El mejor perro de pesca es este diminuto valiente
Un pequeño yorkshire terrier demuestra una pasión inusitada por la pesca. Se lanza al agua cuando la captura de su propietario es acercada a la plataforma donde la espera.
No olvidemos el apellido que lleva tras su nombre el yorkie. Los terrier son perros de trabajo especializados en la caza en madriguera, capaces de entrar en galerías subterráneas, rastrear a sus presas y atraparlas con sus poderosas mandíbulas. Les caracteriza un arrojo que les lleva a enfrentarse a animales temibles como zorros o tejones, además de ser utilizados para el control de plagas de roedores o para la caza de conejos.
Un origen como cazador de roedores
Si rebuscamos entre los orígenes del yorkshire terrier, encontramos que en la Edad Media a las clases bajas no se les permitía tener perros de caza. No había restricciones para los canes de pequeño tamaño que eran usados para atrapar ratas y otras alimañas. Esto supuso el desarrollo de canes de escasa alzada que siglos después evolucionarían como el Manchester terrier o el propio yorkshire terrier. Pero no fue hasta 1898 cuando se funda el Yorkshire Terrier Club Inglés, que fija un estándar que se mantiene prácticamente inalterado hasta nuestros días., con perros de hasta 3,2 kilos dotado de un movimiento libre con mucho empuje y un comportamiento siempre alerta, demostrando una alta capacidad de aprendizaje y un carácter equilibrado.
Una pequeña yorkshire terrier con solo tres patas, maestra en la caza de jabalíes y conejos
Otro hito histórico en la raza se produjo en agosto de 2012, cuando el American Kennel Club admitió esta raza entre los perros de trabajo que participan en sus pruebas de trabajo en madriguera. Algo para lo que la raza ha demostrado cualidades sobradas desde sus orígenes y que la lleva a competir en las pruebas oficiales americanas ante teckels y todo tipo de terriers en la búsqueda y captura de roedores bajo tierra.
Un perro con instinto de captura de peces
Pero lo que no ha sido potenciado en la selección de esta raza a lo largo de muchas décadas es el instinto de atrapar presas como los peces que demuestra tener muy desarrollado este ejemplar. Resulta sorprendente cómo, cuando comprueba que el pescado está a su alcance, se lanza de un ágil y potente salto al agua con la intención de embocarlo. Y lo consigue en el primer intento, dando pruebas de que se trata de algo que ha practicado en infinidad de ocasiones. Su propietario solo tiene que bajar a la parte baja de la plataforma para ayudarle a volver a tierra con el pez entre sus dientes.