Cuestión de cuernos

Esta misma temporada, asistía a una de esas ineludibles citas anuales con los amigos. Hablo de la montería de La Cucharera, a donde año tras año, siempre que se caza claro, me dirijo para pasar un entretenido día, siempre, con amigos.


En un día en el que tuvimos prácticamente de todo, sol, nubes, viento, lluvia y calma. En lo cinegético, todo transcurrió con normalidad. Unas ciervas y algún vareto curioso transitaron los alrededores de mi postura sin más sobresaltos. Disparos, ladras, y algún que otro arreón de monte se pudieron escuchar desde mi puesto atalayado que en esta ocasión me había llevado al Cierre de Jaralta.

Una vez finalizada la montería nos dirigimos a la sede local de la sociedad para degustar unas exquisitas viandas mientras se sacaban las reses, y allí, pudimos conocer que el amigo Juan había tenido la fortuna de abatir un venado, pero, que éste, a pesar de portar un cuerno muy largo y abierto, tenía el otro partido por lo que desmerecía el trofeo.

Al llegar a la junta de carnes, efectivamente era una auténtica pena que el venado tuviese la cuerna partida. Se conocía por la suciedad de la fractura, que no hacía mucho lo había perdido, incluso la propiedad, reconoció al animal por las hechuras, y manifestaba haberlo visto entero una semana antes a la montería.

Fue entonces cuando de entre los asistentes, salió una joven que aseguraba tener el trozo de asta, o asta casi completa, que le faltaba al animal en cuestión.

Lorena, que así se llama, fue al vehículo y cuerna en mano se acercó manifestando se la había encontrado al ir a colocarse en su armada antes de comenzar la montería, y efectivamente, tras acoplarla al asta rota casaba perfectamente, convirtiendo así un despropósito en un trofeo digno de mención.

Un par de bridas de plástico, mas unas vueltas de cinta de esa que llaman americana, pero que está fabricada en España, eso sí, en un taller de chinos, fue la encargada de que el venado tuviese cara de venado. Los asistentes quedaron sorprendidos del cambio radical que había sufrido el trofeo gracias a mostrarse completo.

El amigo Juan, no cabía en el traje, estaba muy emocionado con la actuación de esta joven montera, que correctamente educada por su padre Miguel, había actuado con una ética y sentido común dignos de mención.

Con las copas en la mano y una celebración como se merece, terminaba la jornada por la tarde en Pozoblanco, donde había tenido el privilegio de ver, una actuación que únicamente se puede dar cuando se juntan, caza, amigos y monteros como Dios manda.

Mis felicitaciones al afortunado por su trofeo, a Lorena por su buen hacer, y a su padre por haber sabido inculcar los valores tanto en lo cinegético como en lo humano.

¡Hasta el año que viene!, si Dios quiere.

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