Entrevista al ganador del premio ‘Traíllas 2023’ que otorga la Asociación AEPES

Entrevista al ganador del premio ‘Traíllas 2023’ que otorga la Asociación AEPES

La junta directiva de AEPES (Asociación Española del Perro de Sangre) concedió el premio Traíllas 2023 a Jesús Díaz en reconocimiento del esfuerzo y valores que trasmiten como equipo de rastreo. En esta entrevista nos sumergiremos en su universo personal para explorar sus experiencias e ideas y sus reflexiones sobre el fascinante mundo de los perros de rastro.


Se llama Jesús Díaz, aunque todos lo conocen como Agus. Tiene 34 años y es de Humanes (Guadalajara), una villa agrícola por excelencia donde creció y desarrolló su amor por los animales y la naturaleza.

Apasionado de la caza desde niño

Con apenas diez años acompañaba a la cuadrilla de galgueros de su pueblo. Al cabo, le regalaron dos perritas, “Yoli” y “Diana” con las que comenzó en las artes venatorias haciéndose socio de la Sociedad de Cazadores de Humanes. “Recuerdo que sacaba la licencia a nombre de mi hermano los primeros años, porque, aunque era caza sin arma, era necesario tener como mínimo 14 años. Después pasé a la escopeta, luego a la mayor con el rifle, ahora el arco, y no sabemos si acabaré con cerbatana” —nos comenta entre risas.

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“Montes”, su fiel compañero

El premio es compartido con su perro “Montes”, un teckel estándar de pelo duro, con el que comenzó esta andadura en septiembre de 2018. Fue un regaló de dos compañeros de caza, además de amigos. Le puso el nombre de “Montes” en honor a un perro que había tenido su padre. “Lo fui a recoger a Sigüenza. Su madre había muerto en el parto y, vi algo especial en él que me hizo elegirlo” —recuerda Jesús—. Al poco tiempo indagando a través de Internet, conoció AEPES, y se hizo socio.

Entrenar desde el primer día

¿Cuánto tiempo lleváis entrenando? Podría decir que si Montes llegó a la familia un 13 de septiembre de 2018, empezó a formarse un día 14. Había leído algo al respecto, y le arrastraba un gránulo por el suelo o le escondía el cuenco, para ver si tenía afán de búsqueda. Recuerdo que el primer sábado de octubre, fuimos de montería a Burgos al pueblo de mi amigo Álvaro, y me traje una pezuña y una oreja de jabalí para que “Montes” siguiera jugando y aprendiendo. Aún las conservo por el valor emocional que tienen para mí.

¿En qué consistían los primeros entrenamientos? Pues dejaba a “Montes” en el garaje, y le arrastraba y escondía la oreja por la calle y luego le soltaba para que la buscase. Con la pezuña, me fabriqué un artilugio muy rudimentario: uní la pezuña a una vara por medio de una varilla roscada, para poder simular las huellas de un animal. Posteriormente, comenzamos con mi artilugio y sangre que guardaba para trazarle rastros artificiales. Aprovechábamos todas las oportunidades que se nos presentaban para aumentar el bagaje del can.

Ya apuntaba maneras

Cuenta Jesús una anécdota que ya nos da una idea del instinto y el buen hacer de su perro. “Recuerdo que una amiga atropelló a un corzo cerca de donde yo vivo. El animal huyó herido. Al día siguiente, con solo dos meses y sin haber sangre en el punto puse a “Montes”, que marcó con su nariz en el quitamiedos, cruzamos y bajando un barranquete, allí yacía el animal ya muerto. Cuando el perro cumplió los 8 meses, ya pasó a la caza real con un jabalí que pinché, y al que, lamentablemente, perdimos el rastro tras cruzarse el coto, y llegar a una baña —cuenta Jesús.

Obviamente llevando una progresión y siempre a través del juego —sin quemar etapas— toda experiencia que aportemos a nuestro perro quedará almacenada en su cerebro, y le aportara “algo”, por poco que sea, que le será útil el día de mañana.

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Los rastreos más llamativos que ha vivido

Aunque, para Jesús, cada rastro es especial y todos tienen su encanto, él destacaría tres. El primero, un corzo en la sierra de Guadalajara, coincidiendo con el primer aviso. Lleno de timidez e inexperiencia pero con fuerza que da el interés y la motivación. Llovía fuerte e ininterrumpidamente. “El cazador había tirado al corzo a 280 metros de ladera a ladera de pecho. Llevaba varios años detrás de él. Pusimos a “Montes” en el Anchuss —término alemán que utilizamos parare referirnos a la zona del disparo— y allí no quedaba ningún indicio. A nuestra vista, claro. Observé que “Montes” hundía su nariz en la pizarra que el corzo levantó en su huida. Cogió salida ladera abajo y yo detrás. Nos adentramos en un brezal, y de repente giró y al rato se detuvo. Le seguí como pude, y ¡allí estaba sumergido en un arroyo el primer corzo recuperado de un aviso!

