Perdemos especies autóctonas
Se legisla sobre especies alóctonas y exóticas con subvenciones perdidas, olvidando las especies autóctonas. Preocupan las especies terrestres, porque se ven pero… y ¿las acuáticas? Llámese cangrejo de río o, como en el caso que tratamos hoy, la almeja de río.
Recuerdo en tiempos no demasiado lejanos, siempre con curiosidad, la magnífica población de náyades que poblaba el cauce del río Júcar, o lo que conocemos como almejas de río, esas grandes desconocidas, que por un lado son grandes depuradoras del agua y por otro sirven de indicadores de calidad.
Era maravilloso y curioso observar en zonas de lecho suelto, principalmente arenoso, las almejas abiertas, marcando surcos por donde accedían al alimento. Además, al ser unas grandes desconocidas, servían también para darlas a conocer a los pescadores noveles, dudando estos de su existencia, porque siempre se relacionan las almejas con el mar y raramente con el río.
Allá por el año 2000 aproximadamente se empezaron a detectar por el suelo conchas de estos bivalvos, que posiblemente fueran anodontas, muertos, sacados del fondo del río por las crecidas y depositados en sendas y zonas de ribera que, una vez desciende el nivel del agua, se podían descubrir con esos tonos nacarados del interior.
Este hecho de desaparecer del río es fruto de la excesiva contaminación, causada por plaguicidas y demás vertidos de cierta toxicidad, que se deslizan y diseminan y que acaban circulando por el cauce fluvial, donde, entre otras esta especie —podemos decir que está extinta—, nadie ha llevado a cabo estudios y soluciones, ni tampoco ha causado ningún tipo de alarma, ha pasado como una almeja silenciosa. La Administración no se ha preocupado lo más mínimo, es más, ni tan siquiera las echan de menos.
En definitiva, como puede entender el apreciado lector, esta especie es tan necesaria como los cangrejos en el hábitat acuático de los ríos, pero no crea interés ni a ecologistas, conservacionistas, ni a la propia administración regional de Castilla-La Mancha para su recuperación, y esta pasa de puntillas por la depuración de todas las aguas fecales que en pleno año 2022 siguen vertiendo todos los municipios de tramos altos y medios al río Júcar.
Están callados, por una sencilla razón: que su extinción no es culpa de pescadores ni de la trucha arco iris, es exclusivamente de la pésima gestión realizada por los responsables en políticas medioambientales.