Protectoras: 10 casos reales que demuestran que no son lo que parecen
Tras una ardua investigación, hemos desarrollado el caso de 10 perros que, secuestrados o robados, terminaron en manos de protectoras y animalistas. Cada caso más sorprendente. Se demuestra así, una vez más, mediante testimonios reales en primera persona y documentos legales, los intereses y negocios que existen detrás de algunas asociaciones de este tipo.
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¿Por qué nos venden los 50.000 galgos abandonados? Aunque la Guardia Civil ha desmentido oficialmente estas cifras, la insistencia por parte de protectoras y animalistas en el abandono desmedido de galgos se teje sobre una enrevesada tela de araña que podría estar relacionada con estos casos que revelamos de manera objetiva a continuación, de los que cada cual puede sacar sus propias conclusiones.
1. Lola, mestiza, secuestrada en Badajoz
El caso de Lola, un cruce de perro de pastor alemán con american Staffordshire terrier fue muy mediático a través de la red social Facebook. A José le obligaron a deshacerse de la custodia de su perra, adoptada legalmente, por ser aficionado a la caza.
«Lola estaba abandonada en un contenedor de basura, la tuvimos en acogida, de manera temporal. Después, procedí a su adopción de manera legal, pagando 50 euros a SOS Perrera Badajoz, por gastos veterinarios y demás.
»La perra vivía en casa con nosotros. De vez en cuando me la llevaba al campo y, aunque no tenía instinto cazador, en las redes sociales salía en alguna fotografía posando junto a un jabalí.
»A los tres o cuatro meses de estar con nosotros mi madre enfermó y no pude hacerme cargo de ella durante esa temporada, tampoco podía dejarla sola en el piso, con lo cual decidí entregarla de manera temporal al mismo centro donde la adopté, explicándoles la situación, y que la recogería en cuanto mi vida volviese a la normalidad. Pero, para mi sorpresa, cuando a los quince días fui a recogerla, se negaron a devolvérmela, diciéndome literalmente que no me daban la perra por ser cazador, que ya la habían buscado otra casa.
»En el papel que firmé para su adopción ponía como clausula que no se podían utilizar los perros adoptados para la caza. Le expliqué que la perra no cazaba, que simplemente me acompañaba en mis salidas al campo.
»Retuvieron a Lola, no quisieron decirme su paradero, quisieron darla en adopción sin llevar a cabo el procedimiento legal de cambio de propietario, presentando un documento con mi nombre, apellidos y DNI, pero sin mi firma, para cambiar el microchip de Lola», comenta José a Club de Caza.
«Con un perfil de Facebook distinto al mío, porque me bloquearon, conseguí averiguar el paradero de Lola y la nueva familia con la que se encontraba. ¡Nada más y nada menos que la mandaron a Bilbao! A la perra se la veía perfectamente, la familia tenía un niño y salían los fines de semana al campo. Finalmente, tras tiempo de lucha, me autoconvencí de que, por el bien de Lola, debía dar mi consentimiento al Colegio de Veterinarios de Badajoz para cambiar su titularidad y que pudiese estar con la otra familia de manera legal. Lo hice por el bien de ella, ya que el proceso de recuperación iba a tardar más de un año y la perra ya estaría hecha a su nueva vida.
»Nunca les perdonaré que no permitieran mi reencuentro con Lola, era parte de mi familia».
2. El desafío de Galgos 112
Jorge es guarda rural en La Rioja. Estando de servicio, le ocurrió un caso muy curioso con activistas de Galgos 112, que nos ha contado en primera persona.
«Estaba trabajando en un acotado de La Rioja, en Navarrete, cuando me llamó un cazador y me dijo que se había encontrado en la zona donde estaba cazando con unas chicas que llevaban diez o doce galgos y le estaban insultando. Me acerqué al lugar de los hechos y me encontré al cazador, que guardaba la distancia de seguridad y se encontraba practicando la actividad de manera legal, y unas cuantas chicas de la asociación Galgos 112. Algo curioso, porque en La Rioja no se caza prácticamente con galgos.
»Al verme llegar, las chicas comenzaron a gritar que el cazador les estaba apuntando con la mira telescópica, mientras le incitaban a disparar, cosa curiosa porque el cazador portaba una escopeta, al encontrarse practicando la menor… sin mira ni visor.
