Un socio de AEPES y su perro reastrean un precioso y curioso ejemplar de corzo
«No había ni una gota de sangre, pero en ocasiones lo que parece imposible solo tarda un poco más». Así ha sido el cobro de este bonito ejemplar de corzo.
David González Cutanda es el conductor que, junto a su inseparable sabueso de baviera logró encontrar este precioso trofeo de corzo. Es un cazador turolense de 42 años que lleva desde niño inmerso en el mundo de la cinegética, desde que empezó a cazar con su tío en la Sierra de Albarracín. Guarda muy buenos recuerdos de aquellos tiempos y asegura que de ahí le viene su pasión por la caza y por los perros.
Su compañero de batallas
El mundo del rastreo ha llamado desde siempre la atención de nuestro protagonista, razón por la cual, desde hace dos años y medio Duque ha entrado a formar parte de su vida. De su vida, su casa y su caza. Es un Sabueso de Baviera, una de las razas más reputadas para el rastro de sangre y también una de las favoritas de David. A raíz de ver el trabajo de los canes de su compañero y amigo José A. Martí, tuvo claro que quería uno. Dicho y hecho.
Cobró su primera pieza con siete meses
“Empecé a entrenarlo con tres meses de edad sobre rastros artificiales y a los siete cobró su primer jabalí” —cuenta su propietario—. Fue un momento inolvidable y unas sensaciones indescriptibles las vividas entonces.
Agradece la ayuda brindada por David Pérez en la instrucción de Duque. En palabras de nuestro protagonista, un gran rastreador que se convirtió en amigo.
Su compañero peludo no tardó en despuntar. Desde cachorro empezó a demostrar su afición y valía para el rastro de sangre. Todo el trabajo, la dedicación y constancia del binomio está dando sus frutos. “Me está dando muchas alegrías” —asegura David.
“Misión imposible”
El pasado sábado en torno a las diez de la noche, recibió el aviso de un corzo herido. Al día siguiente quedó temprano con el cazador para ir a la zona en la que había perdido la pista al animal. Estaba seguro de que le había dado, pero ni rastro de sangre. La cosa pintaba mal, pero lo intentarían.
Alrededor de las ocho y media, casi 12 horas después del lance, David y Duque iniciaron el trabajo. “En el anschuss únicamente se observaba las uñadas de haber salido corriendo, pero el cazador estaba seguro de haberle pegado pese a haber jugado un lance difícil a más de 300 metros.” —narra el protagonista.
Duque lo hizo realidad
A la orden de David, el sabueso comienza a olfatear. El perro sigue la dirección que el corzo había tomado al huir. En cien metros, no ven nada y Duque pierde el rastro.
El conductor propone al cazador volver al punto de partida y repiten el rastreo. El can vuelve a bajar el hocico y esta vez no lo levanta del suelo. “¡Esto ya me gusta más!” —piensa su amo.
Siguiendo a Duque empiezan a descender una ladera. Cada vez va más despacio y más seguro. David estaba seguro de que iban a encontrarlo y como si pudiera predecir el futuro y por difícil que parezca… a 200 metros del anschuss, sin una mísera gota de sangre ni otro indicio, lo habían logrado. Allí estaba el corzo
“Tenía el tiro bien colocado, pero no tenía orificio de salida y probablemente con poca penetración” —señala González.
Hay veces que lo que parece imposible, sólo tarda un poco más. Esta vez, Duque, “lo imposible” lo hiciste tú realidad. Gracias por tantas y tantas alegrías. Con estas palabras David ponía en valor el trabajo de su compañero y amigo de cuatro patas.