Aguila Imperial Ibérica
Las aves de España

Aguila Imperial Ibérica


España cuenta aún con una de las más hermosas y raras aves del mundo: el Aguila Imperial. Sin embargo, esta obra maestra de la naturaleza se encuentra actualmente en grave peligro de extinción, ya que sus efectivos han disminuido peligrosamente en los últimos tiempos. En la actualidad las águilas españolas de esta especie, de raza distinta a las del resto de Europa, ascienden a una decena de parejas en las Marismas del Guadalquivir, y alguna otra por el sur y centro del país. Nidifica en arboles bien visibles, donde construye un nido enorme, que suele cambiar de emplazamiento casi todos los años, siempre dentro de un mismo territorio. No pone todos los años. Habita en zonas de arbolado poco denso, pero con abundante bosque bajo, mezclado con espacios abiertos donde caza todo tipo de presas, especialmente conejos y aves de especies diversas, según las características del territorio. Con frecuencia la pareja caza junta.

Familia:Accipítridas
Nombre cientifico:Aquila heliaca
Orden:Falconiformes
Caza:Especie Protegida
Longitud:85
Habitat:Monte bravío
Identificación:Grande, pesada; adulto, tono general pardo-negruzco, píleo y nuca amarillo-crema en aves viejas, hombros visibles, algunas cobertoras alares blanco puro, que en vuelo parecen una franja blanca en el borde anterior del ala; hembra, mayor que el macho; jóvenes, pardos, más claro.
Nidificación:Ocupan indistintamente uno de los varios nidos de que disponen o bien construyen uno voluminoso en la copa del alcornoque, pino u otros árboles, con materiales a su alcance, revestido de ramas con hojas verdes; puesta, finales de febrero-mayo, de 2 a 3 huevos blancuzcos, ligeramente manchados de pardo rojizo; incubación, por la pareja, 45 días; los pollos, alimentados por los dos padres, pero principalmente por la hembra, dejan el nido sobre los 70 días.
Alimentación:Principalmente conejos, liebres, gran variedad de aves y algunas crías; culebras, lagartos, mamíferos pequeños; ocasionalmente carroña y rara vez insectos.

El Aguila imperial Aquila heliaca es una de las aves de presa más escasas en el continente europeo, y se da la circunstancia de que la subespecie adalberti, que es la que se reproduce en la Península Ibérica, posee características en la coloración de su plumaje que la diferencian bien de la forma tipo heliaca. Se trata de un águila de fuerte constitución y plumaje casi uniforme marrón rojizo por encima y sobre el que destaca mucho el color blanco de los hombros, unas manchas de forma irregular bastante más extensas que en la forma heliaca.

El plumaje de los adultos es marrón muy oscuro, algunas veces con tonos rojizos en la parte superior de la espalda. Las plumas de la cabeza y el cuello muy claras y de característica forma lanceolada, normalmente son amarillentas o blanco cremoso y vistas a distancia parecen completamente blancas, sobre todo en águilas viejas. La frente es marrón oscuro, casi negra a veces, pero quizá el detalle más destacado de su plumaje lo constituyan las manchas blanco puro de los hombros de extensión variable, probablemente en relación con la edad de los pájaros y el borde anterior de las alas también blanco. La cola es en su parte superior de color gris claro, casi blanca con frecuencia o punteada de marrón y con una ancha banda subterminal negra y puntas de las rectrices blancas. El resto del plumaje es marrón oscuro casi negruzco. El iris tiene color avellana y la cera y las patas son amarillas.

Las águilas jóvenes son de color rojizo pálido con la garganta blanquecina lo mismo que el obispillo. La cola puede ser marrón rojiza o grisácea con el extremo amarillento ocráceo, color que pronto pierden en la primera muda. Cuando vuela se le aprecia una extensa mancha blancuzca en la base de las plumas primarias. El iris es marrón oscuro y la cera y las patas amarillas. A los dos o tres años aparecen las plumas marrón oscuro en la garganta y pecho y en la parte superior e inferior de las alas, siendo el vientre todavía amarillento. El plumaje completo de adultos lo alcanzan entre los seis y ocho años.

