Reflexiones y júbilo para un cazador de datos

Federcaza y la caza nunca se irán de mi corazón, ni de mi pluma.


Me voy de caza

Pasaron en mi vida venatoria las tres etapas del cazador, la primera de poco acierto en el disparo y mucha ignorancia cinegética y la segunda, la gloriosa, de eficacia cazadora, morral cumplido y en competición con la cuadrilla por ver quién es el mejor. Desde hace unos años estoy ya en la tercera y última, muy placentera para el cazador sosegado. Sabemos bien los cazadores de cierta edad que es muy probable acabar la jornada de caza a percha vacía, pero es un tiempo del otoño de la vida en el que cumples con nota sobresaliente cada paso de la caza desde que buscas al conejo o el bando perdicero al que presientes, levantas, disparas y ya no cae nada al suelo; y lo mismo si el conejo zigzaguea entre el sardón, pues el disparo a tenazón se ha quedado en la curva anterior. Una perdiz silvestre abatida ahora da más satisfacción que la docena de aciertos con BERETTA nueva de hace cuarenta años, cuando me iban saltando los bandos y disparos certeros sin cesar.

Con ese entrenamiento, sin ser Buffalo Bill, la percha fue siempre generosa, pero a estas alturas de la vida ya no deseas eso. Aunque no se acierta siempre, te sugestiona más acertar cuando imaginas donde estarán las perdices y saber cuándo van a irrumpir por la actitud de Cipi y si además rompes el vuelo de una patirroja, el cuerpo palpita para recordarte que el placer de salir al campo es algo menos intenso que el de culminar un lance, que antes no valorabas dada su frecuencia.


Cipi en postura (Leo de la Fuente).

Cazando en esta tercera fase, con falta de virtud en piernas y disparo, he disfrutado de lances inconmensurables, pues alguna perdiz cae a tierra y aunque se camufle, Cipi hace guía del movimiento, la descubre y la vuelve a poner, momento en que el golpe de adrenalina te declara que la caza es un disparo del corazón y que hay satisfacciones que no se pueden repetir mucho por peligro de infarto. Hay corazonadas idénticas en caza mayor cuando «la dicha» te manda un infograma con un perro latiendo en un idioma que traduce el montero veterano y lo mismo si te pone en prevenga el mirlo piando y trasmitiendo que detrás viene zorreando el jabalí y en segundos estará a tu vera.


Jabalí en traviesa perseguido por un perro (Leo de la Fuente).

Pero hay que seguir escribiendo

Ya no tengo ganas de escribir a fecha concreta, pero no estoy diciendo que no voy a escribir más, ni por asomo, pues aún no se ha vaciado el morral y de momento sigo escribiendo con esa felicidad personal que me supone poder transmitir lo que sepa a los cazadores que lo quieran leer, pues la satisfacción del que escribe está en hilvanar con acierto lo que quiere decir con un mensaje propio, que volverá a tener vida cuando alguien lo recuerde en el futuro. Seguiré escribiendo, pero lo haré más aleatoriamente; cuando lo requiera mi mente y la importancia del mensaje. Siguiendo el hilo de la escritura, que lo ha interrumpido el vuelo de una perdiz, reconozco que cada vez me cuesta más rematar un artículo. Esto ha acelerado la decisión de finalizar mi compromiso con Federcaza y así se lo había transmitido en su día a mi amigo y director José María García.

‘La poesía se escribe cuando ella quiere, no cuando la requiere el poeta’ (José Hierro)

Me considero privado de esa virtud armoniosa con las letras, como es la poesía, que se escribe cuando ella quiere. En el otoño de la vida que es un tiempo, por otro lado, muy placentero para cazar, tampoco aflora el párrafo certero y espontáneo de la prosa cuando lo requiero. Inicié esto de escribir alrededor de la caza hacia 1980 en El Norte de Castilla, decano de prensa en Valladolid y más tarde lo hice en El diario de Valladolid- El Mundo de Castilla y León. En 1984 escribí en Trofeo unos años y llevo haciéndolo en Federcaza desde 1985 para su número 0 y hasta este número 431, de diciembre de 2021, tras treinta y seis años de complicidad para el bien de la caza, he escrito siempre en prosa que es una modalidad de cazar ideas manejando letras.

