Carta de despedida de un cazador octogenario a su perro de caza
Cádiz

Carta de despedida de un cazador octogenario a su perro de caza

Un veterano cazador gaditano desea mostrar lo que siente un cazador cuando pierde a un compañero a aquellos que critican y hablan sin ningún tipo de conocimiento. Sí, a un compañero, no a una herramienta, como pretenden calificarlos los colectivos animalistas.


El podenquero, en el ocaso de su vida y tras 70 años en el mundo de la caza, con la pérdida de su perro Moro pone fin a su brillante trayectoria cinegética, llena de maravillosos recuerdos. Este mismo cazador en el año 2020 homenajeó en vida a su perro de caza en un artículo de Club de Caza en el que mostraba sus miedos y sus temores ante la próxima marcha de su compañero, además de agradecerle todos los momentos felices que le había hecho vivir en la soledad del monte.

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Moro durante su merecida jubilación.

Adiós a un compañero de vida y de caza

"Entre lágrimas me despido de ti, hoy en el día de tu marcha. Mi corazón no encuentra consuelo en el día de tu muerte. Hace 17 años llegaste a mis manos en una gasolinera de Puerto Real cuando no tenías aún la cuarentena. Eras una bolita de pelo blanca y canela llena de vida. Nada más llegar a casa, te convertiste en inseparable compañero de Tango, un macho de epagneul bretón, hasta el día de su muerte, hace apenas un mes.

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El hijo del cazador en una jornada en la que abatió siete especies diferentes gracias a Moro.

En tus primeras salidas al campo en una finca de Chiclana de la Frontera ya comenzaste a mostrarme tus cualidades para la caza. En tu segunda jornada de caza capturaste tu primer conejo a diente. Con el paso de los años, te convertiste en una pieza fundamental para toda la partida, compañeros como Luis Miguel Cano decían siempre la frase cuando el día de caza no iba bien, "tranquilos, que llevamos al Moro".

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Moro cobrando un conejo.

Perdices, conejos, faisanes, becadas o liebres, no había pieza que se te resistiera. Aún recuerdo el día que apresaste una rabona en la cama por una pata y cómo me mirabas para que la cogiera con las manos cuando trataba de escapar llevándote a rastras. A puesto fijo también mostrabas tus cualidades, no dejabas una pieza herida o abatida en el campo.

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Francisco junto a su inseparable Moro. A la derecha, Luis Miguel Cano con Moro en una jornada de caza en Benalup.

Una merecida’ jubilación’

Hace cinco años perdiste la audición y por el miedo a perderte en el campo decidí que disfrutaras de una merecida ‘jubilación’ repleta de mimos y cuidados. Has sido, durante 17 años, mi inseparable compañero en la vida y en la caza. Has llenado mi vida de momentos felices, cuántas veces te he besado y abrazado por lo afortunado y dichoso que me he sentido porque el destino te había puesto en mi camino. Espero volver a encontrarte en un cielo lleno de bellos lances en el que ambos podamos seguir disfrutando juntos de nuestra mayor pasión, la caza.

Cobro de codorniz del veterano perro de caza.

Gracias compañero y amigo.

Francisco Fernández Fernández, cazador de 84 años.

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