»Traté de hablar con ellas, para apaciguar los ánimos y explicarles que el señor estaba cazando legalmente. Entonces, de repente, me di cuenta de que uno de los galgos llevaba un tatuaje en la oreja. Me interesé por el animal. Su respuesta fue que era una marca que les hacen para las carreras, a lo que corregí que en realidad era un galgo tatuado por la Federación Española de Galgos y, seguramente, podría tratarse de un perro robado.
»Le pedí que me enseñara el tatuaje y se negó. Posteriormente, mandé un email, con la solicitud por escrito a la asociación protectora Galgos 112, para su posible identificación, pero ni siquiera me contestaron. A partir de ahí, hice un informe como agente auxiliar de la autoridad y se lo envié al Seprona, quienes, mediante orden judicial, se lo retiraron. Los agentes, tiraron del hilo, descubrieron que había sido un galgo federado pero se perdía su pista de origen al haber cambiado varias veces de propietario, por lo que no se pudo hacer nada.
»Mi conclusión de todo esto es que si es un galgo adquirido legalmente, ¿por qué se negó a enseñarme el tatuaje? Ellos saben perfectamente que estos galgos, la mayoría de las veces, proceden de robos», nos detalla Jorge.
3. Mori, galga, Albacete: robada y esterilizada
José Emilio movió cielo y tierra para encontrar a la galga que le robaron dentro de su propiedad. Finalmente, la encontró en la asociación protectora Arca de Noé, que se negó a devolvérsela, por lo que tuvo que denunciar e ir acompañado de la policía judicial.
«Fue algo gordo», nos cuenta el propietario de Mori. «La perra pasaba el tiempo entre casa y una nave que tengo acondicionada para ellos. Entraron en ella y me robaron dos perras.
»Busqué a las perras por todos sitios, en todas las protectoras, incluida el Arca de Noé, di todas las características necesarias y fotografías, y nadie dijo reconocerlas. Finalmente, infiltrándonos en uno de sus grupos animalistas, dimos con el paradero de Mori».
José Emilio nos detalla que encontrar un perro robado es prácticamente imposible porque cuando se enteran que el dueño lo está buscando, se alían entre ellos para tapar y ocultar cualquier tipo de pista o información que pueda acercar al dueño hasta el perro.
Foto tomada por la chica de la protectora que se había hecho cargo de ella durante este tiempo.
»Descubrí que estaba en la protectora Arca de Noé, aunque previamente había contactado con ellos, pero no respondieron a mis mensajes ni me dijeron que mi perra estaba allí. Además, ya sabiendo su paradero, se negaron a entregármela, por lo que tuve que denunciar. La recuperé de milagro, ya que estaban a punto de enviarla a Bélgica. De hecho, ya había venido un furgón para recogerla y tenía hecha una cartilla nueva para el traslado y la recepción, ahora se llamaba Berta. La habían esterilizado, con ayuda de Diputación, sin haber pasado los 21 días correspondientes.
«Acudí junto a la Guardia Civil a recuperar a Mori. Cuando les pedí que soltaran a la perra, se negaron, diciendo que iba a escaparse. Insistí en que estando yo allí, la perra no iba a ir a ningún sitio, es más les dije; si la sueltas, va a venir directa a mí y la voy a hacer dar vueltas en círculo. La soltaron, la perra salió corriendo hacia el lado contrario, la llamé, me puse de rodillas y la perra se tiró literalmente a darme un abrazo. La dije Mori vueltas, vueltas. La perra se puso a dar vueltas y el Guardia Civil me dijo: «coge la perra y súbela al coche». Según abrí la puerta se subió sola».
José Emilio nos comenta también que tuvo que hacer frente a la factura de la castración de Mori y que, no contentos con lo sucedido, varias veces más entraron en su propiedad para llevarse a la galga.
«Instalé cámaras de seguridad en la nave y al año, aproximadamente, volvieron a entrar a robarme. Conocían perfectamente a los perros que se tenían que llevar. Con ello han conseguido acabar con mi ilusión por los galgos».
La asociación nunca respondía a los mensajes del propietario.
4. Rubia, galga, secuestrada en Valladolid
Desde Valladolid nos ha llegado el caso de Rubia. Su propietario nos narra lo ocurrido:
«Tengo una finca donde tengo los galgos y los caballos. Una de las galgas más viejas, Rubia, que tenía para criar, saltó la valla de la finca. Nos consta que alguien la recogió y la llevó a la protectora Scooby, porque fue allí donde la encontré.
