Cuando el cazador va contra la naturaleza
El título de este artículo no es cierto. Todo el mundo que haya leído e investigado, incluso la persona más anticaza, habrá podido comprobar que la caza ayuda a conservar la naturaleza, que la caza es una de las mejores herramientas de conservación. Sin embargo, hay una excepción en esta realidad, incluso es contradictoria, y es que hay veces que el cazador más apasionado puede ser nocivo para la naturaleza.
Me explico. Para mí un cazador, un verdadero cazador es aquel que lleva en sus genes la pasión por la caza, y que sale a cazar sean cuales sean las adversidades atmosféricas o la pieza a cazar sea muy, muy escasa en el coto. Y es aquí donde el cazador más apasionado puede estar haciendo daño a la naturaleza.
Imaginemos que este cazador siente una predilección por las liebres, a las que caza con sus dos perros de rastro. La liebre, por diversas razones, ahora es muy escasa en el coto y en toda la comarca, sobre todo por culpa de una nueva enfermedad. Es tan escasa que no merece la pena buscarla, pero a este cazador tan apasionado no le importa, aunque sabe que posiblemente no dará con ninguna en toda la mañana. Otro cazador menos apasionado no habría salido, pero este sí. Afortunadamente, aunque este coto no tiene liebres, en otros cotos de la comarca queda alguna que puede permitir en el futuro la paulatina recuperación de la especie.
También es verdad que un cazador tan apasionado, aunque no pueda contenerse, precisamente por el interés que tiene por la liebre, llevará a cabo otras iniciativas para recuperarla como hacer más siembras, limpiar alguna fuente para que pueda beber la caza menor y controlar más a los depredadores.
Por tanto aunque algunos cazadores tengan tanta afición que salgan a cazar una especie que no debería cazarse por su escasez. Esos mismos cazadores, precisamente por esa gran pasión por cazar una determinada especie, luego suelen ser los primeros en adoptar medidas —principalmente mejoras de hábitats— para favorecer la caza.