Debemos evolucionar en nuestra manera de cazar el corzo

Debemos evolucionar en nuestra manera de cazar el corzo

Entrevistamos a Pablo Ortega, autor del libro ‘Más cosas de corzos. Por un necesario cambio de rumbo’, quien responde amablemente a nuestras preguntas.


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—En estas fechas que nos encontramos parece que ya se palpa en el ambiente una gran expectación e impaciencia por el inicio de la temporada corcera. Pronto empezarán a circular por las RRSS fotos y más fotos de corzos. ¿Qué opina de esta avalancha de imágenes de grandes trofeos que últimamente nos inunda todos los años.

—En efecto, llegando el mes de abril y con el inicio de la temporada, mi correo electrónico y mi WhatsApp, como el de cualquiera que ande en esto, empiezan a recibir, en un incesante tráfico que durará un par de meses al menos, imágenes de corzos. Unos, cazados por el mismo amigo o conocido autor del mensaje; otros, aunque cobrados por alguien incógnito, pronto adquieren entre el círculo de aficionados, por su categoría o excepcionalidad, el carácter que ahora se denomina «viral».

Aunque las fotos engañan (y las de corzos, de manera superlativa) lo cierto es que basta el vistazo inquisidor de un ojo mínimamente experimentado para concluir que, en una gran mayoría, los animales que en esas imágenes aparecen son ejemplares de dos o tres años, animales con buenos o incluso excepcionales trofeos pero, precisamente por ello, inadecuadamente retirados del medio en esas fechas primaverales, cuando los corzos, fieles a su dictado genético, comienzan a marcar y defender sus territorios, de cara al aún lejano período de celo.

Debemos evolucionar en nuestra manera de cazar el corzo

—¿Considera usted entonces que no se están haciendo las cosas bien? ¿Puede esto ocasionar consecuencias indeseables para nuestros corzos?

—Lo realmente preocupante no es que este, aquel o el de más allá mate un corzo que a todas luces debería haberse dejado algunos años más en el monte. Ni siquiera lo es que el fenómeno vaya adquiriendo, temporada tras temporada, un carácter excesivamente generalizado, trascendiendo ya con mucho de ser simples errores o «calentones» aislados, en los que de vez en cuando todos caemos de manera inevitable.

Lo calamitoso del asunto es que la difusión voluntaria de tales imágenes, sin ninguna mala conciencia o resquemor, trasluce un claro convencimiento sobre la perfecta idoneidad y corrección de lo ejecutado, lo que no hace sino poner bien de manifiesto la clamorosa falta de formación existente entre nosotros.

Esa falta de formación nos impide ver que, si resulta lamentable que una gran mayoría de los corzos que se cobran en España cada primavera sean animales jóvenes con futuro, es aún más dañino que en buena medida los ejemplares abatidos sean precisamente los mejores de esa clase de edad, pues los individuos de peores cuernas son muchas veces desdeñados por el cazador.

—Entonces, desde su punto de vista, ¿no es un adecuado planteamiento de caza el que la mayoría de los aficionados tiene, que es buscar los mejores trofeos?

—Hay que decir que poner solo a los corzos con «trofeo» como primordial y casi único objetivo, sin hacerse mayores consideraciones, resulta erróneo. Ello se debe a que, como seguramente resulta innecesario recordar por sabido de todos, la cuerna de los machos de los cérvidos, al renovarse cada año, constituye una manifestación externa del estado de salud de cada animal, una bandera que pregona a los cuatro vientos sus condiciones físicas de plenitud o decrepitud.

Está además científicamente comprobado que la cuerna, tanto en los corzos como en otros animales, es un carácter heredable, por lo que la eliminación reiterada de los ejemplares con buenas cuernas causa a la larga un pernicioso efecto en la población.

Y en España ya va siendo tiempo de actuar, porque las consecuencias de una caza mal dirigida han sido suficientemente contrastadas por diversos investigadores, como Coltman o Allendorf y Hard.

No debería ser necesario, sin embargo, recurrir a citas científicas ni a referencias académicas para hacer entender lo que a cualquier población animal le ocurre a la vuelta de pocos años si los ejemplares mejor dotados para la reproducción se eliminan de la misma, dejando para sementales a los más débiles, endebles o miserables.

Cualquier sencillo pastor de pueblo, dicho sea, con todos los respetos, lo sabe. Y, de la misma manera, todo cazador que, más allá de palabras vanas, se sienta sinceramente responsable de la gestión de sus corzos, debería al menos sospechar que a la larga no puede resultar inocuo que de ella se vayan retirando, un año tras otro y sin cortapisas, los mejores reproductores.

—Y si buscar los mejores trofeos no es, según su opinión, lo que debe hacerse, ¿cuál es la alternativa?

—El abatimiento de corzos con buen futuro solo se entiende desde una perspectiva venatoria equivocada, derivada de un trofeísmo que hoy, si se le exigen a la caza los criterios de gestión y sostenibilidad que la sociedad puede quizás entender, resulta difícilmente defendible.

Esa perspectiva equivocada considera que lo que debe guiar la actuación y ejecutoria del cazador en el campo es el logro de los mayores cuernos posibles, independientemente de la edad o circunstancias del animal que los porta.