»Estuve buscando dos o tres días, pero ni rastro de Rubia, finalmente, me acerqué a la protectora a preguntar y me dijeron que allí no había entrado ninguna perra de las características que describía. Pedí, entonces, que me dejasen mirar, pero no me dejaron. Entré a unas casetas de obra que había en la protectora y estuve hablando un rato con las chicas, intentando convencerlas de que me dejasen entrar, mientras aprovechaba para mirar por las ventanas a ver si veía a la perra. Justo cuando iba a marcharme, la perra, que la tenían en las primeras jaulas, me escucharía hablar y ladró, miré por encima y la vi. ¡Esa es mi perra! Exclamé. Aunque me negaban insistentemente que fuese Rubia y no me la querían entregar, entré y la cogí.
»Acto seguido comenzó una vergonzosa negociación por la perra. Me pidieron 200 euros, después 180, luego bajaron a 50, luego a 40 y, al final, me pidieron 20 euros por los dos días que llevaba en la protectora. Les pagué 20 euros, cogí mi perra y me fui a casa».
5. La desaparición, en Almería, de las galgas Jara de Manzano y Fama
Este ha sido otro de los casos más mediáticos. Felipe, de Guadalajara, nos ha contado todo lo que vivió, junto a su amigo Antonio, de Almería, con la protectora de Almería Montaña del Sol Animal Service y la protectora Siete Galgos.
«Hace un tiempo dejé mi perra, de 7 años, a un compañero de Almería para que se cubriera con su perro. Él la estaba paseando, junto a una cachorra de tres meses y otro galgo joven, ambos de su propiedad. Los dejó atados en la puerta de su casa, un momento, mientras subía a por agua, y, al regresar, habían desaparecido».
Felipe y Antonio, junto a otras personas que ya habían vivido esta misma situación en sus propias carnes, buscaron por todos lados a Jara y a Fama. Con la ayuda de un grupo de WhatsApp que investiga en páginas de protectoras, consiguieron dar con el paradero de la cachorra, que estaba tatuada.
«La cachorra aparece en la protectora Siete Galgos. Tras menos de dos días después de su desaparición ya habían publicado la foto diciendo que estaba en adopción, sin haberse puesto en contacto con su propietario. Le preguntamos por la hembra reproductora y aún sabiendo dónde se encontraba guardaron silencio.
»Al cabo de los días, una amiga galguera se enteró de que un señor había encontrado una perra que coincidía con las características de la mía. Conseguimos su número de teléfono, lo llamé y, en efecto, me confirmó que se había encontrado la perra en la puerta de su finca una noche, a unos tres kilómetros de donde desapareció. Y, como estaba acostumbrada a subir sola al coche, subió al abrirle la puerta.
»Al día siguiente llamó a una señora que se dedica a recoger galgos en Almería para que se hiciera cargo de Jara. La sorpresa para este señor fue que la persona que vino a recoger la perra, al verla, dijo que no quería saber nada de ella, que no se iba a hacer cargo de esta galga. La razón es que llevábamos unos días anunciándola en Facebook y en varios medios de comunicación, por lo que era muy conocida y sus características la hacían fácilmente identificable, totalmente negra con la cabeza blanca.
»Entonces, el hombre la llevó a la protectora Montaña del Sol, pero nadie de la protectora se puso en contacto conmigo, como propietario, a pesar de tener tatuaje de la Federación Española de Galgos y microchip.
»Al hablar por teléfono con él, el hombre me confirmó toda la historia. Me contó que estuvo bastante tiempo esperando para entregar la perra en la protectora y nadie quiso atenderlo. Tenía que marcharse a trabajar y pidió el favor de que miraran si la perra tenía microchip y llamaran al propietario, teniendo que marcharse y dejando la perra en manos de estas personas. Yo le llamé a las cuatro de la tarde y él había dejado a la perra en la protectora por la mañana, a eso de las nueve.
»En esas siete horas nadie se puso en contacto conmigo. Sabiendo cómo actúa este tipo de organizaciones, que envían a los animales al extranjero de un día para otro, cogí el teléfono y llamé a la protectora. Pero sorpresa, me dijeron, insistentemente, que ahí no había ninguna perra de esas características. Volví a llamar al hombre que había llevado a Jara hasta allí y se lo comenté. Rápidamente se personó en la protectora. A él no podían decirle que la perra no estaba allí. Entonces me confirmó que Jara sí estaba donde la había dejado, y que si no se ponían en contacto conmigo les denunciaría. Al poco tiempo me llamaron, excusándose en que había sido un error, y preguntándome que cuándo iba a ir a recoger la perra, porque todos los días que pasase allí habría un coste que tendría que asumir, así como que también debería pagar los costes de las curas que la habían hecho, porque la recogieron en mal estado. Automáticamente les dije que no tocaran la perra. En media hora, mi amigo fue a recogerla.
