La prohibición de la caza en Navarra en los lugares de especial conservación
Frente a la falta de manejo es mucho más eficaz una conservación activa.
En teoría, la idea de la Red Natura 2000 con sus Lugares de Interés Comunitario (LIC), las zonas de Especial Protección (ZEC), etc. es estupenda y, sin duda, debe desarrollarse para preservar la biodiversidad de nuestros ecosistemas. Pero tal como indican las Directivas Europeas las directrices de conservación deben de respetar, siempre que se pueda, los usos tradicionales, siendo la caza uno de ellos.
En este sentido, y apoyando esta idea, son muchos los estudios que abogan por el efecto neutro de la caza sostenible en lo relativo a la conservación o incluso por su efecto beneficioso en muchos casos. Tenemos ejemplos de que algunos de estos lugares de especial conservación existen gracias al buen hacer y perseverancia de los cazadores. Contrariamente a lo que se está haciendo en los sotos de los ríos Arga y Ebro las Directivas Europeas en materia de preservación de la Biodiversidad en ningún momento hablan de excluir la actividad cinegética de las Zonas de Especial Conservación (ZECs), ni de las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPAs), tan solo hace referencia a la captura o muerte no selectiva de algunas especies.
En la mayoría de las Comunidades Autónomas se puede cazar en todos los espacios afectados por figuras de protección, excepto en los Parques Nacionales y reservas integrales de los Parques Naturales. Las legislación europea aplicable es la misma que en Navarra, pero aquí todo parece indicar que algunos sectores de la Administración medioambiental de Navarra, que opinan diferente a otros que si defienden la caza como un aprovechamiento sostenible, quieren, y de hecho lo están consiguiendo, colgarse una medalla diciendo “hemos sido los primeros en prohibir la caza de todos los Lugares de Interés Comunitario, y además lo hemos hecho utilizando a los cazadores, sirviéndonos de documentos elaborados y pagados por ellos”, es decir, utilizando los Planes de Ordenación Cinegética, obligando a integrar en ellos reservas naturales, donde solo permiten la caza de las especies que ocasionan daños.
Los Planes de Uso y Gestión de la mayoría de los espacios regulados bajo las diferentes figuras de protección de la Red Natura 2000 intentan preservar, preferentemente, flora y fauna amenazada o catalogada, no específicamente especies cinegéticas, pero en la práctica se están prohibiendo en ellos la caza menor, y es algo que los cazadores no debemos consentir.
Mención especial para las ZEPAs, cuyo fin principal es el de favorecer el asentamiento y desarrollo de ciertas especies de aves vulnerables o en peligro y que han llegado a esa situación no por presión de caza, sino por cambios profundos en sus hábitats que poco o nada tienen que ver con el aprovechamiento cinegético. Por no citar aquellos casos de especies protegidas que se mantienen gracias a la correcta gestión que de sus poblaciones presa están haciendo las sociedades de cazadores. De hecho, todos hemos podido contemplar a muchas aves necrófagas que lejos de alejarse de las acciones de caza, se ven atraídas por ellas a sabiendas de las oportunidades tróficas que pueden brindarles.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) reconoce que “la caza sostenible puede ser una magnífica herramienta de salvaguarda de la biodiversidad”. Pero esta idea no parece afectar a muchos de los responsables políticos y técnicos de los cotos de Navarra, que imbuidos por una moda de ultra protección de todo- la vuelta a la “Gaia primigenia”- no entienden que, en el mundo en que vivimos, la falta de manejo es sinónimo de la tendencia ultraconservadora que pretende que la naturaleza siga su curso en un mundo tan intervenido por la mano del hombre, es simplemente una quimera. Está comprobado que es más eficaz una conservación activa, es decir, dirigir las acciones hacia unos fines determinados que favorezcan la recuperación y el sostenimiento de la biodiversidad. Estamos viendo cada día ejemplos de cómo en las áreas donde se ha suprimido el aprovechamiento cinegético, la proliferación de algunas especies, como es el caso de los jabalíes, por ejemplo, está acabando con otras especies, bien por predación directa o por transformación profunda de los hábitats.
En las bases técnicas para el plan de gestión del LIC Tramos Bajos del Aragón y del Arga, podemos leer cómo en el apartado de amenazas, presiones y actividades, “se califica la caza como un impacto neutro”, es decir sin influencia en la conservación del lugar. Sin embargo, en la práctica desde GAN se pretende prohibir la caza en reservas y enclaves naturales, ordenando que se regule así en los POC de los cotos, bajo amenaza de no ser aprobados. Esto no es nuevo. Los POC se vienen utilizando, desde hace ya muchos años y sin motivo técnicamente justificable, para hacer desaparecer la actividad cinegética de cualquier espacio protegido, con la complicidad de algunos de sus redactores, que, aprovechando la buena voluntad y desconocimiento de los presidentes de las sociedades de cazadores les apremian a firmarlos ante la posibilidad de su no aprobación.
Desde las antiguas Secciones de Hábitat y de Caza se ha venido imponiendo a los cotos la obligación de dejar como áreas protegidas las reservas y enclaves naturales. Al quitar de estos parte de los usos tradicionales, entre ellos la caza, se han convertido en remansos de tranquilidad donde se refugian, principalmente, jabalíes que luego salen a comer a los campos cercanos y cruzan en su ir y venir carreteras, provocando daños que, lógicamente, deben ser indemnizados por la Administración. Su solución: controlar la especie causante de los perjuicios “incitando”, y muchas veces “obligando”, a los cazadores a ejecutar este control.