Halcón Peregrino
Ninguna otra ave puede disputar al Halcón Peregrino el dominio de los cielos. Su maestría en el vuelo es tal que, con un poderoso enderezamiento, puede subir casi en vertical o caer en picado a más de 2oo kilómetros por hora, por lo que tiene el récord de velocidad en el reino animal. La cetrería ha explotado, en provecho del hombre, los dones naturales de estas aves para la caza. Su manera de cazar es muy elaborada y con frecuencia la captura de una presa es el resultado del ataque combinado de macho y hembra. Esta, un tercio más gruesa que el macho. – Llamado por ello «terzuelo» –, cae sobre la caza que su compañero, más ágil, ha espantado surgiendo como un bólido a ras de tierra. El trampeo, la destrucción de nidos y la intoxicación con pesticidas agrícolas, que absorben con las presas, han acelerado de manera dramática la disminución de estos halcones. Contra los datos anteriores, que reflejan una situación por desgracia generalizada en cuanto a rapaces se refiere, el Halcón Peregrino está aún presente en pequeño número en la mayor parte de las zonas españolas adecuadas.
Familia: | Falcónidas |
Nombre cientifico: | Falco peregrinus |
Orden: | Falconiformes |
Caza: | Especie Protegida |
Longitud: | 48 |
Habitat: | Montañas y riscos |
Identificación: | Largas alas puntiagudas y cola larga; el macho tiene dorso gris pizarroso, partes inferiores listadas, grandes bigotes negros; la hembra es más grande y más parda; vuelo característico, alternando rápidos aleteos y largos planeos. |
Nidificación: | Anida en depresiones desnudas sobre bordes rocosos o en nidos abandonados de otras especies; generalmente pone entre marzo y abril 3 ó 4 huevos pardo-rojizos; incubación, de 28 a 30 días, principalmente por la hembra; los pollos, alimentados por ambos padres, dejan el nido después de unos 40 días. |
Alimentación: | Aves cazadas al vuelo; algunos conejos y otros mamíferos. |
Pocos pájaros han sido tan estudiados por los ornitólogos como el Halcón común Falco Peregrinus y consecuentemente se sabe hoy tanto sobre subespecies, alimentación, agresividad, formas de cazar las presas, densidad de poblaciones causas de mortalidad y cetrería, que se hace difícil compediarlo de forma que podamos hacernos una idea de cómo reacciona y cuáles son sus costumbres cuando este maravilloso pájaro vive en plena libertad.
La forma tipo Falco Peregrinus peregrinus ocupa en Europa las Islas Británicas al Oeste, Francia del noroeste, norte y nordeste y quizá los Pirineos y la costa cantábrica en España, donde puede ser reemplazada por la subespecie brookei, norte de Italia, Europa central y del este, incluyendo Albania, Bulgaria, Rumania, Ucrania y Rusia.
Más al Norte, ocupando las tundras de Eurasia y las islas del Océano Artico, desde Laponia hasta el río Lena en Siberia, vive la raza calidus.
La subespecie brookei ocupa el sur de Francia, la mayor parte de la Península Ibérica, sur de Italia, islas mediterráneas, Grecia, Asia Menor y noroeste de Africa.
En la forma tipo peregrinus el macho adulto tiene la cabeza, nuca y el dorso del cuello de color azul pizarra con la base de las plumas de la nuca de color parduzco. El dorso de las alas y la espalda hasta el nacimiento de la cola, son gris azulado rayadas de pizarroso oscuro. La cola es azul grisácea, más oscura en el extremo y con barras negruzcas que son más anchas al final, terminadas las plumas rectrices en puntas blancuzcas. Las primarias de las alas son muy oscuras, casi negras, con un estrecho punteado blanco; las secundarias de color azul grisáceo. En los lados de la cara llama en seguida la atención la mancha negra en forma de bigotera o mostacho, lo que juntamente con los ojos muy oscuros rodeados de un anillo orbital amarillo, le dan un aspecto llamativo e inconfundible. El mentón y la garganta son blancos. La parte superior del pecho es blanca o pardo rosada con rayas oscuras que se van ensanchando hasta tener la forma de gotas. El resto de las partes inferiores son pardo rosados generalmente rayados con estrechas listas transversales negras que en algunos machos apenas son perceptibles. Los flancos y las alas también son muy rayadas de oscuro con más densidad en las axilas. La mitad de los tarsos están emplumados; patas y pies amarillo brillante; ojos color avellana; pico ganchudo, azul pizarra, amarillento en la base y negro en la punta de la mandíbula superior y las uñas negras.
Las hembras son de mayor tamaño, a veces hasta 10 cm. más largas que los machos. El color general es más oscuro en la espalda y en el obispillo o rabadilla y soplando las plumas blancas se descubre la base de las mismas más ocracea que en los machos. En la parte superior del pecho tiene muy marcados unos puntos oscuros en forma de gotas y el resto de las partes inferiores están, en general, más densamente rayadas que en los machos.
Los inmaduros durante el primer año de vida y a menudo en parte de su segundo año, son de color marrón por encima y pardos por debajo, rayados verticalmente de marrón. Este color varía desde rojizo a sepia y el parduzco desde crema pálido a amarillo muy claro. Los halcones que nacen entre abril y junio de cada año no empiezan a mudar sus plumas hasta marzo siguiente. Otros hasta que tienen ya un año. Sin embargo, algunos pueden permanecer en plumaje marrón a través de un segundo invierno, aunque, en general, empiezan a mostrar ya algunas plumas de adultos desde enero en adelante. También se puede decir que la mayor parte de las plumas del dorso tienen bordes más pálidos. Lo mismo sucede con la bigotera o mostacho de la cara, que es más estrecha que en los adultos. La cera del pico y el anillo orbital son verdosos y las patas y pies de color gris azulado o amarillo verdoso. Los inmaduros no se reproducen hasta que tienen dos años de edad, pero algunos pájaros de un año pueden seleccionar una zona de nido y defender su territorio frente a otros halcones.
