Gabriel Bouza: cien años cazando en Galicia
La edad marca un hito histórico a partir de cumplir el centenar de años, como es el caso de nuestro entrevistado hoy: el gallego Gabriel Bouza, quien todavía sale con la escopeta y el perro a cazar unos conejos o coge el rifle para colocarse en la batida de su zona esperando algún guarro. Pertenece a una sociedad de 50 cazadores donde la edad media se sitúa en los 70 años de edad.
Empezamos con la pregunta del millón, Gabriel, ¿cómo te encuentras físicamente a día de hoy, tomas medicamentos?
Bastante bien, sí, me encuentro bastante bien. Tan solo tomo un medicamento para la circulación.
Gabriel, ¿te acuerdas con qué edad te iniciaste en la caza?
Pues… empecé a cazar con los cincuenta años.
Habla mezclando el gallego con el castellano y en ocasiones es difícil seguirle… Gabriel, ¿empezaste a los cincuenta años o en el año cincuenta?
Me casé en 1948, empecé a cazar por el año cincuenta. En España hubo muchos años sin poder cazar, claro.
Gabriel Bouza.
Eran terrenos libres, no como ahora, todo acotado o vedado.
Sí… sí… era libre y se cazaba todos los días. Sí… sí… todos los días.
Se cazaba sin cupos de piezas, sin limitaciones…
Bueno, sí… pero había que tener el permiso de armas y la licencia nacional de caza. No había que pagar seguros ni nada de eso. Entonces cazar era barato.
Te casas y ¿cómo surge la afición por la caza?
Desde chaval iba con unos tíos míos y algún vecino del pueblo, ya sabes. Así fui aprendiendo y luego yo fui enseñando a otros jóvenes. Luego empecé a cazar cuando pude ya después de la Guerra Civil.
Gabriel ¿empezaste con la caza menor o con la mayor?
Empecé con las liebres, las perdices, becada en su tiempo, al raposo. En esos tiempos se veía algún jabalí, pero muy pocos, y ver un corzo se hacía raro.
El autor de la entrevista, Cesáreo Martín, junto a Gabriel Bouza.
¿Qué cazabas en tus primeros pasos?
Me gustaba todo, pero la liebre y la perdiz para comer, muy buenas. “La perdiz con la mano en la nariz”, como se decía, se cocinaba cuando empezaba a oler. De las aves, prefiero la perdiz en invierno y la codorniz en verano.
Has tenido perros de caza, pero, ¿cuál fue tu primer perro de muestra?
Tuve un pointer y un grifón sabueso, pero cazaba mejor con uno que llamábamos “chintu”, era un perro de palleiro. Cazaba muy bien, para la liebre era auténtico. Ese fue mi primer perro de caza.
El primer perro bien, ahora, ¿te acuerdas de la marca de la primera escopeta?
Je… Je… una Zabala paralela, ahora hay seis escopetas antiguas en casa, como yo, Sarasqueta Jabalí y varias marcas. Con la Zabala cacé muchas perdices. En aquel tiempo había liebres, perdices, becadas, estorninos, conejos, de todo, paloma torcaz… Entonces cazaba la escopeta, pero también el cazador tenía que demostrar su puntería con la ayuda del perro. El perro me guiaba, sacaba una perdiz y no la podía fallar, los cartuchos costaban muchas perras.
Gabriel, la munición, supongo que serían cartuchos de cartón recargados, con la tapa de papel de periódico. Hoy son de plástico, muy equilibrados…
Comprábamos la pólvora suelta, los pistones, los pedigones eran del 5, del 6 y más según para lo que fueras a cazar. Para la codorniz, muy pequeñitos, la mostacilla. Para recargar, recogíamos las vainas del campo, con unos chismes que teníamos de hierro, colocábamos allí el cartucho, le metíamos el pistón, luego la medida de la pólvora, encima el tapón relleno con la carga y lo tapábamos con un trozo de cartón redondeado. Recargábamos las vainas varias veces, hasta que se estropeaban.
Preguntamos a Dinito, su amigo, acompañante y quien nos presentó a Gabriel, ¿cómo es un día de caza con Gabriel?
