Este trofeo de corzo lo tiene todo: longitud, perlado, grosor
Crónicas de caza

Este trofeo de corzo lo tiene todo: longitud, perlado, grosor

Juanjo García es un joven de 31 años que nació en plena Alcarria Conquense y, aunque actualmente reside por motivos laborales en Madrid, su vida está ligada por completo a la naturaleza y al mundo rural. Se considera un amante de esta y afirma escaparse siempre que el trabajo se lo permite a disfrutar de ella como más le gusta: cazando.


La caza más que su afición se ha convertido en su estilo de vida y es que le viene prácticamente de cuna pues su familia paterna fue siempre cazadora y él desde que era un niño ya acompañaba primero a su abuelo y luego a su padre en sus jornadas «puedo decir bien orgulloso que me han salido los dientes entre el campo y el monte».

Su modalidad favorita y la que practica más habitualmente es la espera nocturna del jabalí, al que tiene como ‘el rey del monte’ pues no hay animal que le acelere más el pulso con su fortaleza y astucia. Aunque desde hace 3 semanas que comenzó el ansiado mes de abril para la mayoría de los cazadores, compagina las esperas con el rececho de los ‘duendes del monte’: los corzos.

En sus salidas tras este pequeño ungulado suele ir equipado con su Merkel Rx Helix de cerrojo rectilíneo, calibre .300 Win. Mag., y un visor Docter V6 de 2'5-15x56.

Un precioso corzo

Juanjo nos cuenta cómo ha sido el lance en el que ha conseguido hacerse con este bonito ejemplar, uno de los primeros de esta temporada corcera.

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«Amanecía la mañana del 16 de abril con temperaturas un tanto frescas acordes a las mañanas de este mes, que rápidamente se convertirían en calurosas y, a la vez, con el terreno y siembras apagándose poco a poco por la escasez de agua que tenemos este año.

Desde semanas atrás ya tenía controlado este corzo, del que quedé enamorado desde la primera vez que lo vi junto a 3 hembras. Decidí comenzar su búsqueda por la zona querenciosa en la que lo tenía visto. En la primera asomada no divisé nada. Continué por una pequeña vega en la que aún no daba el sol y al final de ella, en una siembra pegada a la ladera del monte, vi 4 corzos. Miré con prismáticos y vi 2 hembras de primeras… pero según giré la vista hacía el borde de la siembra allí estaba, junto a otra hembra. Nada más verlo me di cuenta de que era él, ¡era mi corzo!».

Acercamiento sigiloso hasta que me vieron

«Estaba aproximadamente a unos 400 metros, tan emocionado como nervioso me fui acercando sigilosamente y controlando a la vez que siguieran ahí hasta que, a unos 200 metros me percaté de que habían visto. Se quedaron mirándome fijamente, y yo a ellos. En ese momento se detuvo el tiempo. Sin hacer movimientos bruscos me eché en el suelo y le apunté tan rápido como las pulsaciones me permitían.

Cuando lo tenía metido en el visor justo empezó a andar para meterse al monte y fue cuando me di cuenta de que o aprovechaba ese momento, o desaparecería… Así que respiré profundo y fui apretando el gatillo hasta que escuché ese sonido tan característico de cuando alcanzamos un animal, ‘plof’. Levanté la vista y observé que las tres hembras salían corriendo y el corzo había desaparecido.

Una vez me incorporé, volví a mirar con los prismáticos y vi que yacía en la siembra de trigo. Entonces me dio un vuelco el corazón y me llené de alegría por haber ganado esta partida, la mejor partida posiblemente de la temporada».

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«Fui a por él corriendo y nada más llegar me quedé sorprendido por su envergadura y su grosor: era aún más bonito de lo que parecía. Le hice las fotos de rigor para plasmar el recuerdo y a continuación, lo precinté y, como siempre he visto desde pequeño, me puse a desollarlo para su posterior consumo en casa.

Una vez me subí al coche, llamé a mi cuñado —que se encontraba cazando en otra zona— y a mi padre para compartir con mi felicidad con ellos. Se alegraron tanto o más que yo… Y eso es lo mejor de la caza: compartirla».

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