Abate un corzo con un atípico trofeo en Asturias
Una cazadora asturiana abate su primer corzo a rececho: un ejemplar selectivo con una particular cuerna.
Jenny Suarez inició su andadura en el mundo de la caza con 12 años. Empezó acompañando a su tío a las típicas batidas de jabalí norteñas. Las ladras de los grifones enamoraron a aquella niña que hoy es una experimentada cazadora. Nada más cumplir la mayoría de edad sacó el permiso de armas y empezó a aplicar todos los conocimientos y consejos que en su día su maestro le dio. No tardó en abatir su primer jabalí, un ejemplar cuyo lance no olvidará jamás.
Compañero de caza y de vida
En una cacería en el concejo asturiano de Pola de Lena conoció a Igor González, un montero y tirador que se convirtió, al cabo de unos años, en su pareja. Igor, además de las batidas, es gran aficionado a los recechos, una afición que contagió a Jenny quien lo acompañó a muchos de ellos, viviendo los nervios previos a los lances y celebrando los éxitos como propios.
Su primer corzo a rececho
El pasado sábado fue ella quien salió con el arma al hombro. Iba en busca de su primer corzo a rececho, el segundo de su vida. “Hasta esta temporada no había tenido la suerte de abatir uno. Este año, sin embargo, la suerte me acompañó por partida doble: cacé este recechando y el primero en batida”-narra la protagonista.
Corzo en batida. A la derecha, el corzo del rececho.
Antes de que dieran las ocho de la mañana, Jenny ya estaba en el monte, prismáticos en mano. Era un ejemplar al que había visto en repetidas ocasiones y del que ya conocía las costumbres, algo que le facilitó localizarlo ese día.
No habían pasado ni quince minutos cuando el duende del bosque apareció abriéndose paso entre la espesura del monte. Un animal selectivo, con una cuerna extraña que lo hacía único y al que la cazadora había fijado como objetivo de su aventura.
Los nervios a flor de piel
Cuando lo vio, los nervios se apoderaron de ella. Quería hacerle una entrada para jugar el lance más cerca, pero ni la orografía ni la situación se lo permitieron.
No le quedó otra que buscar postura, respirar profundo y apretar el gatillo a 200 metros que los separaban. Entonces su Remington de cerrojo cal. 270 sonó y la puntería de la cazadora le brindó lo que tanto esperaba. Había caído.
Al ir a cobrarlo la emoción invadió su cuerpo y esbozó una sonrisa que hablaba por sí sola. “Fue un momento único para mi”-cuenta la cazadora. Una experiencia corta pero intensa, en su “tierrina”, con su gente y con un resultado excelente.
¡Enhorabuena Jenny!