En el conjunto general del plumaje de los halcones comunes destacan mucho las largas y delgadas primarias de las alas, forma apropiada para imprimir gran velocidad a su vuelo y las secundarias largas y anchas que le proporcionan fuerza y poder de elevación y transporte de presas pesadas. También es una característica a señalar el diente que tiene en la mandíbula superior que encaja muy bien en una muesca de la mandíbula inferior. Este diente puede ser insertado en el cuello de cualquier pájaro, de manera que por simple presión seguida de rápido giro, el halcón común es capaz de romperle la espina dorsal. Las patas son gruesas y musculosas y los dedos largos y poderosos.
Los halcones de la subespecie brookei, que es la que se considera como habitante de parte de la Península Ibérica, algunos ornitólogos opinan que de la totalidad, difiere de peregrinus en ser de menor tamaño en sus proporciones generales y más rojiza por debajo, con un rayado transversal negro, mucho más denso en el plumaje de los adultos. Los jóvenes son más oscuros, menos ocráceos por debajo y más densamente rayados. Algunos adultos tienen en la nuca puntos rojizos o una ligera mancha rojiza.
Las subespecies del Halcón común europeo han sido siempre objeto de estudio y discusión por los ornitólogos. Vamos a detenernos aquí en resumir las opiniones de algunos de ellos, insistiendo una vez más que en algunas apreciaciones hay mucho de banal, por cuanto que en una misma zona pueden existir parejas de halcones cuyos plumajes difieren entre sí extraordinariamente. Naturalmente las apreciaciones devisu no pueden ser tomadas en consideración y por otro lado con toda seguridad que los estudios para determinaciones concretas de plumajes y taxonomía no podrán ya ultimarse, debido a las afortunadas medidas de protección sobre ésta y todas las especies de aves de presa que impiden ahora su captura.
Según Brown y Amadon la variación en la morfología del Halcón común es muy grande, lo mismo en el tamaño que en la coloración. Las razas más grandes son las que crían en el Artico y existe una disminución general en el tamaño cuanto más al Sur. Las razas más pequeñas ocupan los desiertos del Oriente Medio y norte de Africa y también existen entre ellos las variaciones más distantes en la coloración de la subespecie típica peregrinus.
La determinación de las subespecies de Halcón común que habitan en Iberia es bastante problemática como ya se indicó arriba y está aún por establecer de forma completa. Se señalan grandes variaciones individuales entre la coloración del plumaje de halcones brookei que viven en el centro de España. En el norte de la Península Ibérica algunos sospechan la presencia de reproductores de peregrinus, mientras en el Sur se determinan ejemplares de otra especie Falco pelegrinoides cuya área normal de reproducción más próxima está en Canarias y noroeste de Africa. Ya se ha insistido para otras especies cuanta influencia tienen causas de origen clinal en el tamaño de los pájaros y en la coloración del plumaje. Sin embargo, Vaurie (1965) determina bien todas las subespecies y da detalles de su taxonomía que parece no dejan lugar a dudas y en las que nos hemos basado al principio al determinarlas. No obstante, Bannerman (1956) asegura sin más, que la subespecie peregrinus llega hasta Portugal y ocupa el Norte y probablemente el centro de España, señalando para brookei el área mediterránea.
Bernis (1966) admite provisionalmente que los halcones que anidan en casi toda la Península y Baleares pertenecen al grupo racial brookei. Considera improbable que los que anidan en el norte y noroeste de España sean de la subespecie peregrinus. Para él hay que llegar hasta el centro y norte de Francia para encontrar con probabilidad nidificadores de peregrinus. El Halcón tagarote Falco pelegrinoides, la especie que cría en las islas Canarias y noroeste de Africa, ha sido citada repetidamente en el este y sur de la Península. Valverde asimiló a esta especie uno capturado por él en Almería. Por este y otros datos, abriga, según Bernis, la sospecha de que en el suroeste de España críen halcones pelegrinoides que son diferentes de los del resto de la Península. No obstante, los que con certeza se han capturado aquí de esta especie podrían ser individuos procedentes del noroeste de Africa.
A pesar de estas consideraciones y en lo que se refiere a los halcones cantábricos, sin entrar ahora en la determinación de su subespecie, los observados en acantilados de la costa y en campos costeros, llaman inmediatamente la atención por lo oscuro del plumaje de sus partes superiores en gran contraste con las inferiores muy claras, mucho más que los de la subespecie brookei. Para hablar de diferencia en los tamaños sería necesario proceder a la medición de buen número de ejemplares, cosa que no será posible con toda probabilidad como ya se consideró más arriba. Precisamente en un acantilado de Orio (Guipúzcoa), criaba una pareja que tenía los colores tan oscuros, que se sospechó pudiera tratarse de Halcón de Eleonor Falco eleonorae, pero hoy a la luz de muchas más observaciones, se cree que aquella observación estival pudiera referirse a una de las muchas variaciones individuales en la coloración de los halcones comunes que anidan por los acantilados de la costa cantábrica, sin que con ello se quiera descartar la posible presencia de Falco eleonorae en determinadas zonas del norte ibérico, por absurdo que esto parezca.
El Halcón común tiene una silueta de vuelo inconfundible, con alas largas y puntiagudas, cuerpo grande y fuerte que ha sido descrito como en forma de torpedo destacando mucho su ancha cabeza y cola redondeada de regular tamaño que suele llevar plegada. Su vuelo es poderoso y ágil con no muy profundos batidos de alas, interrumpidos a intervalos por cortos planeos. Cuando caza, los movimientos de las alas son más rápidos, fuertes y profundos. Suele lanzarse en picado, con alas casi o totalmente plegadas junto al cuerpo, desde mayor altura que otras especies de halcones. Algunas veces se cierne como el Cernícalo Falco tinnunculus, pero más a menudo vuela junto a las paredes de los acantilados lentamente o sobre el campo de forma curiosa que a veces parece como alocada, sin rumbo. Si pasa a corta distancia del observador se ve bastante bien la bigotera negra de la cara, destacando sobre la garganta y carrillos blancos. En vuelo podría confundirse con el Halcón gerifalte Falco rusticolus y con el Halcón sacre Falco cherrug, pero tiene cola y alas más cortas, más rápido y profundo batir de alas y tamaño más pequeño y, aunque parezca imposible, aun a buena distancia es muy conspicuo, como ya se dijo, el mostacho negro de la cara. La diferencia con el Halcón de Eleonor consiste fundamentalmente en que esta especie tiene la apariencia más grácil, pero sobre todo, por ser mucho más oscura en sus partes inferiores, detalle que se aprecia bien en el vuelo.