Cuando vuelan ofrecen, vistas desde abajo, un aspecto mucho más claro en las jóvenes, salvo en las plumas de vuelo (primarias y secundarias) que son muy oscuras, lo mismo que la cola. Los sub-adultos a los tres años ya son más oscuros, pero todavía se les aprecia a través de las alas una línea más clara que contrasta mucho con el fondo oscuro del resto. Los adultos son muy oscuros con únicamente un matiz pálido en el vientre.

Las variaciones individuales en el color del plumaje son muy frecuentes en esta especie lo mismo que en otras aves de presa. Sin embargo, la mayor parte de las veces esto obedece únicamente a la edad y al estado de la muda, pero no a una determinación subespecífica como se ha querido ver. Algunas águilas sub­adultas (de tres años), tienen un plumaje notablemente claro, crema o amarillento, mezclado con parches o zonas del plumaje de color marrón o pardo y que si se ven de cerca producen confusión al tratar de identificarlas. No existe, por supuesto, una constante en la coloración del plumaje de águilas de la misma edad.

La hembra es algo mayor que el macho, pero la diferencia no es tan notable como en otras especies para ser apreciada a simple vista y mucho menos a la distancia a que normalmente pueden ser observadas estas águilas. Su comportamiento en el nido varía también y es aquí donde la diferente conducta y actitudes distinguen los sexos.

El Aguila imperial se remonta con alas extendidas y planas no en amplia V, como el Aguila real Aquila chiysaetos, y formando un ángulo recto con el cuerpo. También cuando planea mantiene rectas las alas, y si las bate las lleva ligeramente anguladas hacia adelante, y si se la ve desde abajo sus alas son más rectangulares, no tan curvadas, y la cola es más corta, llevándola generalmente cerrada, no desplegada como otras águilas. Cuando vuela o planea, aunque lo hace con gran parsimonia, da la impresión de ser un pájaro más pesado y lento de maniobra que el Aguila real. Sin embargo, los adultos a partir del sexto año son más ágiles que los inmaduros.

Cuando se ve al Aguila imperial posada produce la impresión de ser un pájaro con el plumaje casi negro y su aspecto es muy perezoso e indolente, resultando entonces inconfundible con cualquier otra especie, no sólo por el tamaño, difícil a veces de apreciar sin tener a otra especie como referencia, sino por la cabeza y cuello de color tan pálido que vista de lejos ya se ha dicho que parecen blancuzcos y sobre todo por las manchas blanco puro de los hombros. Solamente puede ser confundida con el Aguila real en una somera observación y cuando se la coge se aprecia cómo sus garras son mucho menos potentes y la uña posterior muy corta. Brown y Amadon dan como medidas para esta uña en el macho 35-36 mm. y para la hembra 38-43 mm.

Salvo en la época de la reproducción el Aquila imperial es muy silenciosa, pero durante la cría se vuelve bastante ruidosa, emitiendo una especie de sonoro ladrido: «¡¡ jrao, jrao, jrao !!». Otros ornitólogos describen numerosos gritos escuchados por ellos, todos emitidos en tono áspero y muy cortos, un solo «¡kaok!» al volar, y acelerados «¡kokoko­ko!» ó «¡gock-gock-gock !».

Vive en zonas montañosas a no muy elevada altura, pues requiere para anidar árboles en general corpulentos y terreno despejado o monte bajo para cazar sus presas. Muchas veces vive en la campiña a bajo nivel con árboles dispersos aquí y allí. Parece ser, entonces, que su hábitat está muy condicionado lógicamente por la abundancia de presas de tal modo que pueden reducir su territorio mucho, y cuando la densidad de águilas es alta, los nidos pueden encontrarse separados entre sí por muy cortas distancias. En el sudoeste peninsular, los biotopos del Aguila imperial coinciden sensiblemente con los del Buitre negro Aegypius monachus, encontrándose ahora la mayoría de los nidos junto a los de éste. Su querencia a las provincias del cuadrante sudoeste español puede principalmente ser debida a la abundancia en aquella zona de lagomorfos (conejos y liebres) que parecen fundamentales en su alimentación.

