Los ríos y los peces

Los ríos son un claro ejemplo de cómo se puede terminar con el “bienestar” de la fauna piscícola, porque es un hábitat extremadamente vulnerable; el cauce transporta agua, sedimentos, nutrientes, semillas, seres vivos, y comunica hábitats muy alejados.


Pero la actividad humana ha modificado el régimen de caudales, el río abastece de agua a las poblaciones y a la agricultura. También ha reducido la calidad de las aguas, ha transformado la morfología fluvial y también ha hecho cambios en las poblaciones de seres vivos.

Actualmente el problema fluvial de mayor envergadura, que compromete a las poblaciones piscícolas, es la degradación del río como ecosistema, que es la principal causa de la pérdida de biodiversidad, que conlleva la desaparición de muchas especies, reemplazadas a veces por otras invasoras.

Las acciones que han repercutido negativamente en el estatus poblacional del “pescado de agua dulce”, han sido físicas y biológicas.

Las alteraciones físicas abracan actuaciones tan diversas como cortes en el lecho, modificaciones de cauces naturales, inundaciones y desecaciones y variación de la lámina del agua natural.

Las barreras de los ríos como los embalses y las represas impiden el remonte natural de algunas especies de peces para la reproducción, estas se ven perjudicadas respecto aquellas que no necesitan remontar el cauce para reproducirse. Por tratar de ver el lado positivo a estas barreras, se pueden utilizar como zonas de aislamiento para llevar a cabo proyectos de recuperación sobre un área determinada y acotada.

Las alteraciones biológicas están relacionadas con las modificaciones medioambientales en el ecosistema como la aparición de especies dañinas invasoras.

La introducción de especies predadoras ha sido un agente causante de grandes variaciones en la biodiversidad que tenían los cursos de agua. Algunos peces son voraces predadores de otros que constituían la población nativa, tanto de ejemplares juveniles y adultos como de huevos, sirvan de ejemplo entre otros, la trucha arcoíris, el lucio, el black bass, el siluro, la perca y la carpa. Otras son portadoras de nuevas enfermedades, que dañan sobremanera a la fauna autóctona, es el caso de crustáceos como el cangrejo americano, que desplaza al oriundo por las bacterias de las que él es portador e inmune.

Fuera del cauce han aparecido predadores voraces de peces como el visón americano, o como el cormorán. En las riberas del cauce hay actualmente flora invasora, árboles y arbustos que las invaden, como el ailanto, árbol invasivo de crecimiento y colonización rapidísima que extingue la vegetación originaria.

Todos estos hechos terminan suprimiendo o desplazando a las poblaciones aborígenes que sustentaba el río, que pasa a ser un hábitat distinto del que era. Conviene aclarar que las especies invasoras que causan daños a la flora y fauna de la Península Ibérica, no los causan en su hábitat de origen. Además, las migraciones de peces muchas veces se producen de forma natural, ya que una de las estrategias de migración y expansión de algunas especies es que sus huevos se adhieran a las plumas de aves acuáticas y que los vayan dispersando en sus desplazamientos. Por tanto, la aparición de nuevas especies hay que entenderla en algunos casos como un fenómeno de colonización completamente natural.

Un río es un ecosistema muy frágil, que aparte de evolucionar por circunstancias naturales, puede sufrir cambios bruscos e irreversibles si no está atento el hombre para cuidarlo.

También existen modificaciones mecánicas catastróficas de los cauces de los ríos por grandes avenidas. En muchas casos de lentísima recuperación y solamente viable mediante un proyecto de restauración. Un río recibe el impacto de las actividades directas sobre él, pero también indirectas, por ejemplo al hilo de lo anteriormente mencionado una deforestación masiva en la cuenca vertiente de un río da lugar a una escorrentía rápida, y a grandes avenidas de agua por lluvias torrenciales con régimen turbulento, que generan tal fuerza que desestructuran los cauces, es típico el ensanchamiento y pérdida de profundidad en estos casos, el lecho se convierte en una superficie rocosa desnuda, se pierden los márgenes vegetales y se origina la inconexión del cauce de agua en época de sequía.

Todas estas adversidades tienen solución, los proyectos de restauración ecológica basados en experiencias científicas contemplan todos los aspectos de fomento y mejora de los ecosistemas.

Tanto para catástrofes naturales y para invasiones biológicas, ya sean especies alóctonas o agentes patógenos. Cada ecosistema presenta una capacidad para integrar un fenómeno externo que implique modificaciones en lo que se refiere a biotopo, biocenosis y paisaje. Es un concepto abstracto ya que entran en juego variables ecológicas y la aceptación social, ambas cualitativas y difíciles de medir. Además es totalmente objetivo ya que dependería de la profundidad del análisis sobre el cambio en cuestión. Dicha capacidad es inversamente proporcional a la fragilidad de las comunidades que habitan el ecosistema. Cuanto más exclusivo y más inalterado haya permanecido con el paso de los tiempos, menor será su capacidad para integrar cambios y al contrarío, ecosistemas muy alterados aceptan nuevas alteraciones, ya que por decirlo en castizo “llueve sobre mojado”.

 


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