Es muy entretenido porque Gabriel siempre va contando anécdotas del pasado y te hace revivir los tiempos anteriores. Ahora en las monterías (caza menor ya no hay), le ponemos en el sopié de la mancha para evitarle subidas. Hay que decir que tira bien al jabalí, que es lo que cazamos ahora, les corta la carrera y los tumba con mucha seguridad. Por la mañana buscamos con los perros y, si le vemos que se mete en una zona, nos vamos, montamos los puestos por la tarde y a cazarle. Gabriel es seguro.
Una imagen de los tiempos mozos del veterano cazador.
Gabriel, en tus inicios se cazaba para comer, los terrenos eran libres, apenas había cotos privados de caza. Hoy es una tradición. Pregunto: ¿cuál fue la primera pieza que te echaste al morral?
Una liebre, después, el raposo. Un día tumbé tres zorros a la mañana. Entre los ocho cazadores que estábamos, yo era el encargado de meter los perros, me salían y ‘pum’, al suelo. Que no cuento mentiras, eh… que fue así. La piel de los zorros las guardábamos para venderlas al pelletero que pasaba por los pueblos buscándolas. Nos hacía falta el dinero para comprar comida y cosas. Tengo un primo, “Lolo”, con su mujer modista, entre los dos hicieron una manta con pieles de raposo.
Gabriel, ahora a cazar vamos en coche, ¿cómo ibas tu a cazar?
Íbamos andando hasta Fuente o Capela. Andábamos muchas horas, todo lo que duraba el día. Del amanecer al anochecer íbamos a los pueblos cercanos a comer algo rápido y a seguir por la tarde. A veces nos invitaban a comer a cambio de piezas de caza.
Un apunte, ibas a cazar en cuadrilla, supongo, ¿cuántas piezas podíais cazar en una jornada?
Yo tengo colgadas nueve perdices en un dia, sí… sí… Un día fue conmigo un escolta de Franco. De la Peña se llamaba. Después, un cura, D. Andrés, de Verin, muy buena persona y el jefe del acuartelamiento de la Marina. Quedamos en Mañón, como le llaman aquí en La Coruña cerca del río Sor. Dormimos en una litera para madrugar todos juntos. Era una fonda, el cura sacó del coche una empanada y una caja de Farias para todos. Esos tiempos eran una maravilla con la caza, yo iba de piloto.
Esa gente no acertaba ni a la torre de la iglesia. Un día estábamos buscando una liebre, venga y venga vueltas con una perra sabuesa de mi cuñado. Me dicen ¡aquí no está la liebre! Yo dije, ¡la liebre esta por aquí! No me voy sin ella. Ellos se fueron y yo me quedé rebuscando entre los tojos, con lo que pinchan. Pues saltó la libre, que por poco se me larga, pero cayó. Regresé solo hasta Mañón y comimos y cenamos en la fonda todos juntos.
La caza se repartía. Salvo que alguien tuviera compromiso para hacer un regalo.
Bouza junto a un jabalí abatido en su Galicia natal.
¿Qué tal con la Guardia Civil, os controlaba mucho?
Un día llega la pareja en un coche, se pararon. Estábamos Marcos, otro cazador, y yo y nos preguntan: ¿quién ha disparado? Pues mire, aquí no disparó nadie, hoy no se ha tirado un solo tiro. Todo porque había una granja a mil metros. Les pregunté ¿quién ha dado parte? Me cogieron la escopeta, la olieron, y nos dijeron ¡pueden irse! La única vez que tropezamos con la Guardia Civil. Hay que disparar de espalda a las casas, lo sabemos y lo respetamos.
Gabriel, ¿se cazaba mejor antes con el ICONA o ahora con las Comunidades Autónomas?
Antes cazabas bien, nadie te molestaba. Ahora hay otra forma de cazar, todo está prohibido, pero puede ser mejor, claro que sí. Ahora hay mucho jabalí, corzos, algún ciervo. Antes se cazaba con escopeta la caza mayor, ahora con rifle. A mí no me gusta el rifle, la bala del rifle, ¿adónde va? Un día me silbó una bala cerca de algún cazador cercano que me asusto mucho, es muy peligroso.
Para terminar, ¿algún consejo para los cazadores de hoy día?
Que tengan cuidado cuando salgan al monte para cazar, precaución con las armas, con la gente por el campo, con todo. Y que cuiden el monte.