El Halcón común habita acantilados marinos sobre todo, pero también roquedos del interior, eludiendo los bosques y volando con preferencia en terreno abierto. Lo mismo se puede encontrar una pareja anidando a nivel del mar como a 3.000 metros de altitud y aún mucho más. Se adapta a todas las situaciones y climas y de hecho ya hemos visto que lo mismo vive en zonas árticas que en desiertos y páramos calurosos o en lugares tropicales. Normalmente se posan en rocas no lejos del lugar donde van a anidar, pero también en árboles aunque prefieren aquéllas. Unicamente cuando un árbol enano o un arbusto crecen entre las rocas y poseen alguna rama seca, entonces los halcones muestran extraordinaria querencia a éstas. El Halcón común pasa gran parte del día posado sosteniéndose sobre una pata, con la otra medio recogida o totalmente oculta en el plumaje. En esta situación, permanecen alertas, pero inmóviles únicamente girando la cabeza y mirando inquisitivamente cualquier cosa que les llame la atención o se mueva aunque sea de forma imperceptible. En esta posición el pájaro es difícil de observar por su inmovilidad completa y aunque parezca imposible por lo dificil que es hacerlos volar aún acercándose a corta distancia. El ornitólogo inglés Walpole-Bond (1938), cuenta cómo en un acantilado se dispararon varios tiros de revólver con el objeto de mover a un halcón de su posadero sin conseguirlo a pesar del estruendo armado.
El poder visual de esta especie es muy grande Baker (1967) señala que cada ojo del Halcón común pesa 28 gramos, siendo por lo tanto más grandes y pesados que los de un ser humano. Si nuestros ojos estuvieran en la misma proporción a nuestros cuerpos como los del halcón al suyo, un hombre de 84 kilogramos debería tener los ojos de 7,5 cm. de diámetro y pesar nada menos que dos kilogramos. La retina de los ojos de un halcón tiene un poder de resolución de objetos distantes dos veces tan aguda como la de la retina humana. Aún es mayor este poder resolutivo en visión lateral, hacia arriba y abajo, puesto que la fovea tiene una enorme cantidad de conos. Esta fovea es una depresión en la retina que tiene mayor concentración de conos que el resto. Además proporciona un área de percepción mucho más clara ya que en cada ojo hay dos foveas, una dirigida hacia adelante y la otra lateralmente. Las cuatro trabajando juntas dan a estos pájaros una poco usual seguridad en la visión de objetos distantes. Esta es ocho veces la del hombre. De esta forma con ligeros giros de la cabeza puede controlar cualquier movimiento de un pequeño animal por lejos que esté.
No debe pensarse que el Halcón común es un pájaro perezoso. También dedica varias horas del día a realizar vuelos circulares sobre zonas que él ha elegido para cazar sus presas, aunque no puede decirse que éste sea un vuelo típico de caza, puesto que se le ha observado cernerse y planear después de comer abundantemente. Las parejas se unen por toda la vida y se guardan gran fidelidad, permaneciendo posados juntos no muy distantes unos de otros. La perfecta habilidad en el vuelo es siempre un placer observarla. Rara vez el halcón puede perder el equilibrio al ser empujado por el fuerte viento.
Por su vuelo rápido y agresividad son los más estimados de todas las especies de halcones para el llamado deporte de cetrería y resultan relativamente fáciles de capturar, amansar y entrenar. Las velocidades en el vuelo de caza no han sido debidamente medidas. En un «picado» puede alcanzar velocidades de 200 a 300 km. por hora, pero por métodos más modernos se ha podido calcular que en determinados momentos llegan a más de 400 km. por hora y que son capaces de respirar a estas impresionantes velocidades.
En vuelo normal y en migración, los halcones viajan con rapidez y cortos batidos de alas, 5 ó 6 por segundo, intercalados con cortos planeos. En migración pueden volar a considerable altura casi siempre solitarios y raramente varios juntos, en general a lo largo de costas y ríos. Su velocidad media en estos vuelos de crucero y migración, puede no superar los 100 km por hora.
Fuera de la época de la reproducción es un pájaro notablemente silencioso, aunque en vuelo conjunto, macho y hembra, son en ocasiones escuchados algunos gritos. El sonido de alarma que se oye más corrientemente es un ¡¡jik-jik-jik!! o más sordo, menos agudo, ¡¡jek-jek-jek!! La voz de los machos es bastante más aguda. En el nido se han registrado sonidos muy variados: un repetido ¡¡chikchik-chik!! o ¡¡uichíu!!. Monneret (1974) al hacer un estudio del comportamiento del Halcón común, presta especial atención al significado de sus manifestaciones vocales, que resumimos aquí. La alarma es expresada por una sucesión de gritos roncos emitidos a intervalos de tiempo regular que pueden transcribirse ¡kre-kre-kre! y se oyen lo mismo cuando el pájaro está posado como en vuelo, precediendo en general a un ataque hacia otra especie. Otro grito lanzado por la hembra antes del emparejamiento, ¡ki-ki-ki! y que recuerda a los gritos del halcón cautivo al ser cogido en la mano. En todas las estaciones, tanto el macho como la hembra, emiten un corto ¡tsick! Otros gritos breves asociados con la alimentación como ¡yock! o ¡kiak! son emitidos incluso por los jóvenes halcones al recibir una presa y también por los adultos al aportarla. Aunque siempre la audición de las voces de las aves de presa y su reproducción tienen un carácter eminentemente subjetivo para R. J. Monneret la voz más común que los halcones prodigan durante la mayor parte del año, con especial énfasis en la primavera, es un largo y repetido ¡¡ghiii-ghiii-ghiii!! de una gran variedad de ritmo, duración, timbre y tonalidad.
