La envidia

No creo que a nadie le sorprenda que anexe la palabra rehala con la palabra envidia, es algo que desde que el circo de la montería se convirtió en una actividad comercial ha ido bastante ligado. Lejos quedaron esos ratos entre amigos en los que el único fin era echar un buen día de caza donde disfrutar con el buen hacer de los perros, montear con amigos y si encima se pillaba la mancha buena, razón de peso para celebrarlo junto a la candela como se merece.


Eso ya quedo lejos, han cambiado los tiempos y hemos entrado en una espiral en la que si se plantea echar un rato de ese tipo, faltan monteros para cubrir el manchón en condiciones, amigos que les apetezca ese enreo en vez de quedarse en el sofá o quizás se decanten más por pisar el cable la noche de antes. Parece que hay que asegurar el éxito del resultado, la bonanza de los tiraderos de los puestos o eliminarles cualquier alternativa más apetecible, o incluso que no llueva, que la última moda de amedrentarse con la lluvia también tiene tarea.

De siempre el éxito de la jornada ha ido de la mano del éxito de la partida, del grupo, del conjunto. Hoy eso desgraciadamente no ocurre, o uno se ahúma pegando tiros en el puesto o la montería es un fracaso y es sentir las caracolas y coger le verea de casa. Su forma de resumir el día será en base a su resultado individual, sobre todo cuando se ha tenido que rascar el bolsillo para estar ese día allí cazando. Cuando hay cuartos de por medio como cambia la historia…

Con todos estos cambios la imagen del dueño de rehala que cuida, cría y mantiene con esfuerzo y sacrificio ese medio centenar de perros durante todo el año para poder pasar jornadas como las antes descritas ha cambiado. Las circunstancias han visto desvirtuado su rol, el mimo con el que se le trataba, el respeto que se le guardaba y esas formas que merece el que lleva dos docenas de perros para poner patas arriba una mancha y que disfrute el personal, y si el también pues mejor que mejor.

Hoy la gente del mundo de los perros nos movemos en un ambiente difícil, hemos pasado a ser el último mono y además sentirnos el punto de atención pues esa envidia que se palpa hoy día nos tiene enfilados no sé porque razón. Quiero creer que es el desconocimiento por parte de una gran mayoría del peso diario que soportamos por tener el capricho de gustarnos los perros y criarlos para que cacen en montería.

El no darle valor a lo que ello conlleva provoca que seamos menospreciados, también he de decir que ese menosprecio en muchos casos lo han provocado aquellos dueños de perros que no han sabido ponerse en su sitio cuando dueños de coto y orgánicos han despreciado el gremio de los perros dándole condiciones inferiores al resto de asistentes, robándoles su propina o compensando su trabajo con una irrisoria cantidad de euros.

Todo esto y el mercantilismo que ha apoderado la caza en general y la montería en particular está siendo el caldo de cultivo para que cuando la suerte, la fortuna o el azar tienen el capricho de corresponder a un dueño de rehala con un buen puesto de reses o un buen trofeo, la envidia y los celos se palpen en el ambiente desde el momento que se pisa la junta y preguntan por cómo ha ido la mañana.

Así de triste es la realidad, ese compañerismo que existió un día ha desaparecido, y aunque suene mal hoy día tenemos que admitir que no gusta que la fortuna acompañe a los dueños de rehala en las monterías. Y sí, todo viene provocado por esa envidia que corroe cuando el bien individual prevalece sobre el bien común, el bien de la partida de caza.

Apena el no poder vivir y disfrutar un día memorable en el que suene la flauta y cobremos un buen cochino o nos toque un buen cierre donde tiremos varios venaos pues los monteros que han pagado y ocupan puesto no valoran lo que supone tener la peculiar afición de ser dueño de rehala, nunca lo entenderán sino lo viven desde dentro y por ende nunca se alegraran por un día que tengamos fortuna dentro de miles de sacrificio y penurias. Así de injusto y así de crudo es este mundo de la rehala, la de toda la vida, la de puesto que ocupa el propietario de los perros y propina para su perrero.

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