Si amas la caza, sal de la federación ‘II’
Supongo que, en numerosas ocasiones, estimados lectores, habrán tenido que optar, a la hora de tomar decisiones, por esas ‘segundas alternativas’ que suplen el cumplimiento de nuestro principal objetivo, a veces inviable.
Un pantalón del que no quedan tallas, un plato de comida agotado en el restaurante u otras ocasiones en las que la situación nos obliga a cambiar de opinión. Decisiones, en general, de poca importancia, pero que nos trastornan los planes. El problema surge cuando hablamos de la obligación de decidir en aspectos de mayor relevancia, en los que entran en juego nuestros ideales o sentimientos, nuestra forma de ser, nuestros valores o, en general, aspectos ya vinculados a nuestra personalidad, nuestra manera de pensar, nuestro carácter y nuestros criterios. Entonces, cambiar ya es harina de otro costal.
Y el tema viene al caso al enterarme de que, además de las dos alternativas de cansinos teatreros comentadas en mi anterior aportación, existió un amago de otra, por lo menos catalogable de “curiosa”, por no calificarla directamente, y parecer poco objetivo, de interesante. Objetividad que, para propio convencimiento, quise ratificar al enterarme de ese candidato y, por curiosidad, pregunté a una docena —que la hay— de esas personas que, siendo amigos, verdaderas lumbreras intelectuales, gozan de prestigio, seriedad y, precisamente, objetividad e imagen formal a la hora de dar una opinión en materia cinegética. La respuesta de todos fue un