El hecho más importante en la vida del Halcón común y por lo que siempre ha tenido fama es por la habilidad extraordinaria que despliega al capturar y matar sus presas. Son curiosas, sin embargo, sus reacciones en muchos casos en los que el pájaro vuela o está posado y nadie puede esperar que vaya a matar una presa. Así, algunas veces sin previo aviso ataca y mata a cualquier pájaro que pasa cerca de él. En estos casos parece quedar como anonadado por lo que ha hecho y entonces puede dejar abandonada su presa y volver a ella más tarde cuando de verdad está dedicado a la caza. El vuelo de caza suele ser corrientemente precedido por alguna forma de juego, espantando con sus ataques fingidos a grupos de gaviotas, chovas, cornejas. Aun cuando esté hambriento y haya matado una presa, puede permanecer posado al lado de ella durante 10 ó 15 minutos antes de comenzar a comerla, Baker (1967). En estos casos si el pájaro muerto no tiene alguna herida por la que sangre, el halcón parece estar sorprendido por ello. Cuando la sangre brota come inmediatamente. Una caza regular sobre la misma área durante un largo período de tiempo, produce un incremento en la reacción defensiva de las posibles presas. Es siempre notable observar que las reacciones de los pájaros cuando el halcón vuela sobre ellos son comparativamente ligeras en septiembre y octubre, pero se incrementan durante todo el invierno hasta que en márzo resultan violentas y espectaculares. El Halcón común tiene que evitar atacar a los mismos pájaros demasíado a menudo o todos ellos abandonarán juntos la zona. Por esta razón puede estar cazando en un territorio durante varios días y luego no volver a ser visto durante una semana o más. Puede cambiar entonces de lugar a otro cazadero no muy distante, aunque se han comprobado casos en que los halcones al escasear las presas se mueven hasta 30 km. más lejos. La caza en días soleados la efectúa remontándose a gran altura y al atacar le basta en general un solo «picado» sobre la presa. Si el ataque falla, lo intenta de nuevo, pero casi siempre con otra presa. En el principio del otoño y en la primavera cuando los días son más largos y el aire más caliente, los halcones planean a mayor altura aún y cazan sus presas sobre un área más amplia. En marzo, cuando las condiciones pueden ser ideales se lanzan en «picados» desde mucha altura. Entonces es capaz de matar presas mayores y más pesadas. El tiempo nublado obliga a vuelos a más bajo nivel y por lo tanto a atacar presas más pequeñas. Como todos los cazadores, para Baker el Halcón común sigue un código de conducta. Así, rara vez caza presas en el suelo o las persigue a través de cobertura vegetal a la manera de otros halcones, aunque está capacitado para ello. Normalmente puede matar al caer en picado pájaros dos veces tan pesados como él mismo. Antes de empezar a comer una presa la despluma, algunas veces totalmente, otras solamente quitando unos mechones de plumas, esta conducta está en función del comportamiento particular de cada individuo. Cuando han capturado un pájaro, los halcones sujetan la presa con la garra interior de una o las dos patas. El desplumado no les suele ocupar más de dos o tres minutos. Comer la presa está en función de su tamaño, pero oscila entre 10 y 30 minutos. Un Zorzal real Turdus pilaris, por ejemplo, puede ocuparle entre 10 y quince minutos. Un Anade real Anas platyrhynchos 30 minutos. Si la presa es muy pesada la come en el mismo lugar donde la mata.
Monneret (1973) que ha estudiado bien las técnicas de caza del Halcón común, considera que éste captura presas en general de pequeño tamaño; pinzones Fringilla coelebs, zorzales Turdus spp., mirlos Turdus merula, estorninos Sturnus spp., arrendajos Garrulus glandarius, constituyen la base de su alimentación durante todo el año; las chovas Pyrrhocorax spp., palomas Columba spp. y cornejas Corvus corone, son capturadas durante la época de alimentación de los jóvenes. Sólo algunas grandes hembras de Halcón común son las que atacan con regularidad a las cornejas. Para Monneret el Halcón no caza cerca del nido o de su posadero habitual. Precisa aún más: que no ataca ningún pájaro a menos de 150-200 metros del nido.
A pesar de su noble reputación, el Halcón común se conduce como cualquier otra ave de presa. Es decir, que ataca aprovechando los momentos y situaciones que por la experiencia adquirida sabe que le son más favorables. Así el joven halcón aprende en seguida que los ataques en vertical sobre pájaros cercanos no son recompensados con el éxito, al contrario de los efectuados sobre presas distantes. La mayoría de los pequeños pájaros tienen un gran campo visual hacia arriba, lo que les permite evitar con un rápido quiebro los ataques que vienen de lo alto, porque además al ser demasiado cortos los recorridos, no permiten al halcón obtener una suficiente velocidad para que la caza sea efectiva. Por contra, cuando el ataque parte desde lejos, si además de adquirir una gran velocidad por la distancia el ángulo formado en la trayectoria final del recorrido es desfavorable para la presa, de manera que facilita la aproximación disimulada del halcón, la víctima tiene pocas posibilidades de esquivarlo. En general, se puede estimar además, que la técnica de caza del Halcón común en zona de media montaña parece estar en parte influenciada por la configuración geográfica. De este modo, la gran altura de los roquedos o acantilados incita probablemente al halcón a preferir la caza al acecho desde un posadero elevado al reputado y tradicional vuelo de ataque desde gran altura. Monneret comprobó que el 75 por 100 de los ataques observados son iniciados desde un lugar elevado, estando el pájaro posado en una roca o rama de árbol o arbusto situado en la cima del acantilado.
Resumiendo, el Halcón común ataca fundamentalmente de dos maneras diferentes. Una desde gran altura «picando» oblicuamente sobre la presa y atrapando a ésta por la parte posterior del cuerpo, clavandole las garras y otra, volando a nivel más bajo y ascendiendo en los últimos metros para clavar las garras en la parte inferior del cuerpo de su víctima. En el instante mismo de la captura y en especial cuando el «picado» oblicuo es efectuado desde gran altura, el halcón se endereza extendiendo las alas y la cola sin duda para frenar su caída y proyecta una o las dos patas hacia adelante.
