Un cazador hoy muy activo, nacido en 1932
Ángel Martín Cabiedes es un cazador veterano que acaba de cumplir 92 años y se mantiene activo. Nació en el año 1932, casi un siglo de vida. Le siguen en la caza sus hijos con tanta o más fuerza que nuestro protagonista.
Ángel, ¿qué tal te encuentras de salud física y mental?
Muy bien, afortunadamente hago muchos crucigramas y sopas de letras para tener la mente activa. Alguna vez intervengo como asesor en empresas de transporte que yo creé hace años y físicamente hago unos 15 km. diarios en bicicleta estática. Voy de caza todo lo que puedo y juego al golf.
Viviste la Guerra Civil ¿cómo te fue en esos años con tu familia, el trabajo y la caza?
Si… si… cuando la Guerra Civil yo tenía seis años, yo vivo donde nací, todas las casas de la zona las hizo mi abuelo. Enfrente de mi casa están “Las Salesas”, donde estuvieron las brigadas internacionales de los Spartacus. Un infierno a retazos que sobrellevé siendo pequeño. Mi madre era muy religiosa, guardaba imágenes, casullas…
Uno de los jabalíes turcos abatidos por el experimentado cazador.
Ángel, ¿pudiste ir a la escuela en esa época?
No, no fui a la escuela hasta el año 39, cuando terminó la guerra y pude ir al colegio Maravillas, llegando con el tiempo a convertirme en ingeniero agrónomo.
Cómo cambian los tiempos, cuando eras un chaval no existían todos estos inventos del teléfono móvil, los ordenadores, incluso no tenías ni la televisión ¿cómo fue tu juventud?
Efectivamente, lo único que teníamos era la radio de galena. Teléfono no había en casi ningún pueblo de España. En la finca de mis abuelos, donde pasábamos largas temporadas, era una odisea. No había luz, el acceso era por un camino de tierra, mi padre tenía un coche en la época. Me tocó sufrir esos avatares sumados a los años del hambre, como en el 45. Afortunadamente, se pasó y llegaron años mejores para ir prosperando.
¿En qué año te casaste y cuántos hijos habéis tenido?
Me case en 1962 y tuvimos cuatro hijos, a los que se han sumado siete nietos, uno de ellos monja, y dos biznietos.
Foto antigua de un buen día de caza mayor.
Tu mujer, recién casada, ¿cómo veía que fueses cazador, que llevases piezas de caza menor para limpiar y comer en casa y trofeos de caza para colgar en las paredes?
Al principio mi mujer, muy mal, porque ella es de asfalto y yo soy más del campo que las amapolas, como se suele decir. Me gusta el monte. He cazado mucho en el Pirineo el rebeco, la cabra hispánica en zonas de alta montaña. He cazado en Turquía enormes jabalíes, en Namibia de safari. De España tengo cazadas todas las especies permitidas, algunas con excelentes trofeos. Mi mujer me ha dado cuartelillo.
Damos un respiro y seguimos, Ángel, de tus hijos ¿te sigue alguno en la caza?
Sí, el mayor ya me sobrepasa porque es más cazador que yo. El tercero también, aunque sin tanta pasión. Del pequeño recuerdo que, estando un día cazando jabalíes, él con seis años, estaba sentado en una silla a mi lado en el puesto observando todo. Escuché que se nos viene encima una piara de cochinos. Le dije estate quieto, que voy a ver si los veo. Veo cinco jabalíes acercándose rompiendo monte, me quedé con tres. Uno de los fugados enfiló hacia mi hijo de tal manera que iba con la jeta baja y sin apenas colmillos arroyó al niño, la silla salió volando. Un espectáculo. Al niño le tuve que poner una bufanda para sujetarle la mandíbula. No dejaban de castañearle los dientes. Tubo su parte buena. Me dice “papá ¿no volverás a matar otro así, no…?”. Las circunstancias, justo a los cinco minutos aparece otro jabalí, le tiro y vino a morir a nuestros pies. Esa anécdota nunca podré olvidarla y tengo muchas más con los dos hijos
El hijo mayor, Ángel, también nos cuenta una anécdota:
Fui a Turquía con mi padre, hicimos una ronda nocturna al jabalí. No falló ni un cochino, los tumbó todos, pero todos. El primero recuerdo que era inmenso de tamaño (por encima de los 150 kilos). Tras abatirlo, me acerqué con los dos guardas turcos. Cuando nos acercábamos los guardas me gritaron, miré hacia atrás y vi a mi padre que venía con la linterna frontal encendida, en una mano la cachaba en la otra el rifle, quería ver el cochino. Le digo, pero papá, como se arranque el cochino ¿cómo vas a correr? Me dijo “ese bicho está bien muerto” Es un genio y figura.
Con un enorme jabalí. A la derecha, con un oryx.
Volviendo al protagonista Ángel, ¿desde cuando eres cazador?
Yo empecé a vivir la caza muy joven, con 14 años. Mi padre me compró la primera escopeta del calibre 20, una Uguartechea en la Armería Mora de la calle madrileña de Preciados. Luego, más mayor, me compré mis propias armas: escopetas y rifles.
Con tan buena memoria, Ángel recuerdas cómo fue tu primer día de caza, ¿con quién fuiste y un dato, cazaste algo?
Curiosamente, mi primer día de caza salí solo por la finca de la familia. Mi padre tiraba poco y salía menos. Podía campar a mis anchas y salí al campo buscando conejos y liebres. No me puedo quejar de los resultados, hice buen acopio. En esa época daban ojeos a los abundantes conejos y el cazador se subía al enebro para ver mejor moverse a la presa.
¿Cuál es tu especie preferida para cazar, dentro y fuera de España?
En España, sin duda, el jabalí, ha sido mi talón de Aquiles. De Turquía tengo seis medallas de oro. En safaris, el facochero y el orix.
Para terminar ¿te apetece enviar un consejo desde tu experiencia a los nuevos cazadores?
Primero, hay que ser cazador no matador. Segundo, se necesita una ley, igual que se respeta el vareto y el horquillón entre los venados. Hacer algo similar para los muflones, hay quien les tira cuando ni siquiera tienen la curva. Eso es disparar moscas a cañonazos. Hay que respetar a las especies para que lleguen a ser buenos trofeos. A la pieza hay que dejarla envejecer, es mi recomendación.