Gorrión Molinero
Las aves de España

Gorrión Molinero


El Gorrión Molinero es la versión campestre del conocido Gorrión Común, tan frecuente en todas las poblaciones españolas. A diferencia de lo que ocurre en este último, en el Molinero los dos sexos son iguales. Este gorrión trina como el común, pero su voz es más estridente y sus notas son características: «chip, chip» y «tec, tec». El trino es simple y suele emitirlo desde un posadero en un árbol, cantando a veces en coro. La parada nupcial del macho se compone de inclinaciones, extendiendo las alas y elevando las plumas de la coronilla. Tras la época de cría, se forman bandos integrados por jóvenes y adultos, que abandonan los lugares de nidificación; estos bandos erráticos vagabundean por rastrojos y barbechos, en los que se unen a otros gorriones, fringílidos y escribanos. Posteriormente, los adultos suelen retornar a sus sitios habituales, mientras que los jóvenes, en bandos conjuntos, realizan movimientos más o menos dispersos. En primavera vuelven a establecerse en sus agujeros de cría, pudiendo las aves nacidas el año anterior criar en sitios no muy lejanos.

Familia:Páridas
Nombre cientifico:Passer montanus
Orden:Passeriformes
Caza:Especie Protegida
Longitud:14
Habitat:Cultivos
Identificación:Dorso pardo; partes inferiores grisáceas; puede distinguirse del Gorrión Común por su menor tamaño y combinación de píleo pardo chocolate, babero negro más pequeño y manchas negras en cada mejilla; sexos iguales.
Nidificación:Ambos sexos construyen un nido de hierbas secas, paja y diverso material, forrado con plumas, usualmente en agujeros, pero techado cuando está al aire; a veces usa cajas anideras; puesta, normalmente de abril a julio, de 3 a 5 huevos, blancos, a menudo con fuertes pintas pardas o castaño rojizas; incubación por los dos padres, alrededor de 11 días; los pollos, alimentados por la pareja, dejan el nido sobre los 13 días; dos crías, algunas veces tres.
Alimentación:Principalmente semillas de herbáceas, algún grano; también insectos y larvas.

El tamaño más pequeño y su apariencia más frágil diferencian bien al Gorrión molinero, Passer montanus, del común. Ambos sexos tienen el plumaje igual y los rasgos más notorios son el píleo, nuca y lados del cuello de color pardo achocolatado fuerte, el babero negro de la garganta y parte superior del pecho, más pequeño que en el macho de Gorrión común y más aún que en Passer his­panoliensis y, sobre todo, la muy notoria, aun­que pequeña, mancha negra de las plumas auriculares que destaca bien sobre el blanco plumaje de la cara. Las partes superiores son pardo amarillentas, listadas de negro en las plumas escapulares y en la base del cuello, mientras la espalda y el obispillo son pardo amarillento uniforme. El resto de las alas es pardo oscuro con dos bandas estrechas blan­quecinas formadas por las puntas de las plu­mas cobertoras. El vientre y el pecho son blancos o blanco grisáceos.

Los jóvenes se parecen bastante a los adul­tos, pero la cabeza es más grisácea y, observados en la mano, se aprecian bien puntas negras en las plumas. En las partes superiores no hay tonos rojizos, sino pardos, y la cara es más gris, no tan blanca. Las bandas de las alas son menos visibles y su tono es beige.

En la primavera el pico es negro, cambiando su pardo negruzco en el otoño e invierno con tinte amarillento en la base de la mandíbula inferior. Los tarsos y los pies son pardos en general, pálidos, mientras el iris de los ojos es oscuro.

No existe mucha diferencia en las costumbres entre las diversas especies de gorriones. Sin embargo, hay que decir que el Gorrión molinero es más tímido y, aunque también frecuenta huertos de frutales cercanos a granjas y caseríos, procura mantenerse algo alejado de las viviendas y del hombre. Habita alamedas arboladas, parques, grandes jardines y ocasionalmente campos rocosos y lugares cercanos a la costa y acantilados. No obstan­te, en estos últimos es escaso y las parejas están dispersas. En otoño e invierno es gregario, formándose grandes bandos que pueden unirse a otros de fringílidos y vagar por los campos y rastrojeras. No pocas veces vive en compañía del Gorrión común, pero, a diferencia de éste, prefiere posarse en árboles. También frecuenta tejados de pajares y cobertizos en la campiña, pero, sobre todo, sotos fluviales. Su vuelo es más ágil que el de otros gorriones y a menudo se muestra muy inquieto volando de uno a otro árbol.