El Aguila imperial es un pájaro notablemente perezoso que pasa gran parte del día posado como adormilado en la caña de un árbol o en otro punto prominente. Sin embargo, también se le puede ver planeando o remontándose a gran altura, dando entonces la sensación de que en realidad no es tan indolente como se cree normalmente.

La población ibérica, subespecie adalberti, es sedentaria, realizando cortos desplazamientos, pero la subespecie heliaca del sudeste europeo es migradora en parte, alcanzando en el otoño el norte de Africa tropical.

No existe evidencia alguna de que capture presas al vuelo, pequeños y medianos pájaros, pero sin embargo los atrapa con relativa facilidad si están en el suelo. Caza casi siempre en terrenos muy despejados y procurando que no haya mucha maleza y arbustos. El vuelo de caza lo efectúa a no mucha altura y cuando descubre una presa, se lanza en un picado deteniéndose a intervalos y frenando unos instantes antes de atacar a su víctima. Durante la caza ronda con frecuencia los cortijos y casas de labranza y cualquier volátil doméstico puede entonces estar en peligro

La alimentación es muy variada, incluyendo como ya se ha dicho, mamíferos de tamaño mediano, fundamentalmente conejos Oryctolagus cuniculus y liebres Lepus capensis. Pero no desdeña pájaros de buen tamaño, especies cinegéticas sobre todo y reptiles, casi siempre lagartos. También come carroña y animales domésticos recién muertos. La captura de chivos y corderos de pocos días es muy improbable, pero muy a menudo come sus carroñas cuando quedan abandonadas en el campo. Se insiste con frecuencia en que los peces y los insectos no son desdeñados.

Las observaciones de águilas imperiales comiendo o capturando presas no son escasas entre los ornitólogos españoles y muchos nidos han sido exhaustivamente estudiados.

Garzón (1973) en catorce controles de nidos da los restos de las siguientes presas: Lagarto ocelado (1), Anade real (1 juv.), Gallina doméstica (3 juv.), Perdiz común (1), Paloma torcaz (7), Urraca (2), Arrendajo común (2), Alcaudón real (1 juv.), Mirlo común (2), Conejo (7) y Liebre (6 juv.). En cuatro estómagos examinados determina restos de Perdiz común (2), Paloma torcaz (2) y Conejo (1 ).

El mismo Garzón comenta que según estos datos el Aguila imperial captura indistintamente jóvenes liebres o conejos, dependiendo de la abundancia relativa de cada especie, en el cazadero de las diferentes parejas. Las aves que no captura en el suelo debe arrebatarlas de posaderos prominentes. Se nota que, en la mayoría de los casos, las capturas de pájaros se refieren a jóvenes recién volados del nido. De aquí se deduce una vez más la poca habilidad que este águila tiene para, en sus picados oblicuos, maniobrar sobre un pájaro que con rapidez se oculta entre las ramas y sobre todo cómo el Aguila imperial rehuye cualquier choque con la vegetación, ramas y arbustos, como si sintiera especial aversión a estropear su plumaje.

Valverde estima como pesos medios para sus presas preferidas de 500 a 2500 gr. Las horas de caza son pocas durante el día, limitándose normalmente a hacerlo entre las 10 y las 12 de la mañana y desde las 17 horas hasta el anochecer. El Aguila imperial ocupa un territorio de extensión muy variable, pues, como ya se indicó, a veces las parejas se reproducen muy juntas, situación sin duda relacionada con la cantidad de presas asequibles. Pero normalmente las parejas están aisladas ocupando un extenso territorio que puede comprender toda una ladera de una montaña incluyendo sotobosque y terreno despejado que es donde las águilas efectúan sus correrías en busca de presas.

