Un corzo encelado persigue sin descanso a una hembra hasta que las fuerzas le fallan
Visión térmica

Un corzo encelado persigue sin descanso a una hembra hasta que las fuerzas le fallan

Son las siete menos cinco de la mañana en un bosque de la provincia de Girona. Allí el celo del corzo se encuentra en su máximo esplendor, como así ha comprobado un joven cazador local con un dispositivo de visión térmica.


La época en la que los corzos entran en celo varía si se encuentran en una zona u otra de nuestro extenso territorio nacional y la altitud con respecto al mar. En zonas montañosas y en el norte peninsular, agosto se convierte en el mes clave, mientras que en zonas más bajas y calurosas como Extremadura o La Mancha, en el octavo mes del año apenas se observan los juegos nupciales del pequeño cérvido.

Además de cuestiones geográficas y climáticas, expertos en la especie apuntan a que el mes en el que nos encontramos es el protagonizado por los ejemplares nacidos en el mes anterior. Esos jóvenes machos cuentan con escasas probabilidades de encontrar una hembra ‘libre’, pero aprovechan sus oportunidades allí donde no hay poblaciones asentadas, en áreas limítrofes o nuevas zonas colonizadas por precisamente individuos expulsados por congéneres dominantes.

El agotamiento del corzo en celo

En las imágenes que compartimos hoy, captadas por el dispositivo de visión térmica de responsable de la cuenta de Instagram, Hunters del gorg negre, vemos cómo un macho intenta convencer a la hembra, que no se detiene, poniéndole las cosas difíciles. Quizás demasiado, ante un animal que probablemente lleva varios días apenas con descanso en un intento ininterrumpido de transmitir su material genético a las corzas de la zona. Porque cada macho, a pesar de que suele formar pareja con una hembra adulta, durante el celo y tras conseguir cubrirla buscará otras y se esforzará para que le acepten como reproductor.

 


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