Pellizcos de monja

Pellizcos de monja

Cierto que este título nada tiene que ver con la caza, pero es lo primero que me ha venido a la cabeza a la hora de abordar este asunto. Quizá sea porque la Navidad me hace pensar en riquísimos dulces, como los llamados pellizcos de monja.


Sin embargo, en este escrito no me refiero a ningún dulce sino al otro significado de estos monacales pellizcos, que consistían en apretar con las uñas un pequeño trozo de carne y que producían un dolor tan insoportable que te ponía fuera de juego. Metafóricamente eso es lo que les está pasando a la caza y a los cazadores, que sufrimos múltiples pellizcos que nos tienen acobardados y que casi siempre terminan recortando nuestra actividad.

Hace muchos años que la caza sufre un continuo acoso y derribo pero que se ha intensificado en los últimos tiempos con la aparición de nuevos fanáticos, los animalistas. Recuerdo que a finales del siglo XX aparecen los grupos ecologistas que no dejan de acusarnos de contaminar el campo y poner en peligro la naturaleza. Críticas que fueron desmontadas y demostramos que la caza es una de las mejores herramientas para la conservación.

Pero en los últimos años ha irrumpido con fuerza un nuevo movimiento que no critica la caza porque pueda ser contraria a la conservación de la naturaleza, sino que otorga a los animales derechos humanos, de tal forma que los cazadores somos asesinos. A un ecologista podías convencerle con evidencias que la caza no va contra la naturaleza, pero para unos fanáticos que han sacralizado el mundo animal no hay argumentos que valgan. Cualquier actividad que quita la vida a un animal tendría que estar prohibida, y como la religión animalista tiene cada vez más devotos, no paran de estudiar por dónde darnos esos pellizquitos de monja, o bocados rabiosos, para que la caza sea prohibida. Además, la mayoría de aquellos ecologistas, quizá por supervivencia o por moda, se han hecho ahora animalistas.

El caso es que un día prohíben la caza sin muerte de fringílidos, luego la tórtola, mañana la codorniz, pasado mañana los zorzales o la becada. Recientemente los animalistas se frotaban las manos con la ley de protección animal, donde los perros iban a sufrir una normativa insoportable. Además esta ley, pura ideología animalista, era la antesala de una futura puntilla para la caza. Menos mal que la multutudinaria marea naranja que se manifestó en Madrid consiguió —miedo a perder el voto cazador— que la ley no afecte a los perros de caza.

Pero sin duda habrá más batallas en los próximos años. Y no nos enfrentamos, como he dicho, a un colectivo con el que podamos debatir y llegar a acuerdos. Son fanáticos con los que es imposible el diálogo y son capaces de hacer cualquier cosa por prohibir la caza. Ante esto desgraciadamente no podemos actuar como hasta ahora. La Federación, entidades como Artemisan o asociaciones como el Club de Cazadores de Becada o de zorzaleros, hacen su labor, muy importante sin duda, pero nos enfrentamos a un enemigo mucho mayor. Imaginad que Pacma consigue un par de escaños en el Parlamento y es decisivo en la gobernalidad del país, imaginad lo que esto puede significar para la caza.

Me da envidia cuando leo que en Francia está prohibido y penado insultar a los cazadores mientras que en España no nos corren a gorrazos de milagro, derriban orgullosos torretas de caza en cotos privados como si fueran estatuas de un dictador, se meten en el monte para reventar una cacería totalmente legal, etc. Pero claro, Francia tiene un partido político en el parlamento que en un momento dado puede decidir un gobierno.

Creo, como están las cosas y cómo se van a poner, que ha llegado la hora de hacer en España un partido político de cazadores. Todavía somos muchos, pero con este acoso desde todos los frentes cada día seremos menos, y entonces no importaremos a nadie.

Al margen de las asociaciones antes citadas, muy necesarias, es importante que los cazadores estemos en el Parlamento, y mejor si somos decisivos. En democracia y tal y como se están poniendo las cosas, es quizá la única forma de que se nos respete. Cierto que hay partidos procaza, pero no es lo mismo. Es hora de crear un partido de cazadores, donde cabe cualquier otro colectivo del mundo rural. Es hora de demostrar, con nuestros votos, que la caza es tan vieja como el hombre y se merece una protección y un respeto.

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