Los nidos son construidos generalmente en árboles, a veces a baja altura. Fundamentalmente en el sudoeste español utiliza con preferencia alcornoques Quercus suber y quejigos Quercus lusitanica, pero también haya Fagus sylvatica. Pino piñonero Pínus pinea y Pino silvestre Pinus sylvestris, Encina Quercus ilex y Fresno Fraxinus excelsior, y casi siempre a altitudes que varían entre 300 y 900 metros, según Garzón, quien también dice haber conocido nidos en Gredos y Somosierra hasta unos 1.500 metros sobre el nivel del mar.

El nido es una enorme estructura que cuando está sobre un alcornoque solitario puede ser vista a gran distancia. Otras veces es muy pequeño, no llegando a tener un metro de diámetro. Cada pareja tiene en general dos o tres nidos usándolos en rotación, pero esto no parece ser una norma en el Aguila imperial, que con frecuencia usa un solo nido por varios años consecutivos. Un nido con medidas que pudiéramos calificar como standard sería de un diámetro de 1,5 m. por 60 cm. de espesor, pero esto puede ser válido sólo para nidos construidos por primera vez, porque los que llevan de uso continuado varios años llegan a ser las grandes estructuras que ya se ha dicho, con un diámetro que con frecuencia sobrepasa los dos metros y casi otro tanto de espesor. Los construyen de palos secos y están recubiertos con hierba seca, ramitas verdes, etc., materiales que son aportados por ambos adultos, pero la hembra realiza casi toda la función constructora en el interior del nido. La construcción de un nido nuevo dura mucho tiempo y es difícil saber cuándo comienza realmente, pero veinte días antes de la puesta del primer huevo el trabajo de aportar materiales se intensifica. La reparación de uno ya usado en años anteriores les ocupa entre 10 y 15 días, a veces más.

Los vuelos nupciales difieren poco de los de otras especies, y la pareja se remonta acompañándose con sus típicos gritos que son más bien auténticos ladridos, cortos y roncos. Lo mismo el macho que la hembra «pican» uno hacia el otro y el que está más abajo se vuelve de espaldas y presenta las garras a su pareja.

Sin embargo, rara vez llegan a tocarse y trazando círculos en el aire y gritando al unísono acaban posándose en el suelo o en un árbol. Estos vuelos comienzan casi siempre a finales del invierno; no obstante, no son infrecuentes cuando aún está lejos la época de la reproducción.

La puesta consiste generalmente en dos o tres huevos. Rara vez uno y excepcionalmente cuatro, dejándolos en los primeros días de marzo, aunque existen datos de una puesta en mayo. Garzón deduce de sus innumerables observaciones de nidos y puestas que en los casos de un nido con tres huevos, la incubación comienza una vez puesto el segundo, ya que en todos los casos conocidos por él, los dos primeros pollos nacían simultáneamente, mientras que el tercero se caracterizaba por un retraso con respecto a los otros dos de cuatro días. En cambio, en los casos de puestas de sólo dos huevos la incubación parecía entonces empezar con la del primero, pero este detalle requiere ulterior comprobación. Entrar en estos detalles nimios parece a simple vista pueril, si no fuera que la situación del Aguila imperial, conlleva una importancia ecológica incalculable, pues se trata de la supervivencia de una especie única en el Mundo y que los españoles tenemos el privilegio de poseer y la obligación de cuidar como un verdadero tesoro natural.

Los huevos tienen en general color blancuzco manchado de pardo y están marcados con pequeños puntos grises o violáceos y escasos puntos marrones. Se dan como promedio en las medidas para la subespecie adalberti 73 x 56,9 mm. La incubación es realizada por ambos sexos, pero mucho más por la hembra, trayendo durante este período el macho las presas al nido. La duración es de 43 días, naciendo los pollos con intervalos de varios días si las puestas superan los dos huevos, tal como ya se ha indicado. Entonces sucede que, como el primero supera en tamaño y fuerza al tercero en nacer, éste es considerablemente más débil y casi siempre perece, aunque casos en que los tres salen felizmente adelante han sido atestiguados en varias ocasiones por los ornitólogos españoles.