Su característica nota es un breve, pero fuerte, ¡¡chip!! o ¡¡chi-ip!!, emitido en tono alto y penetrante. Cuando salen volando o pasan sobre nosotros los bandos o la pareja solitaria, lanzan un áspero y repetido ¡¡teck-teck!! Pocas veces se le puede oír cantar. Cuando lo hace, emite una serie ininterrumpida de chi­rridos o gorjeos disonantes no exentos muchas veces de cierta musicalidad. Fijándose bien, su voz es muy monótona y podría expresarse como ¡¡cherr-tujuit!! Walpole-Bond (1938) interpreta su canto como repetición «con gran gusto», son sus palabras, de las sílabas ¡¡tui-it-it-it-it-chit!! Varios machos pueden cantar a coro, pero, en general, este pájaro prodiga poco su voz y es más corriente que cada macho cante esporádicamente y por separado. Normalmente se le puede oír durante todo el año desde finales de enero hasta noviembre. En la época de la reproducción es un pájaro verdaderamente ruidoso (marzo, abril y mayo). Prácticamente permanece si­lencioso desde la segunda quincena de julio hasta finales de septiembre.

La alimentación es variada. Lo mismo come semillas de cereales cultivados que de plan­tas silvestres y muchos insectos y arañas. Probablemente es de todos los gorriones el que más insectos devora.

Las manifestaciones del celo tienen en el Gorrión molinero algunas diferencias con las del Gorrión común. Más silencioso, al cortejar a la hembra levanta las plumas de la cabeza y el cuello, sus alas rozan el suelo y la cola se despliega en abanico. La hembra toma parte de estas manifestaciones imitando al macho en sus carreras circulares.

Los nidos son construidos normalmente en el interior de agujeros en árboles y también en los edificios, rocas o aprovechando otros viejos de urracas, cornejas y, sobre todo en los túneles del Avión zapador, Riparia riparia, con el que coincide muchas veces en su hábitat. Los árboles con agujeros medio ocultos por la hiedra le atraen especialmente. También otros nidos son hechos debajo de las tejas y aleros e incluso tuberías de desagüe. Los que están al descubierto tienen forma esférica, con un agujero de entrada lateral, pero habitualmente poseen poco techo y están formados simplemente por tallos secos, hierba y paja, forrados en su interior con plumas y plumón. Ambos sexos los construyen y se pa­recen mucho a los del Gorrión común, pero son algo más pequeños. Hasta abril no hay nidos completamente terminados. En marzo son ocasionales. Las primeras puestas son escasas a finales de abril y más corrientes en la primera decena de mayo. Cada puesta consta habitualmente de cuatro-seis huevos, no pocas veces de tres y muy raras las de dos y siete. Son más oscuros que los del Gorrión común y también más pequeños en promedio. El color de la cáscara es el blanco grisáceo, pero está enmascarado porque las manchas parduscas son muy densas y cubren muy corrientemente casi toda la superficie. Como su­cede con otros gorriones, la variedad es muy grande y resulta difícil dar aquí algo más que una idea. Hay huevos atípicos que poseen la cáscara muy pálida y punteado muy fino, pardusco, casi imperceptible. Otros están profu­samente marcados de manchitas violáceas y, en general, hay muchos con dibujos abigarrados uniformemente repartidos, de color pardo siena o violeta. Jourdain, para 100 huevos de origen británico, da una media de 19,3 x 14,01 mm. con un máximo de 20,8 x 13,3 mm y un mínimo de 17,5 x 13 mm. Ambos sexos incuban durante doce-trece días (doce­catorce, Jourdain), y los pollos, al nacer, carecen de plumón, teniendo el interior de la boca de color rosa no muy brillante, notándose algunas veces un punto oscuro en el extremo de la lengua; las comisuras son de color amarillo pálido. Ambos padres los alimen­tan con muchos y grandes insectos, y el desarrollo es rápido, saliendo del nido a los doce-catorce días. Pronto son independientes y, aunque continuamente piden comida, por lo menos hasta cumplir el mes, ya son capaces de procurársela ellos a los veinticinco días. Dos crías en cada temporada son normales, pero en gran parte de Iberia las parejas alcanzan a realizar por lo menos tres puestas.