Mi fidelidad con la caza y Federcaza ha sido evidente y palmaria; no he fallado en todo este tiempo. El primer año tuve a Julio Benítez como director; después, durante treinta y cuatro años, seguí escribiendo con los rótulos de «Cazar en Torozos» y «Vaciando el morral», bajo la batuta de José Luis Fraile que me nombró asesor de dirección, un prestigio para mí, que ha certificado también el nuevo director José María García con quien he estado colaborando desde hace veintiún años y muy satisfactoriamente en este último 2021. En todo ese tiempo de escribir en los medios, mi atrevimiento y el ingenio aguzado por dedicarme a la enseñanza en aquella década de los ochenta, no me exigía entonces estrujar mucho las meninges para describir las emociones de un cazador, aunque sea más difícil que narrar hechos, pues afloraban rápido los sentimientos para adornar con ellos a los fríos datos numéricos, que han sido para mí preponderantes para transmitir mis ideas. Este apego a los números para certificar con precisión las opiniones y eliminar los adjetivos o adverbios de cantidad, han modelado mi manera de escribir conmensurable, hasta el punto que algunos amigos me llaman «cazador de datos».

El tiempo pesa más que el morral y en estos momentos estoy agobiado con esto de escribir a fecha fija y lo único que quiero hacer ya alrededor de la caza, es cazar. La frase adecuada se me hace cada vez más remolona porque la mente maneja ahora las palabras con menos soltura, y esto causa zozobra cuando se acerca la fecha mensual en la que los escritos deben ser entregados y me parece que no quedan redondos. Ello es así porque todos tenemos fecha de caducidad, no para la vida que es obvio, sino para cada etapa de ella que está condicionada por las respuestas que den nuestro cuerpo y mente ante el mismo reto en cada edad. Y todos nos jubilamos (con júbilo) o nos jubila la vida cuando ya no aparece la frase como solía, rápida y con ortotipografía como matiza Eduardo Coca. En mi caso no es ningún drama la edad, pues soy consciente de la que tengo y me lo recuerdan las perdices cada semana y los folios a primeros de cada mes.

La fortuna de los privilegios

En la vida me he sentido siempre una persona privilegiada, primero por haber vivido la niñez en un pueblo del Pisuerga donde nací y cacé todo tipo de pájaros, pesqué diferentes peces y además pude conocer a hurtadillas cómo se preñaban algunas reses y por qué le ponían al carnero aquel mandil que le impedía aparearse en ciertos meses aunque la oveja le dejara, o ver al pobre recela que se subía sobre las yeguas, para que luego llegara el semental a rematar la faena. Vi echarse a la gallina y nacer los pollos igual que en los nidos que descubría. Eso no lo veía un niño de ciudad.

Más tarde me pareció un gran privilegio ser cazador legal y con escopeta propia desde los dieciséis años, cuando iba con mi padre a cazar en tren, con el perro bajo el asiento y volvíamos gloriosos con las piezas colgadas en la percha o en el morral, dando envidia al llegar a la estación de Valladolid; ahora nos lapidarían con el balasto de las vías. También fue un privilegio que unos años después pudiera representar a unos cazadores tras la primera elección democrática de la Federación de Valladolid y para mayor abundamiento ser fundador y primer presidente de la Federación de Caza de Castilla y León, que dispuso en los primeros años de la nómina más numerosa de deportistas federados de esta comunidad. El proyecto Cazdata (1992), aún en vigor treinta años después, es una base de datos que refleja la evolución de la caza en Castilla y León, que pusimos en marcha de la mano de Antonio Lucio y Mario Sáenz de Buruaga.

Dejé nuestra federación autonómica con el honor de ser nombrado presidente honorífico y, casi a la vez, Manuel Andrade, presidente de la Federacion Española, me nombró director de la primera Escuela Española de Caza (EEC).


Escuela Española de Caza.

En la escuela impartían conocimientos los científicos más reconocidos en España, que venían de todas las universidades para enseñar a «cazar al saber, para saber cazar», que era el retruécano identificativo del objetivo de la escuela. Recibieron la mejor respuesta de alumnado los cursos de adiestramiento de perros dirigidos por Amando y Ricardo. Fueron tiempos de orgullo para decir a la sociedad y a los gobernantes que “si desapareciera el gremio cazador los poderes públicos tendrían que crear el cuerpo de Cazadores del Estado, a pagar por el erario público, como se hace con policías o bomberos”. El tiempo nos ha dado toda la razón demasiado pronto. El prestigio de la EEC traspasó fronteras y hubo que contarlo en algunos países. Desde 2007 a 2012 la dirigió el ilustre y llorado amigo Patxi Andión (q.e.p.d.).


Castillejo de Robledo. Adelina Gil entrega el diploma del Ayuntamiento.