La agresividad de los pollos de Aguila imperial es muy grande y comienza ya nada más nacer, contribuyendo, desde luego, a que uno de ellos, el más débil pueda perecer con facilidad. De dos pollos en el mismo nido uno suele con frecuencia estar ensangrentado de los picotazos que le da su hermano por lo que las causas de la muerte y lanzamiento al suelo de estos aguiluchos se multiplican por causas que pudiéramos llamar naturales. Huevos estériles, posiblemente algunos contaminados con insecticidas, destrucción de un tercer huevo por los dos pollos nacidos cuatro días antes que lo pisotean y cubren de deyecciones, caída de los pollos fuera del nido, no precisamente muy infrecuente y muerte de uno de ellos por otro, son causas que contribuyen a que la especie sufra grandes pérdidas que hay que unir a las producidas por agentes exteriores.

A los 15 días de vida ya les comienzan a apuntar los primeros cañones de las plumas a los pequeños aguiluchos, pero no es hasta un mes de edad en que ya les crecen y comienzan a cubrir el plumón que todavía se mantiene unos días más en la cabeza y el cuello, en general hasta los 45 días. A los 55 ya están completamente emplumados y saltan del nido a ramas próximas a los 60 días los más precoces. Al abandonar el nido los aguiluchos permanecen en la zona casi un mes más y, desde luego, vuelven al mismo árbol donde está emplazado el nido sin ser atacados por los adultos aunque ya hayan pasado varios meses desde que se separaron. La mayoría de los jóvenes del año permanecen en el mismo lugar o a no mucha distancia, pero otros se dispersan, efectuando desplazamientos que rara vez sobrepasan los 100 Km.

El Aguila imperial ocupa en España una extensa zona que comprende las provincias de Madrid, Toledo, Cáceres, Badajoz, Sevilla, Huelva y probablemente alguna pareja aislada críe en otras provincias próximas a las citadas. Su densidad ya se ha visto que es muy baja.

El grave problema que afecta a esta especie como a otras de la fauna ibérica es la forma en que debe ser dispensada la protección. Ya sabemos que todas las aves de presa son ahora especies protegidas al máximo por la administración. Pero sucede que en la reproducción del Aguila imperial y en su éxito y elevación de su densidad existen factores, que, siguiendo en todo a Garzón, podemos considerar como endógenos, producidos por la especial idiosincrasia y biología de los propios pájaros, y exógenos, ocasionados por agentes exteriores, caza, veneno, robo de huevos y de pollos, destrucción de nidos, caídas, etc. La ley puede en un esfuerzo loable evitar en gran medida la producción de estas últimas, pero no prevé nada que pueda paliar los graves daños que la reproducción de la especie padece por su misma biología de reproducción. El gran desarrollo agrícola y fundamentalmente el cambio y modificación del biotopo, junto con el consiguiente aumento de población, construcciones humanas, carreteras, etc., van dejando prácticamente cercada la exigua población. Se sospecha que un aumento en la infertilidad de los huevos puestos por esta especie, puede estar motivado por la contaminación con productos químicos e insecticidas.

A todas estas causas que socavan la supervivencia del Aguila imperial hay que añadir el impacto producido por la mixomatosis en los conejos. La zona española centro-oeste probablemente fue la más afectada por la enfermedad y no hay duda que el Aguila imperial lo acusó en alto grado. La escasez de presas se hace sentir con frecuencia en los nidos, seguramente también por una menor habilidad de esta especie para la captura de otras presas como volátiles, que, en el Aguila real, por ejemplo, paliaron en gran medida la escasez de lagomorfos. Garzón estima, según los datos por él recogidos, que, después de la epidemia un 70 por 100 de los nidos de Aguila imperial ocupados habitualmente, fueron abandonados. Debido a esto puede considerarse en el momento actual la situación del Aquila heliaca adalberti como crítica y camino de su exterminio, si no se toman medidas protectoras especiales para ella. Afortunadamente muchos de los nidos están en fincas privadas donde son protegidos al máximo, conscientes sus propietarios de que hoy, poder contemplar un nido o un águila imperial es un auténtico lujo.

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