Las presas más comunes en la dieta del Halcón común varían naturalmente con la fauna existente en las proximidades de su hábitat. Si éste es un acantilado marino, pueden ser atacadas las gaviotas y los pequeños limícolos hasta del tamaño de un Archibebe Tringa spp. Si se trata de un cortado montañoso del interior, los corvidos, en especial las chovas y las cornejas sufren las mayores bajas. Pero en los dos biotopos existen palomas que son según todos los estudios realizados las presas favoritas del Halcón común. En épocas de migración y en zonas caracterizadas por abundante paso de fringilidos se nota la presencia de halcones comunes, que obtienen así fáciles presas de los bandos de migrantes cansados. En algunas rías del norte de Iberia todos los otoños «pican» sobre bandos de pequeños limícolos cuando estos, en un descuido, vuelan alto sobre las orillas del arenal. En estos casos los halcones se lanzan desde alturas que no superan los 15-20 metros sobre el suelo. El terror que infunden en estos pequeños pájaros no es para ser descrito. El vuelo raso sobre el agua puede muchas veces salvarles la vida. Las palomas sufren un terror tal que muchas mueren al estrellarse contra los árboles o acantilados, buscando un agujero donde refugiarse.
Bernis (1973) da como presas habituales según los restos encontrados en nichos de Halcón común: palomas sin determinar especie, probablemente Columba palumbus y Columba oenas, Grajilla Corvus monedula, Paloma bravía Columba livia, Zorzal común Turdus philomelos, Vencejo común Apus apus. Una de las presas más habituales en el centro de Iberia parecen ser las perdices comunes Alectoris rufa. Bernis cita varios casos recogidos por él sobre ataques a perdices.
En un coto del noroeste de la provincia de Toledo, un Halcón atacó a un bando de perdices a las que aterrorizó tanto, que casi se dejaban después coger con la mano. Además de éste existen otros casos similares que también cita.
La dieta alimenticia de esta ave de presa fue también estudiada por Valverde. En 53 presas de halcones en las provincias de Valladolid y Madrid, determinó 12 palomas, 9 zorzales, 4 avefrías Vanellus vanellus, 4 alondras Aluda arvensis y otras 22 especies variadas de pájaros, entre ellas un Mochuelo común Athene noctua. En otra serie correspondiente al coto de Doñana, el mismo naturalista señala 10 tórtolas Streptopelia turtur, 4 abubillas Upupa epops y 6 aves. También se citan acometidas de los halcones al Sisón Otis tetrax, Anade real y Cuervo Covus corax.
En Navarra, Elósegui (1973) encuentra en un despedazadero cerca de un nido, restos de un Roquero solitario Monticola solitarius y en Isaba observa la captura de una Paloma torcaz.
Garzón (1973) da para varios nidos visitados por él presas de Palomas bravía y torcaz que según todos los indicios constituyen el principal fundamento de su alimentación. También ha identificado entre las presas restos de Carraca Coracias garrulus, Mochuelo común, Jilguero Carduelis carduelis, Tórtola, Grajilla y Abubilla. Los insectos también están presentes en la dieta del Halcón común. En las egagrópilas recogidas en Asturias al pie de un posadero de una pareja, que en el verano atendía a tres jóvenes, había muy abundantes élitros y restos quitinosos de Ciervos volantes Lucanus cervus y del Escarabajo de San Juan Melolontha melolontha. Como dato curioso se puede señalar que un Halcón común estuvo instalado hace años en la terraza de un alto edificio de Gijón, desde donde atacaba a las palomas domésticas, causando en un mes verdaderos estragos.
En general se estima que las necesidades de alimentación de un Halcón común son el 11-12 por 100 de su peso en tiempo cálido y el 15-16 por 100 en tiempo frío. La media diaria, puede estar por lo tanto entre 80-100 gramos de acuerdo con la temperatura. Se calcula también que en los días siguientes al abandono del nido y cuando los jóvenes halcones aprenden de sus padres la técnica de la caza una pareja de adultos y dos o tres jóvenes necesitan para alimentarse de 400 a 500 gramos diariamente, lo que representa por lo menos la captura de dos palomas. Esta limitación en los pesos como necesarios no supone naturalmente que el Halcón común capture una sola presa del tamaño necesario. Habitualmente mata muchos más pájaros de los que necesita, abandonando el resto después de comer las partes más apetitosas para él.
A la llegada de la época de la reproducción, en general a finales del mes de febrero, pero más a menudo en marzo, los machos aún no emparejados se establecen en lugares que ya tienen escogidos durante el invierno, realizando continuos vuelos fuera del acantilado o roquedo y volviendo a posarse de nuevo en el mismo lugar, tratando de llamar la atención de las hembras. Estos vuelos los acompañan siempre con agudos chillidos, repitiendo la maniobra insistentemente hasta que son capaces de atraer a una hembra. Los adultos ya emparejados del año anterior y que han sobrevivido al invierno, ocupan su antiguo nido y en su zona el macho o ambos juntos, realizan vuelos acrobáticos, subiendo aquél a gran altura y lanzándose en profundos «picados» seguidos de rápidos ascensos a la manera como lo hacen otras aves de presa. Según estiman Brown y Amadon tanto el macho como la hembra pueden «picar» uno sobre el otro y a veces en el aire tocarse mutuamente con el pico como si se besaran. Todas estas evoluciones son acompañadas con sonoros chillidos, tanto más notables por cuanto que el Halcón común suele ser un pájaro silencioso fuera de esta época. Los machos alimentan a las hembras ejecutando un curioso ceremonial de reverencias, moviendo la cabeza arriba y abajo y a los lados. También, aunque menos frecuentemente, se pasan la comida en pleno vuelo. Una especie como el Halcón común tan amenazada hoy y tan escasa ya en nuestros cantiles merece una mayor extensión en el estudio de su comportamiento. Para ello nada más apropiado que seguir al ornitólogo francés R. J. Monneret que ha establecido un auténtico repertorio de actitudes de Falco peregrinus. La mímica realizada por esta ave de presa es verdaderamente expresiva. Cualquier objeto que se mueva a sus pies o a una distancia considerable por impulsos del viento o de una caída fortuita, un pequeño pájaro que pasa en vuelo raudo, un pez que salta del agua al pie del acantilado, es detalle suficiente para que el halcón ejercite una serie de movimientos expresivos, girando y ladeando la cabeza sin apenas mover el resto del cuerpo. A veces estos movimientos son seguidos de una persecución en vuelo cuando se trata de un volátil, incluso una simple mariposa o escarabajo. ¿Puede esta actitud considerarse como un juego? Monneret lo estima así y asegura que estos juegos disminuyen con la edad del halcón. Efectivamente se ha observado que los jóvenes halcones tienen una exagerada tendencia a perseguir cualquier objeto volador, ¡incluso un papel que impulsa el viento! Estas actitudes de juego a edades tempranas son comunes con otras especies de animales.