Los jóvenes gorriones, una vez que los pa­dres han comenzado otra nidificación o cuan­do ya son independientes, forman grandes bandos que, en principio, permanecen cerca del lugar donde nacieron, pero pronto reco­rren los campos de labor uniéndose con frin­gílidos, gorriones comunes y gorriones mo­runos. En el mes de agosto los bandos están ya formados por jóvenes y adultos que han criado, y, en una somera observación, resulta difícil separarlos. Esta trashumancia de otoño e invierno dura hasta marzo, en que paulati­namente van volviendo a sus lugares de ori­gen.

Passer montanus se reproduce en gran parte del continente europeo, pero falta en Finlandia y mitad septentrional de Suecia y Noruega, país este último en donde es local en la zona costera hasta el Cabo Norte. Falta también en Islandia y sur de los Balcanes. En muchos lugares de su amplia área es local o se reproduce en número muy escaso y dis­perso. En otros es numeroso o casi numero­so. En la Península Ibérica parece tener una mayor densidad en Castilla Rioja, el Sur y Le­vante. Por lo menos en estas zonas se ven bandos más numerosos, que, sin embargo, pueden estar formados por migrantes euro­peos o trashumantes de la propia Iberia. En el norte de la Península las parejas están dis­persas y las colonias son menos numerosas que en el centro-sur. Pero no falta en la mayor parte de la campiña. Más escaso es en Por­tugal, donde no cría en extensas zonas, y es local junto a la frontera con España. Hay, no obstante, una considerable variación en el nú­mero de parejas que se reproducen de un año a otro. Lugares donde una colonia de seis­-doce parejas ha criado bien una primavera, pueden quedar desiertos al siguiente año sin explicación aparente.

En Baleares es visitante ocasional durante la migración. Las citas son antiguas y algunas poco seguras. Se aprecia en extensas zonas del centro y este de Iberia un creciente au­mento del número de parejas que anidan. Mu­chos de los nidos artificiales colocados en bosques y en plena campiña son ocupados por este pájaro, aparentemente por falta de agujeros naturales, que son siempre preferi­dos a setos, enredaderas y tejados. En 1971 y 1972 nada menos que 10.434 pollos fueron anillados en estos nidos. La Sociedad Espa­ñola de Ornitología anilló, hasta 1972, no me­nos de 14.587 Passer montanus, pero no hubo recuperaciones lejanas de interés que comentar. En el tercio oriental parece mos­trarse como muy sedentario, y probablemente el erratismo y la trashumancia afecten más a los más jóvenes del año. En general, Passer domesticus y Passer montanus se excluyen. Este último es el Gorrión típico de la campiña, y donde una especie anida, normalmente la otra no lo hace. En el norte de su área de re­producción europea la migración hacia el Sur es un fenómeno regular y notorio, por desa­rrollarse a la luz del día. Muchos de estos pá­jaros siguen las costas, y los movimientos son intensos por campos y rastrojos, formando bandos separados o juntos con fringílidos y embencidos. En la Península Ibérica el paso otoñal por ambos extremos de los Pirineos es también notorio y abundante en octubre, pero no tanto en primavera (marzo y abril). Al norte de África llegan accidentalmente (Balsac y Mayaud, 1962). Pineau anilló un ejemplar en octubre de 1973 en Tanger. Thevenot (1974) capturó uno cerca de Larache en octubre de 1972. Esta cita es, sin duda, un claro caso de erratismo hacia el Sur de gorriones de la po­blación ibérica. Thouy (1974) anilló un nuevo ejemplar en abril de 1973. Cuando fue cogido estaba en compañía de Passer domesticus y Passer hispanofiensis. Observaciones poste­riores en Marruecos permiten asegurar que existe una indudable expansión hacia el sur del área de erratismo invernal, aunque tam­bién pudiera tratarse de simples casos de va­gabundeo accidental (Thévenot y Thouy).

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