Caza el jabalí de su vida durante una espera nocturna
Un joven cazador abate un jabalí espectacular durante una espera en Castellón. Navajas de 18 centímetros de largo y amoladeras de 3 de ancho y 9 de diámetro. ¡Casi nada!
Cristian Escrig tiene treinta años y es natural de Castellón. Su pasión por la caza le viene prácticamente de cuna. Siendo tan sólo un niño, ya acompañaba a sus abuelos al campo y compartía sus jornadas cinegéticas. Con el paso del tiempo fue nutriéndose de los conocimientos de sus maestros y se fue convirtiendo en el cazador que hoy es.
Mantener un equilibrio de las especies cinegéticas y conectar con la naturaleza es esencial para la vida tanto animal como humana.
El jabalí en abierto
Escrig pertenece a una sociedad de cazadores de su Castellón natal. Practica la cinegética donde a él más le gusta y dónde, a su juicio, tiene razón de ser la actividad: en abierto. En su zona se caza el jabalí tanto en batida como en espera. Esta última modalidad se lleva a cabo durante todo el año dada la densidad de esta especie.
Todo empezó en marzo
Hace algo más de dos meses, revisando las cámaras de foto trampeo de uno de los cebaderos, vio un ejemplar que llamó especialmente su atención. De tamaño no era pequeño pero lo realmente llamativo eran sus colmillos, tenía una gran boca.
Diez días después volvieron a grabarlo las cámaras y desde entonces el suido se convirtió en un habitual. Solía entrar cada ocho o diez días y siempre de madrugada, alrededor de las 4-5 de la mañana.
Grabación de la cámara de foto trampeo en la que aparece el gran jabalí.
La suerte no estaba de su parte
Hace aproximadamente dos semanas empezó a entrar más a menudo y cambió el horario, solía verlo en torno a las once de la noche.
El lunes 7 de mayo, Cristian decidió probar suerte pues el día anterior había estado allí y esperaba que volviera a hacer acto de presencia. No fue así.
El jueves de esa misma semana, volvía a tocar espera, pero no pudo apuntarse. Él no estuvo, pero el que sí lo hizo, fue el jabalí. “Puntual como un reloj entró otra vez a las once” —señala Escrig.
Probaría fortuna el viernes.
Las tornas cambiaron y el jabalí se confundió de día
El jueves había estado hasta altas horas de la madrugada a las almendras, confiaba en que no hubiera encamado muy lejos y se apuntó de nuevo a la espera.
Dejó el coche lejos del cebadero y se acercó caminando sigiloso. Una vez allí se subió al puesto, en lo alto de un pino.
Cayó la noche y los ruidos se sucedían en el monte. Ninguno puso en alerta al cazador hasta pasadas las diez. Entonces oyó un chasquido de ramas y sintió cómo algo se acercaba. Se puso a escasos veinte metros, perfectamente podía ser él. De pronto se detuvo, como si supiera que alguien lo observaba.
Cristian cerró los ojos y respiró profundo. “Empecé a sentirlo comer maíz y las almendras. Estaba confiado.” —cuenta el protagonista.
Encaró el rifle suavemente, pero algo notó el astuto suido que pegó un arreón.
Al no hallar motivo de alarma, volvió a entrar al cebadero y esta vez, ladeó el cuerpo dando una perfecta oportunidad a Cristian. No la desaprovechó. Su Benelli Argo rompió con el silencio de la noche. Cuando el cazador volvió a encarar pudo ver al enorme jabalí en el suelo. El tiro en la cabeza lo había dejado seco.
Vista frontal del trofeo del jabalí.
A la espera de homologación
Cuando se acercó a él y vio el tamaño de sus colmillos, no se lo podía creer. Eran enormes. El grosor de sus navajas, sencillamente descomunal.
Nunca había dado caza a un jabalí tan grande. Estoy a la espera de la homologación. Un animal así no se caza todos los días y en ocasiones, ni siquiera se llega a conseguir. ¡Enhorabuena, Cristian!