«Esto también es caza»: no todo son aciertos
Un especialista en la caza de conejos en olivares nos envía las imágenes de una aciaga jornada de caza. La disposición de los olivos o la cercanía de los perros cuando los conejos se encuentran a una distancia óptima de disparo le impiden premiar las muestras de sus canes con el abate de la pieza.
Según detalla Miguel Delibes en su obra Diario de un Cazador, "hay cazadores que miden el éxito de sus cacerías por el peso del morral". Nada más lejos de la realidad. En la caza, el éxito de una jornada se mide por los momentos que permanecerán por siempre en la memoria del cazador y no por el trofeo del animal cazado o el número de piezas abatidas.
Con este tipo de publicaciones, experimentados cazadores como Juan López, Juan Carlos Basanta, especialista en la caza de becadas con setter inglés, o Alfonso Prieto, gestor cinegético y aficionado a la caza al rececho con arco, pretenden mostrar al sector cinegético que todos erramos piezas, aunque muchos cazadores no quieran reconocerlo.
La caza del conejo con perros de muestra en tierra de olivos
Juan López, es un cazador jiennense afincado actualmente en la población sevillana de Dos Hermanas. Caza habitualmente en un coto de Bailén, municipio de la provincia de Jaén, el conejo al salto con perros de muestra. Sus inseparables compañeros de caza son Baco de los Majadales y Greco del Cancho de los Brezos. Los canes se han especializado, como podemos comprobar en las imágenes grabadas por la cámara GoPro del cazador, en la caza del conejo en los troncos de los olivos. Los lagorformos buscan refugio en los huecos de los árboles o en las ramas ante la ausencia de vegetación.
Un año excepcional de cría para la tórtola común
Según el cazador, "está temporada ha sido un éxito reproductivo para especies como la tórtola y el conejo. El adelanto de las lluvias ha modificado la fecha de la fumigación del olivar. Este hecho ha favorecido a la cría de las aves. Gran parte de las colleras de tórtolas han sacado adelante más de una pollada. No exagero si digo que, cada veinte olivas había un nido y a finales de julio casi todos con pichones y volantones. Al menos en esta zona de Jaén".