Monneret descubre una nueva faceta en el comportamiento del Halcón común.
Sin duda se trata de la «conducta motriz» más utilizada por el pájaro en presencia de un congénere y se acompaña de vocalizaciones breves y que resulta ser en definitiva como un auténtico saludo que a veces puede ser una bienvenida o la iniciación de un ataque hacia el desconocido que llega.
Otra curiosa apreciación es el vuelo en ocho que traza en el aire el halcón y que es simplemente un comportamiento agresivo de afirmación territorial hacia un intruso de la misma especie, pero que a veces puede jugar un papel importante al atraer a un halcón del sexo opuesto.
El vuelo en zeta se observa siempre en la época de la reproducción y es muy espectacular, haciendo aparecer enternadamente la cara inferior clara y el dorso gris del halcón, siendo visible incluso desde lejos.
El mismo lugar o nicho es usado año tras año para anidar y existe en ello una extraña fidelidad como sucede con muchas especies de pájaros, de tal modo que pueden estar anidando en un pequeño saliente de un acantilado, aunque allí cerca haya otros que a nuestros ojos son lugares más cómodos y menos peligrosos por lo anchos y protegidos. El ornitólogo inglés John Walpole-Bond, a quien se cita aquí con frecuencia y cuyas apreciaciones se siguen en gran parte, es posiblemente quien ha realizado una más completa observación de los nidos de Halcón común, dando detalles verdaderamente curiosos que serán incluidos de forma resumida. Anida en un grande y alto acantilado marino o en un roquedo de montaña y aprovechando, como ya se dijo, un borde, saliento o la parte llana de un estribo o contrafuerte, un gran agujero, hendidura, el espacio entre la pared del acantilado y algún pináculo rocoso ligeramente saliente. En esta última situación se ven muy pocos nidos y muchos están en agujeros o en grietas. Solamente muy pocos están en lugares auténticamente espaciosos. En 200 nidos examinados por Walpole-Bond uno estaba en un espacio de 1,20 x 1,20 metros, pero la mayoría no tenían más de un metro cúbico. Cada pareja ocupa una amplia zona y rara vez se establece en idéntico sitio para hacer el nido, cambiando a otro de las proximidades. Cada pareja puede tener hasta diez lugares favoritos para establecerse, pero realmente sólo uno o dos son los preferidos. Nunca una pareja abandona su zona y se introduce en la colindante. El Halcón común no construye nido y sí únicamente en la mayoría de los casos una pequeña oquedad en el suelo. Sólo de forma ocasional usan un lugar que antes ya fue utilizado por otra cualquiera de las especies de aves que habitualmente viven en acantilados o rocas de montaña. Los agujeros escarbados en el suelo rara vez tienen un diámetro superior a 20 cm. y una profundidad media de 5 cm. La mayor parte del polvo y la tierra removida está formada por huesos de pájaros que se han pulverizado durante cientos de generaciones después de que los halcones los hayan ido dejando allí. El pequeño agujero para el nido suele estar colocado en el centro de la parte más ancha del saliente o entrante del acantilado y sucede a menudo que el lugar es tan estrecho que justamente cabe allí esta oquedad y el halcón incuba en una posición bien incómoda, sobresaliendo a veces su plumaje por el borde de la repisa.
Poco antes de que el primer huevo sea puesto, la hembra frecuenta el lugar y se sienta en el nido vacío tal como si ya estuviera incubando. La puesta normal es de tres o cuatro huevos, aunque no son raras las de dos y también se ha encontrado alguna de 5 huevos. Ratcliffe (1962) en las puestas examinadas por él en Gran Bretaña, encontró que cuatro puestas eran de 2 huevos, cincuenta de 3 huevos y cuarenta y cuatro de 4 huevos, lo que da un promedio de 3,4 para aquel país. Los huevos son dejados con intervalos de 2 ó 3 días, rara vez de 4. Los largos períodos se atribuyen a hembras que crían por primera vez. La puesta no siempre tiene lugar en las primeras horas de la mañana sino que puede continuar hasta las primeras horas de la tarde. Una vez completada la puesta, los huevos no tocan uno con otro, estando uniformemente separados entre sí de manera que si son cuatro forman un cuadrado perfecto y si tres un triángulo. Walpole-Bond se entretuvo alguna vez en disponer los huevos de forma que se tocasen unos a otros. Pero examinado el nido más tarde ya el halcón los había separado geométricamente. Parece ser que la particular anatomía de los halcones necesita esta colocación especial en la incubación y W. Bond señala que no conoce a ninguna otra especie que esté sometida a tal condicionamiento. La coloración de los huevos varía ampliamente en la tonalidad general entre pardo anaranjado y marrón rojizo con manchas más oscuras. Su forma es ovalada y ancha en general y el promedio de medidas para los correspondientes a la subespecie peregrinus que dan Brown y Amadon para 300 huevos es de 52 x 40,9 mm. Formon (1969) para Francia, en 35 huevos medidos obtuvo un promedio de 51,9 x 41,5 mm., probablemente la misma subespecie Witherby da para 100 huevos en colección británica un promedio de 51,8 x 41 mm. Las puestas suelen comenzar en la segunda semana de abril, aunque se conocen fechas anteriores. En la costa cantábrica no ponen hasta lo últimos días de abril. La incubación es efectuada por ambos sexos y la hembra realiza la mayor parte de la tarea siendo alimentada por el macho que varias veces al día se acerca al lugar con una presa, llamando a la hembra que deja el nido y sale a su encuentro, recibiéndola en el aire de sus patas o cogiéndola al vuelo cuando aquél la suelta, tal como hacen los aguiluchos. El macho puede también aportar presas a una repisa próxima o a la misma del nido donde son recogidas por la hembra.