Otra etapa felicitaria y de privilegio fue la de dirigir Fedenca y controlar para esa entidad muchos proyectos sobre la perdiz roja y otras especies. El primero en mi tiempo, 2006-2012, fue el Estudio de los Métodos para Determinar la Hibridación Genética de la Perdiz Roja, donde un equipo de científicos genetistas especializados y los colaboradores de varias universidades conseguimos un método y un consorcio de Fedenca con seis laboratorios que fue reconocido entonces por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino para analizar la condición genética de la perdiz roja en España. Con otro equipo de Veterinarios dirigido por el Dr. Pérez Garrido iniciamos el Mapa Fenológico de la Perdiz Roja y el Mapa Genético y Sanitario de la Perdiz Roja en España. En este periodo se inició el proyecto Identificación y Efectos de los Plaguicidas Agrícolas en la Perdiz Roja, que fue encargado al IREC y realizado por el equipo de Rafa Mateo, su director ahora. Este proyecto fue muy ilusionante para Juan A. Sarasketa y se patrocinó por Fedenca, la ONC y la Fundación Biodiversidad. Fueron tiempos también de vacunas para el conejo de monte, de rematar proyectos de anillamiento de codornices, de becadas con el CCB a las que pusimos algunos emisores y otros. También se hicieron estudios para conocer la salud del corzo y los peligros del jabalí. Se editaron varios textos y opúsculos sobre los proyectos iniciados.


Opúsculos, proyectos Fedenca-EEC.

Todos aquellos proyectos multidisciplinares implicaron disponer de equipos de trabajo y aunque casi siempre se menciona a quien dirige la actuación, lo cierto es que los podios de esfuerzo de la Escuela, Fedenca, Federaciones y de todas las entidades, entiendo yo que se deberían hacer siempre con los equipos que colaboran, pues siempre he pensado y expresado que «todo lo sabemos y hacemos entre todos» y el éxito es del grupo. Bastante fortuna fue para mí haberlos coordinado y haber podido escudriñar tantos años alrededor de las especies de caza y sus circunstancias. El galardón de Ciencia y Caza (2014) por «El fomento de la investigación científica aplicada a la caza», fue apasionante. Estoy muy agradecido a la Federación Española, a las Autonómicas y algunos clubs, que siempre me han tenido en cuenta para cursos, conferencias y foros importantes donde se hablaba y analizaban diferentes asuntos de caza.


I Foro andaluz de la caza. FAC.

En 2019 fui elegido para dar la conferencia inaugural del Primer Congreso Ibérico de Ciencia Aplicada a los Recursos Cinegéticos (CICARC) organizado por el IREC en Ciudad Real, que ha sido para mí un motivo de orgullo muy especial.


CICARD 2019. Lección inaugural. Arropando al ponente.

La mayor bula para quien escribe es poder plasmar las ideas en algún texto divulgado, que es un galardón eterno que te perdura. Los últimos libros Cazar y hacer escuela (2009) y Modalidades y métodos de caza (2015) son textos propios y Las especies cinegéticas españolas en el siglo XXI  (2019), ha sido compartido con Christian Gortazar y Javier Ferreres, así como lo fueron otros cinco textos anteriores editados por la EEC y Fedenca, compartidos por varios profesores.


Las especies cinegeticas españolas en el siglo XXI.

Aunque el aroma montesino me seduce más que nada, seguiré escribiendo, pero más de acuerdo con don Quijote, gran madrugador y amigo de la caza, que con los seguidores del pragmático Sancho Panza y su decir en las bodas de Camacho, «caigan días y vengan ollas», que tiene algún feligrés agradecido en el gremio.

Toda mi dedicación a los cazadores, a quienes he intentado enseñar lo que sabía, se la debo a mi familia a la que he privado de tantos momentos ya irrecuperables. Por eso, podría recordar a algún cazador el verso machadiano «Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito».

A quienes me leéis o habéis leído, transmitiros mi agradecimiento y pediros disculpas si alguna vez me he pasado de tono, que habrá ocurrido. En las instituciones dirigidas: Federaciones, Escuela y Fedenca, siempre he actuado manteniendo el principio de sobriedad y uso prudente de los recursos, que también hemos conseguido con subvenciones diversas. He trabajado sin desaliento y con la actitud valiente para denunciar asuntos punibles; pues sepan ustedes que ser valiente no me ha salido tan caro y estoy de acuerdo también con Sabina, que ser cobarde no vale la pena.

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