El segundo fue el año pasado. Salió un aviso en un pueblo cerca al que acudió un compañero, amigo y referente para mí en el mundo del rastreo: J.A. Arriaga. Lo que presuntamente había sido un tiro de tripa en un escenario de siembras con tiras de chaparra, se había complicado por momentos, haciendo que Arriaga, desistiera. Tenemos costumbre de compartir cómo han ido los rastreos y, como yo estaba a 20 minutos, me convenció para ir. Tras poner a “Montes” en la cama dónde se tumbó el animal, salimos hacia arriba sin nada y de repente, en medio de un trigo ya crecido, veo una minúscula de sangre. Metí la piedra en el bolsillo, de recuerdo, porque bien claro tenía yo que poco íbamos a sacar. Seguimos caminando sin descanso, “Montes” muy centrado en el rastro hasta que encontró una cama con pelo. Ya apenas había luz pero decidí continuar. Cruzamos dos siembras, carretera, vía del tren hasta llegar al borde de la ribera. Alumbrado con la luz del móvil, no veo nada; pero escucho un leve chocar de palos, y algo distinto al sonido correr del agua. Volvimos a ese punto a la mañana siguiente , con las primeras luces del alba y allí, metido en el río, estaba el corzo. El tercero, en una montería cercana a mi pueblo el pasado 17 de febrero, un jabalí que con un tiro tripero con un calibre .300 WM, nos tuvo cerca de 3 km y 2horas y media de rastreo. Ya sin luz y ante la falta de sangre, estuvimos a punto de desistir, pero “Montes” seguía, muy despacio hasta entre jaras y bajo un enebro encontró al guarro. El cazador me comentó que en sus 63 años d vida jamás había visto un rastreo como el nuestro y me regaló el jabalí por considerar que me lo merecía yo.

Estos son solo algunos ejemplos. Tengo mil historias, siempre que tengo un rastro de los que marcan, pienso que es el mejor, pero acaba llegando otro que desbanca ese y se te queda grabado en la memoria. He iniciado un documento que se llama “Diario de Montes”, donde recojo las crónicas de los rastros. Quizá algún día lo publique.

Y vamos con la acreditación

Me acredite el 19 de marzo de 2023; aunque debo señalar que. al no haber ningún conductor acreditado hasta entonces en mi zona, que hubiesen tenido preferencia ante los avisos, y al conocer a mucha gente del mundo de la cinegética, acudí a todos los avisos que he podido cuando no podía desplazarse ningún acreditado. En el año 2022 sin estar aún acreditado acudí a 37 avisos de AEPES por ejemplo, que son números ya importantes. En total, en los tres años que llevo en activo, atendiendo avisos, saltaremos aproximadamente los 120 animales rastreados.

Llegamos al 2023

Este año que ha finalizado ¿cuántos animales has rastreado y cuántos has recuperado? El 2023 ha sido un año espectacular para Montes y para mí. Acudí a 46 avisos, de los cuales cobramos 25 (54,35%) y 5 más levantamos vivos sin tener opción de remate (11,11%). Eso supone un porcentaje del 65,46% de haber llegado a pieza.

Pero, cifras aparte, quisiera recalcar dos aspectos: trabajamos con animales, no con máquinas, por lo que, al igual que las personas, no siempre tienen el mismo comportamiento ni se encuentran en el mimo estado. Además cada rastro es distinto y hay muchas variables que considerar. En resumen, que por mucho que tratemos de estandarizar, el mundo del rastreo no es una ciencia exacta. Cada metro que avancemos cuenta y, por supuesto, que el animal que no se cobra es el que no se intenta.

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El premio “Traílla”

Jesús no quiere llamarlo premio, lo considera un reconocimiento, no solo a su labor sino a la de quienes han estado con él en esta singladura entre los que destaca a sus padres, a su novia, a su amigo Alberto, a los cazadores y amigos que lo avisan y por supuesto el máximo reconocimiento para Montes. No soy mejor equipo ni peor que otro de los muchos que salimos en AEPES —o fuera de AEPES— sino uno más. Me siento muy orgulloso de formar parte de ese todo, que poco a poco estamos consiguiendo instaurar esta cultura en la sociedad cinegética española (que en este aspecto está muy por detrás de Francia o Alemania), contribuyendo así a recuperar las piezas heridas y su carne, ahorrando sufrimientos, y dándole a la caza la ética que se merece. Esa ética que lleva en mí desde que comencé con 10 años, y que sigue un principio claro: cazo porque me servirá de alimento.

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