La incubación comienza con la puesta del segundo o tercer huevo y en todo caso antes de estar completada. Dura de 28 a 32 días, existiendo con frecuencia notables diferencias en el tamaño entre el pollo nacido el primero y el último. Al nacer están cubiertos con un plumón de color blanco crema, muy ralo, con calvas a veces, que es luego sustituido por otros dos, el último muy espeso y que les da a los pollos la apariencia de estar enfundados en una chaqueta de piel de color grisáceo por encima y amarillento pálido por debajo. A los 10-15 días ya comienzan a nacerles las plumas que llevan en las puntas mechones del plumón primitivo y que no destacan bien hasta los 18 días de vida, mostrándose entonces la bigotera de los carrillos como una mancha marrón. A las tres semanas los jóvenes empiezan a realizar ejercicios con las alas y a partir de este momento permanecen mucho tiempo solos en el nido, realizando el primer vuelo a los 35-42 días de nacer. La hembra pasa casi todo el día fuera del nido, pero viene a dormir al anochecer y también se hace presente por cortos períodos durante el día, en los cuales aprovecha para alimentar a las crías con las presas que el macho ha traído, haciéndolo primero con el pollo más desarrollado de forma muy lenta y como estudiada, pero mucho más rápido y como nerviosa con los otros pollos más pequeños. Cuando el macho llega con presas al nido y la hembra está ausente, también él ceba y en presencia de aquélla suele también despedazar la presa, aunque es entonces ella la que ceba. Al final de la reproducción, las presas se acumulan en el nido y son entonces los mismos jóvenes quienes las descuartizan y comen.
Durante el período de la cría la agresividad natural de estos halcones se acrecienta, en especial en las hembras, que acometen a todo intruso que se acerca al nido, sean seres humanos o animales, dándoles aletazos y muchas veces clavándoles las uñas. Según mencionan Brown y Amadon los perros que se aproximan al acantilado son especialmente irritantes para los halcones, que los atacan y hacen huir aterrorizados clavándoles las uñas en la espalda. Cualquier pájaro, Cuervo, Aguila, Gaviota o Ratonero que pasa cerca del nido de los halcones, puede ser perseguido inmediatamente por el macho o la hembra aunque ésta es en general mucho más agresiva. Los ataques suelen ir acompañados por agudos chillidos y en ocasiones los halcones golpean a otros pájaros y les arrancan plumas. R. Elósegui (1974) señala que cada vez que un Buitre pasa cerca del nido de Halcón, sale la hembra en persecución suya, huyendo aquél con toda la rapidez que puede, aunque con frecuencia sufre roturas en las plumas de las alas como consecuencia de los impactos del furioso pájaro. Muchas veces los buitres deben abandonar sus nidos al ser continuamente hostigados por los halcones. Estos ataques, en estimación de Elósegui pueden ir dirigidos con éxito contra aves de presa tan formidables y agresivas a su vez como el Aguilá perdicera Hieraaetus fasciatus. El presenció cómo una de éstas que llevaba un gazapo en sus garras, fue obligada a soltarlo por una pareja de halcones que se apoderaron en pleno vuelo de la presa que caía al vacío. No obstante estas apreciaciones de Elósegui, el Aguila perdicera mata con frecuencia halcones comunes y en especial son víctimas de ella los que están educados para la cetrería. Brown y Amadon citan casos en los que los persistentes ataques de los halcones han molestado de tal forma a águilas que anidaban próximas a ellos que aquéllas abandonaron el nido.
Después de salir del nido los jóvenes halcones a los 35-42 días de su nacimiento, permanecen durante uno-dos meses en la zona de cría y son enseñados a cazar por los adultos. Con una atenta observación y sin necesidad de fijarse en la coloración del plumaje pueden descubrirse los jóvenes por la torpeza con que se conducen los primeros días, sobre todo, comparando su vacilante vuelo con el de los adultos. Cuando éstos traen alguna presa, unas veces la sueltan en el aire para que los jóvenes la cojan al vuelo, cosa que no siempre consiguen, pero en la mayoría de los casos los adultos se dirigen a un posadero con ella y allí ceban a los jóvenes como si aún estuvieran en el nido.
Cada año salen de los nidos un promedio de dos o tres jóvenes y prácticamente el Halcón común no tiene más enemigo en la Naturaleza que el propio hombre. Sin embargo, Formon (1969) considera como grandes enemigos, en especial de los jóvenes halcones, al Búho real Buho buho y al Azor Accipiter gentilis. También al Gato montés Felis sylvestris para quien muchos nichos de Halcón común situados en la montaña son accesibles. Hoy la tasa de reproducción no puede calcularse con un carácter general, sino sólo para zonas individuales desde que la creciente contaminación está produciendo una considerable esterilidad y destrucción de los huevos como luego se verá. Provisionalmente puede estimarse que cada pareja cría de forma que alcancen un año de edad, por lo menos dos pollos. La expectativa de vida de un Halcón común que ha superado la inmadurez, puede llegar a ser de 12 años en casos excepcionales, pero normalmente el promedio de vida de los halcones sexualmente maduros no supera 2-3 años.
El Halcón común es el ave de presa que ocupa en el mundo una mayor extensión, reproduciéndose en todos los continentes y en América desde el oeste de Groenlandia hasta Tierra del Fuego en el Sur. También es una de las mejor estudiadas y se han determinado con seguridad 15 subespecies o razas diferentes Cría en toda Eurasia a excepción de Islandia y una estrecha zona al norte de China. Las poblaciones norteñas son migradoras en el otoño e invernan al Sur de su área geográfica. En general, no es abundante en ninguna parte de Europa y ha sufrido una enorme baja en su densidad debido a las causas que luego se resumirán. En las Islas Británicas está considerado como escaso (Snow 1971) y aparte de un número muy pequeño de parejas en Inglaterra y Gales, la mayor parte de la población se concentra ahora en las tierras altas escocesas.
Para Francia, Terrasse en 1965 estimaba que la población de Halcón común no era superior a 150-180 parejas cuando en 1945 había cerca de 500. Actualmente, (1975), la situación puede considerarse como catastrófica. Terrase, en un minucioso estudio realizado en 1969 preveía que en un plazo de muy pocos años el Halcón común habría desaparecido de Francia. Según sus apreciaciones en ese país, del mismo modo que en Norteamérica y en Gran Bretaña, la desaparición ha comenzado por zonas de grandes cultivos y de fuerte utilización de pesticidas organoclorados y continúa poco a poco en las demás regiones en función de su grado de contaminación.
