Abate un precioso corzo negro con unas cuernas atípicas en un coto social
Crónicas de caza

Abate un precioso corzo negro con unas cuernas atípicas en un coto social

Este es uno de esos corzos ‘raros’ tan preciados por los apasionados de esta especie. Este ejemplar, además, por partida doble: un atípico trofeo y un pelaje azabache.


Juan Luis, Juanlu para los amigos, es un veterano cazador de Plencia (Bizkaia) que lleva desde los 14 años vinculado al mundo de la cinegética. Curiosamente su afición por la caza no es heredada pues en su casa nadie practica ni ha practicado la actividad. Aunque la caza del conejo ha sido siempre su favorita hace varios años se inició en la mayor. Fue en un coto de la provincia de Salamanca de donde es oriunda su mujer, donde hizo su primer rececho, modalidad que, asegura, “le enganchó de pleno”. En esa misma localidad, recientemente el cazador lograba hacerse con un corzo de los que no se olvidan.

El corzo ganó la primera batalla

El primer domingo de mayo el cazador, acompañado de su amigo Fernando, salió en busca de aquel duende negro que le llevaba quitando el sueño desde que lo vio por primera vez a principios de temporada. “Al ser un coto social, me tocaba recechar los fines de semana pero yo por trabajo únicamente podía ir los domingos” —cuenta Juanlu.

A primera hora de la mañana, sin saberlo, estuvieron muy cerca de él. Tan cerca que el animal los detectó antes de que ellos a él. Un fuerte ladrido y el corzo había desaparecido. A lo lejos se perdía en la espesura, un precioso azabache.

No image

 

El susto previo al éxito

El segundo domingo fueron a la misma zona que la semana anterior. Esta vez, lo hicieron con extremo cuidado y sigilo. No estaba. Se había movido. En esta ocasión se encontraba en unos cultivos más bajos, pero no les dio opción a verlo.

El pasado domingo, el cazador no las tenía todo consigo aunque no había perdido del todo las esperanzas. Y menos mal.

Decidieron madrugar y hacer una entrada distinta a las últimas veces que les permitiera ver, con las primeras luces del alba, aquellos cultivos donde lo habían avistado con anterioridad. El monte estaba tranquilo, no se sentía nada y quisieron intentarlo en una riega. De camino, su suerte cambió. Vieron a azabache bajando por la ladera de enfrente, tranquilo, sin prisa.

El cazador se arrodilló y esperó al momento oportuno. Los separaban 260 metros y de pronto el corzo se ladeó dándole opción a tiro. Inhaló, exhaló, accionó el gatillo y… patas arriba”, escuchó decir a Fernando.

La alegría lo invadió y la emoción era enorme, pero a tan bonitas sensaciones las sucedió un buen susto. El animal se incorporó y se precipitó al fondo del valle.

No image

 

El ansiado hallazgo

Fueron hasta el lugar donde habían visto caer al corzo. Buscaron sin parar, pero ni rastro de sangre. Pensaron en ir a buscar al perro para rastrearlo, pero decidieron volver al lugar del lance para asegurar la huida del corzo.

Cuando volvieron al lugar del impacto, inspeccionaron unos metros que no habían recorrido antes. Ahí sí encontraron unas gotas de sangre y a escasos 30 metros yacía el precioso corzo negro. Ahora sí que sí. Lo había logrado. Un animal espectacular, un lance de infarto y un recuerdo que perdurará en su memoria para siempre.

Comparte este artículo

Publicidad