Caza un gran corzo que eligió por cojear de una pata
No te pierdas la crónica de un rececho en el que el trofeo de este precioso corzo no es lo más importante. Se trataba de un animal mermado.
La caza del corzo en rececho suele aportar resultados en la misma medida en que se prepara y trabaja antes de salir a cazar. La gestión de las poblaciones, los largos paseos e interminables esperas escudriñando cualquier leve movimiento en el monte para descubrir y controlar cada ejemplar que habita en la zona son labores que muchísimos cazadores se toman tremendamente en serio. Sobre todo, cuando las normas del acotado al que perteneces limita los días de rececho para cada cazador para darles turnos equitativos a todos los recechistas. Es el caso que comparte con nosotros hoy Carmen Pérez, cazadora barcelonesa que contaba con la última quincena de junio para intentar dar caza a un corzo macho que cumpliera sus expectativas.
Un corzo cojo
Por ello, han sido muchas las horas en las que ha pisado el monte para ir descubriendo hembras y machos jóvenes que descartaba por no alcanzar los mínimos que exige en un ejemplar de esta especie. Hasta que descubrió el corzo que protagoniza esta crónica corcera. Pero en un primer momento, lo que le llamó la atención fue su extraña manera de caminar, “como de puntillas y con la rodilla muy inflamada”. Al llegar a casa, se lo comentó a su padre, segura de que le iba a seguir la pista y pensando que iba a realizar una labor de gestión más que en la búsqueda de un trofeo.
Tras hablar un rato con Carmen, nos queda claro que lo que busca en sus recechos no es el trofeo de los animales que abate. “Me quedo con las historias, con los recuerdos”. Una coleccionista de vivencias que compartir con sus seres queridos. Y nos cuenta que fue esa cojera la que la llevó a volver a aquella parte del monte para efectuar un seguimiento del animal. La segunda vez que pudo verlo comprobó que se trataba de un ejemplar de avanzada edad y que seguía cojo “No sé si por una lesión o por una malformación”, nos cuenta. Así comenzó la aventura de intentar darle caza.
Carmen con el trofeo del precioso corzo. A la derecha, vista frontal del trofeo del corzo.
Un rececho complicado resuelto con un disparo muy certero
Pero no fue sencillo en absoluto. “Un día me delataba el viento, otro no daba la cara…” Así pasaban las jornadas y cada vez quedaban menos días para intentar afrontar el lance para darle caza. Esto llevó a la cazadora a analizar más detalladamente que nunca las posibles entradas que realizaría para acercarse al animal. Hasta que ayer por la mañana ha podido poner en práctica uno de esos acercamientos planificados. “Lo he visto a entre 400 y 500 metros. Me he ido acercando hasta que me he quedado sobre unos 200 metros. Ha sido un buen lance porque el disparo lo ha dejado en el sitio donde ha recibido el impacto de la bala. Cuando he llegado a él y he visto de cerca la cabeza me he alegrado, pero lo que me queda es la historia de este corzo cojo que me lo ha puesto tan complicado”.
El equipo que acompaña a la cazadora es un rifle le regaló el año pasado su tío, un Santa Bárbara en calibre .270 Win., cargado con una bala Winchester de 150 grains. Y el trofeo del corzo, según nos cuenta Carmen, medirá entre 23 y 25 centímetros cada cuerna, con un peso de unos 550 gramos, buen grosor y un prominente perlado que adorna buena parte de la superficie de las cuernas.