En la Península Ibérica e Islas Baleares, de ser un pájaro abundante ha pasado a ser francamente escaso en todas las regiones, Bernis (1966). Más abundante parece en el invierno con la llegada de algunos invernantes europeos. Existen zonas determinadas en Iberia donde aún son relativamente numerosas las parejas.
Ya se ha dicho que los halcones que se reproducen en zonas del norte de Europa emigran hacia el Sur, siguiendo con preferencia una tendencia al Sudoeste, como lo prueba el anillamiento que ha proporcionado recuperaciones de halcones comunes noruegos en Gran Bretaña y Francia; suecos en Gran Bretaña, Francia, Alemania, etc.; finlandeses en Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia; estonas y letonas en Alemania, Francia y Suiza. Según Bernis una minoría de estos halcones puede alcanzar Iberia y así, dos anillados en Suecia como pollos en el nido en junio fueron capturados al invierno siguiente en Asturias y en Ribatejo (Portugal) ; otro anillado en la Laponia sueca (¿subespecie calidus?) como pollo en el nido en julio, fue recuperado en Santander en el invierno de su segundo año de vida. También dos finlandeses anillados como pollos en el nido en junio fueron capturados en su primer año, uno en Santander y el otro en Sevilla. Todas estas capturas invernales en Iberia, junto con las innumerables que en los últimos 20 años de halcones no anillados cazados en las palomeras navarras y en los campos vascongados, son sin duda prueba evidente de que la Península Ibérica es una buena zona de invernada de halcones europeos, variable probablemente en función de duras condiciones meteorológicas en el centro de Europa. Bernis sospecha que algunos pueden incluso alcanzar el norte de Africa.
En Iberia el Halcón común es sedentario, pero algunos jóvenes del año efectúan desplazamientos relativamente distantes de su lugar de nacimiento en cuanto son totalmente independientes. Esta dispersión posgenerativa se evidencia con la recuperación de uno anillado en la provincia de Madrid, como pollo en el nido, en mayo y que a los tres meses fue recuperado a 65 km. de distancia dentro de la misma provincia.
La disminución del número de parejas de Halcón común que se reproducen en Europa ha sido verdaderamente escalofriante. En 1965 la desaparición de halcones había llegado a extremos de verdadera catástrofe en Francia, Alemania Oeste y Este, Suecia, Finlandia, Irlanda, etc. Esta situación obligó a los naturalistas responsables a iniciar e impulsar estudios para determinar con claridad las causas de esta drástica disminución. Pronto se apreció que descartando los enemigos naturales, muy escasos y que siempre han existido, la causa debería obedecer a un nuevo factor que había que descubrir. El primer síntoma de la «enfermedad» se manifestó cuando los investigadores apreciaron un adelgazamiento progresivo en la cáscara de los huevos, rotura consecuentemente de éstos por los mismos pájaros en el nido, reducción del número de huevos eclosionados, menores puestas y parejas infértiles que se establecían pero no criaban. No se pueden ni siquiera resumir aquí los trabajos especializados que se efectuaron en algunos paises sobre todo en Gran Bretaña, con innumerables análisis de laboratorio para determinar la presencia de productos químicos indestructibles en la yema de los huevos y en el cuerpo y sangre de los propios pájaros. Especialmente los residuos de insecticidas organoclorados eran tan abundantes que no hubo duda sobre las causas principales de la disminución de la especie. Pero esta situación, que muchos miraron al principio con indiferencia, creó una gran inquietud porque se trataba simplemente de un serio aviso de lo que en un futuro no lejano puede ocurrir con el propio hombre que se alimenta de productos contaminados y vive en un ambiente en el que la polución está en todas partes.
Con ser la contaminación uno de los mayores problemas a vencer para mantener y aun aumentar la actual población de Halcón común, no lo es menos también la auténtica moda de la cetrería que se ha extendido por Europa y que está haciendo un incalculable daño a muchas aves de presa. Monneret (1973) ya denuncia que desde 1950 los «turistas» alemanes se dedican a transportar en sus vehículos hasta una veintena de jóvenes halcones cogidos en los nidos. La operación era fácil porque estos traficantes se presentaban ante la población campesina francesa como benefactores que les libraban de las peligrosas aves de rapiña. Esta triste situación se ha trasladado a la Península Ibérica donde disfrutábamos de una libertad de contaminación en muchas zonas habituales del Halcón común. Desde hace unos años muchos extranjeros y nacionales desaprensivos se dedicaron a expoliar los nidos y a comprar los pollos de los nidos que los lugareños les facilitaban con gran entusiasmo y que luego aquellos traficantes vendían a precios que de citarse aquí parecerían a todos increíbles. Muchos que se titulaban ornitólogos o naturalistas y que bajo el pretexto de actividades científicas o cetreras han obtenido cuantiosos beneficios expoliando un bien que pertenece a todos los españoles por igual. La rapiña cometida en los nidos de Halcón común en determinadas provincias del centro de España es una historia que algún día se escribirá y debería de llenar de sonrojo a más de un seudocientífico.
Garzón (1973) estima que en la última década los tratamientos fitosanitarios parecen haber comenzado a influir sobre la reproducción de nuestros halcones, pues «el número de puestas infecundas que hemos conocido durante 1973 alcanzó el 30 por 100 de los nidos controlados, mientras que el número de pollos que llegaron a volar fue aproximadamente un 50 por 100 inferior al de 1969. Por otra parte, la nefasta moda de la cetrería también ha repercutido muy negativamente sobre esta especie. Actualmente sólo en Madrid y sus alrededores existen, según nuestros datos, unos cien «halconeros» responsables directos de que anualmente sean expoliados, más de 50 jóvenes halcones». El mismo Garzón realiza una estimación que sorprende por la trascendencia que la rapiña de nidos en la Península Ibérica puede tener sobre la población del Halcón común. Si se calcula que las depredaciones de nidos comenzaron en 1960, estimación optimista, desde entonces habrían sido capturados en la zona más de 700 ejemplares, cifra demasiado elevada para que se siga autorizando «legalmente» la cetrería.