Caza dos bonitos corzos en tan sólo 40 minutos y en el mismo pinar
«Hoy ha sido un día que recordaré toda la vida. Gracias a las recomendaciones de mi padre he podido abatir, en un mismo rececho, dos corzos cumplidos».
Calixto Torres es un alcarreño que lleva prácticamente toda la vida cazando. Aunque su debilidad son los recechos, cualquier modalidad es buena para él siempre y cuando sea en abierto. Precisamente esto es lo que le da nombre a su perfil de Instagram, @cazamayorenabierto, en el que comparte todas sus jornadas y experiencias cinegéticas. La última, te la contamos a continuación.
Así fue la entrada y el lance al primer corzo
El pasado domingo 26 de mayo, en torno a las seis y media de la mañana, Calixto ponía rumbo al norte. Con buen criterio, su padre le había recomendado ir a unas vaguadas situadas en lo más profundo de un pinar. Las recientes lluvias mantienen la hierba fresca en una zona que ya de por sí es querenciosa para los corzos de mayor edad. “Hay dos corzos buenos, uno en la segunda vaguada y otro más adelante donde el camino se bifurca, ahí, hay una explanada en medio del pinar llena de arbustos bastante sucia, ve con cuidado porque no te da opción de tiro” —esas palabras de su progenitor marcaban hoy su marcha.
Al llegar al lugar donde había avistado uno de ellos, observa detenidamente. Ni rastro de él. Lo que si veía el cazador eran algunas camas de días anteriores y algún que otro enebro rozado, por lo que sabía que estaba en el sitio adecuado. Oteando se encontraba cuando, de repente, una ladra le sorprende. Provenía de la parte más baja del pinar. Acto seguido el corzo sale corriendo, como huyendo de algo, y se pierde en la espesura del monte. ¿De qué escapaba? Al cabo de varios segundos esa pregunta se respondió sola.
Primer corzo.
Otro ejemplar replica al anterior, este mucho más grave y fuerte. Calixto intuyó que era el corzo que andaban buscando. Sin perder ni un minuto comienza a caminar tratando de dar vista al fondo de la vaguada. El corzo vuelve a ladrar. Ahora el cazador sabe perfectamente en qué punto se encuentra. Estaba a escasos 130 metros y podía verle cabeza, cuello y paletilla. Prepara su equipo y encara el rifle. La cruz sobre el animal, un respiro profundo y poco a poco va apretando el gatillo.
La detonación precede a un silencio absoluto. Había caído. La emoción era total, pero esto “fue solo un punto y aparte, tan sólo 40 minutos después he podido hacerme con otro bonito corzo” —cuenta Calixto.
Con las palabras de su padre resonando en su cabeza, decidió seguir recechando en busca del otro corzo. El reciente disparo y la hora disminuían notablemente las posibilidades de dar con él. “Aun así mi ritmo seguía siendo de rececho, rececho de pinar, de tiros cortos en el que cada ruido que haces te aleja del objetivo, tardé en recorrer los 800 metros casi 40 minutos, disfrutando del paseo” —detalla Torres.
De pronto, llegó al lugar que su padre le había descrito. Donde se encontraba aquel esquivo corzo que “no daba opción a tiro”. Con mucho sigilo, se echa los prismáticos a la cara y revisa cada rincón de aquella explanada. Nada.
No habrían pasado ni cinco minutos cuando el cazador escuchó la corteza de un pino resquebrajar. La maleza no le deja saber de qué animal se trataba. Cuando el corzo salió de entre los arbustos, Calixto buscó posición de tiro, valoró al animal y disparó.
Segundo corzo.
“He logrado abatir el segundo corzo en el mismo rececho y aún no me lo creo. Si es verdad que en varias ocasiones he tenido la oportunidad de disparar a más de uno, pero nunca la opción de hacerlo a dos corzos cumplidos y menos aún en un rececho de estas características. Dentro de los pinares en pleno mes de mayo y con el suelo seco, se está más pendiente de dónde pisar y del aire, que de la localización de los propios animales.” —narra orgulloso el cazador.
¡Enhorabuena!