise ratificar al enterarme de ese candidato y, por curiosidad, pregunté a una docena —que la hay— de esas personas que, siendo amigos, verdaderas lumbreras intelectuales, gozan de prestigio, seriedad y, precisamente, objetividad e imagen formal a la hora de dar una opinión en materia cinegética. La respuesta de todos fue unánime: ese candidato hubiera sido el ideal.

Entonces, ¿qué pasó? Pues bien, parece que, hasta el último momento, ese candidato con talante, carácter negociador, conciliador, con preparación y conocimientos, con la capacidad, educación, y esa forma de ser que hace que se lleve bien con todo el mundo, además de un perfil de humildad que no le obliga ni a buscar un sueldo ni a desear salir en fotos a esta altura de su vida, no se presenta. Ese candidato que, como me recordaba un amigo el otro día, podría gritar, como ya hizo el Conde de Romanones: “Votadme a mí que ya soy rico”, en clara alusión a su falta de egoísmo o necesidad económica o personal del cargo, no aparece entre los que definitivamente se presentan. ¿Qué sucedió? Ni idea. Pregúntenle a él los interesados, o échenle imaginación: elucubren, elucubren.

Y, retomando el contenido de mi primer párrafo, el tema es el siguiente. Si unas personas inicialmente están de acuerdo con un candidato, pensando que su planteamiento es el correcto y mejor al de otros a quienes, por tanto, no apoyan y retiran su confianza, si este no se presenta, ¿se les cambia de repente el chip y, volviendo a su sectarismo patológico, lo que antes les parecía mal les pasa a parecer bien y le otorgan su confianza? Voluble y genuflexo carácter, ¿no? ¿Volubles y preocupantes principios los de quien así actúa, no? Entiendo que cada uno tiene su forma de opinar, pero yo creo que, cuando no se está de acuerdo con algo, sencillamente no hay que apoyarlo. En esas situaciones hay dos alternativas: o uno se va de donde no está de acuerdo, o se queda a luchar contra los vendeburras por lo que piensa que debe defender, pero sin, evidentemente, dar el apoyo a quien no hará las cosas como, según su criterio, se deben hacer.

¿Y todo esto cómo lo traducimos en las próximas elecciones a la presidencia de la RFEC?, pues sencillo desde mi punto de vista y opinión.

Punto uno. Todos aquellos que estaban dispuestos a dar el apoyo a unos planteamientos y una candidatura que pensaban era la correcta, no compartiendo las otras candidaturas, pues no sería lo normal que, manteniendo la coherencia de su criterio, votasen en blanco y no apoyasen aquello en lo que no creían. No deberían dar su apoyo a aquellos que se sirven de la mentira y la demagogia para únicamente asegurarse su futuro. ¿No deberían todos mantener sus criterios, ética, seriedad y, sobre todo, su dignidad, que es de lo poco que como personas tenemos como nuestro, sin que nos lo puedan quitar? Salvo aquellas personas, claro, que en lugar de estos valores prefieran otros en forma de cuentas bancarias, puestos y cargos varios, o vida resuelta sin ganárselo. Mensaje para el propio excandidato y sus apoyos, si eran reales y sinceros, of course.

Punto dos. Si tan convencidos están los otros candidatos de la necesidad de transparencia y tanta importancia le dan, ¿no sería bueno para estos lloricas demagogos que, para poner todas las cartas sobre la mesa, solicitasen ante la votación que esta no fuese, como establecen los estatutos, con voto secreto, sino que cada uno de esos transparentes asambleístas tuviera la dignidad y seriedad de mostrar su opinión dando la cara y exponiéndola libremente? ¿O prefieren seguir como tontos extasiados escondiéndose tras un voto secreto?

Punto tres. Señores asambleístas, si ustedes piensan que las candidaturas no ofrecen lo realmente necesario para la caza y el cazador, no opten por la postura fácil de “seleccionar lo menos malo”. Muestren su disconformidad con la situación y dejen claro que estamos aburridos de chiquilicuatres, que este no es el camino, que los candidatos no son los correctos, con un simple voto en blanco. Es la forma de poner sobre la mesa que unas opciones no son las correctas y que la mayoría puede pensar que son necesarias otras.

Punto cuatro. Respeto que puedan pensar que esto no es acertado y que esas candidaturas son muy válidas, pero en ese caso, por lo menos, mójense diciendo qué votan para que, cuando esto les pase factura, asuman su responsabilidad frente a los cazadores y todo el mundo de la caza. No sean cobardes, muestren que no son parte de esa sociedad abonada a la inacción y al cambio, que no pelea por lo que quiere porque no quiere nada con la fuerza suficiente.

 


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