Ello no significa que uno deba quedarse en casa. A decenas de miles de españoles la caza nos apasiona y gratifica, además de ser necesaria para la gestión del medio. La cuestión solo estriba en aprender a disfrutar del campo también cazando hembras o animales jóvenes. Y, cuando se trate de machos, evolucionar para saber entender por «buen trofeo» aquello que realmente lo es.

Desde este punto de vista, no debiera considerarse como tal el más grande, pesado o voluminoso, aunque su portador fuera demasiado joven y tuviera un esplendoroso porvenir que quedó truncado, sino aquel que, además por supuesto de resaltar sobre otros por alguna de aquellas características, corresponde a un animal cuya retirada del medio ha sido realizada en el momento biológicamente más adecuado.

Es esto en último extremo, y no el tamaño de la cuerna, lo que debiera hacer a un cazador sentirse orgulloso de su acción y elevar a la pieza a la categoría de trofeo digno de exhibición. Un corzo de tres años puede tener una muy buena cuerna, pero no debiera ser nunca considerado un gran trofeo.

—¿Se trata, entonces, de un problema de nuestros días, que puede afectar a nuestras poblaciones de corzos? ¿Es que acaso en décadas pasadas no se perseguían y buscaban también los ejemplares con mejores trofeos.

—No quiero caer en el extendido pecado de utilizar dos varas de medir diferentes, pero lo cierto es que hace veinte o treinta años, cuando los que dedicábamos las amanecidas o los crepúsculos de primavera a los corzos éramos sólo un puñado de aficionados, el efecto que podía tener el que se cobrasen algunas docenas o, incluso, centenares de machos en su momento de mayor pujanza y esplendor físico (manifestado en la calidad y el vigor de su cuerna), tenía a gran escala poca o ninguna relevancia.

Hoy, por contra, somos varios miles los cazadores que, enardecidos por lo que publican muchos foros y revistas del sector, nos lanzamos todos los fines de semana de primavera y parte del verano a los campos españoles con un único objetivo: cobrar el corzo de mayor puntuación que nos sea posible lograr, independientemente de su edad o proyección de futuro.

Esto, aunque hay que reconocer que no es desde luego exclusivo de los cazadores españoles, sí ha alcanzado caracteres preocupantes en nuestro país y, de no ponerle remedio, acabará pasándole inevitable factura a la especie que nos apasiona.

—Lo que dice suena quizá demasiado radical. ¿Considera usted realista plantear que se suprima la caza de trofeos.

—Yo no mantengo que la caza de machos de corzo tenga que proscribirse o erradicarse. Bien al contrario, pienso que dicha caza de machos no solo puede tener adecuado encaje, cuando se realiza correctamente, en el planteamiento general de gestión y aprovechamiento de una población, sino que resulta imprescindible para su viabilidad económica, pues los trofeos son hoy, se quiera o no, lo que vale dinero.

Pretender extirpar de la noche a la mañana una mentalidad que es consecuencia de, quizás, un siglo de evolución en la práctica venatoria, sería sin duda extremista y poco sensato. Y más cuando no hay razones para que el necesario cambio de enfoque deba ser tan radical, ya que basta con poner a la caza de trofeos en su sitio adecuado y, a la vez, recuperar el gusto por otras acciones venatorias que, a su manera, pueden y deben servirnos también para disfrutar del campo y la afición.

Para ello es evidente que resulta necesario lograr un cambio de mentalidad entre los cazadores españoles de corzos, que no será sencillo pues una buena parte de ellos sigue todavía, en tiempos que exigen responsabilidad y sensibilidad ambiental por encima de todo, anacrónicamente instalada en la estéril carrera de los trofeos y las medallas.

La necesidad de evitar cazar únicamente en pos de las mejores cuernas no implica que no pueda de vez en cuando y como recompensa a una buena gestión global, cobrarse algún animal poseedor de lo que se entiende por un «buen trofeo», pero el reto hoy es lograr evolucionar en nuestra forma de ver las cosas para que nos plazca y gratifique per se salir al campo a cazar corzas o juveniles.

Y también para que, cuando corresponda perseguir a los machos, encontremos mayor satisfacción en cobrar un corzo de seis o siete años y cuernas en el inicio de su decadencia que un lustroso ejemplar de tres.

Ese es en buena medida el «necesario cambio de rumbo» que reclamo en mi último libro Más cosas de corzos. También estoy humildemente trabajando para lograrlo desde mi perfil de Instagram @portegamartin

Ojalá el hashtag #corzocumplido alcance suficiente éxito y difusión para contribuir a lograrlo.

 

Debemos evolucionar en nuestra manera de cazar el corzo

Más Cosas de corzos. Por un necesario cambio de rumbo

Ficha técnica

  • Título: Más cosas de corzos. Por un necesario cambio de rumbo
  • Autor: Pablo Ortega
  • Editorial: Planarquitectura, SLP
  • Formato: 220x265
  • Características: Interior en papel estucado de 170 gr en cuatricomía. Tapa dura. Encuadernación al cromo con lomo redondo
  • Nº de páginas: 208
  • Pedidos: A través de la web www.cosasdecorzo.com o enviando un correo electrónico a pedidos@cosasdecorzos.com
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