»Seguramente, si no hubiésemos dado con Jara, la habrían vuelto a abandonar, porque no les interesaba por el riesgo que corrían con una perra tan fácilmente identificable».
Según nos cuentan, nunca más se supo el paradero del joven galgo macho.
6. La desesperación de saber que utilizan los sentimientos de los cazadores para hacer negocio
El caso de José Manuel, en Cádiz, es algo diferente a los anteriores. Con él sí se puso en contacto una protectora, siempre de manera oculta, solicitándole los cachorros que anunciaba para su venta.
«Mi perra bretona tuvo seis cachorros. Vivo en un piso, con lo cual era una locura quedarme con todos, así que decidí ponerlos a la venta en internet. Me llamaron bastantes personas interesadas, pero la llamada que más me sorprendió fue la de una protectora que me pedía que les regalase los cachorros.
»Ellos mismos vendrían a recogerlos e irían destinados a Italia, me comentaron. Cuando escuchas eso, es tremenda la desesperación que sientes de saber que odian a los cazadores, pero nos utilizan para hacer sus negocios, principalmente como ocurre con los casos de galgos y podencos».
7. Sevilla, una cachorra de podenco que desapareció un día de lluvia en Logroño
Sevilla estaba cazando junto a su dueño, Miguel, dentro de su finca vallada cuando desapareció. Sevilla era entonces una cachorra de 3 meses, por lo que, aunque tenía su correspondiente cartilla, no tenía microchip. Dos jóvenes, una chica y un chico de unos 18 años, pertenecientes a la Asociación Protectora de Lardero, que circulaban en un vehículo por la zona de la finca, recogieron a la podenca.
«Nosotros siempre cazamos con siete perros, sigo pensando que cogieron a la cachorra aposta, porque los otros son adultos y no se dejaron. Ese día llovía un poco y no sé si el animal quiso irse al coche», nos cuenta Miguel. «No sé lo que ocurrió, pero pasó un coche y en cuestión de cinco minutos desapareció Sevilla. Me harté de buscarla por la zona. Por la noche avisé en un grupo que se me había perdido la perra, por si alguien la veía. Esa misma noche, otro cazador me envió una captura de pantalla de la protectora Apa- Rioja ofreciendo la perra en adopción.
»Me puse en contacto con la protectora al día siguiente, pero se negaron a entregármela por ser cazador. Tuve que recurrir a un abogado, remover Roma con Santiago y hacer un escrito para poder recuperar a mi perra. Aún así, tardaron dos días en devolvérmela.
»Tenemos la protectora dentro del coto de caza, por lo cual estamos vendidos, se dan vueltas por la zona y, perro que ven, perro que se llevan. Además, con el problema añadido de que aquí, en La Rioja, nos obligan a esterilizar a los animales de compañía. ¡Imagínate el problema que nos supone a los que somos criadores!».
Miguel nos ha contado que el cuidado de sus perros lo es todo para él, y se indigna cuando piensa en las subvenciones que cobran las protectoras y el estado tan precario en el que viven los perros que se encuentran allí que, gracias a este caso, ha podido ver con sus propios ojos.
8. Chispa, podenca andaluza, secuestrada también en Logroño
Hace un año Chispa, una joven podenca andaluza, desapareció mientras campeaba con su dueño en un paraje entre Logroño y La Rioja. Chispa salió corriendo tras los corzos junto a una perra setter adulta, que regresó al tiempo.
«Estuve diez días buscando a la perra. De pronto, encontramos un anuncio en la protectora Ocho Vidas de Logroño, donde se ofrecía a mi perra en adopción. Además, detallaba que las personas solicitantes no podían ser cazadoras», nos cuenta Luberri, propietario de Chispa en esos momentos.
«Llamamos a la protectora y esta nos puso en contacto con la mujer que se había encontrado a Chispa. El saludo de esta persona fue ponernos de vuelta y media, insultando, llamándonos asesinos y diciendo que teníamos un animal abandonado, desnutrido… ¿Qué esperaba si el animal llevaba diez días perdida?», dice desesperado al recordar la conversación. «Ella ni siquiera quería a la perra, solo la interesaba ponerla en adopción y ganarse los 250, 300 o 400 euros que piden a cambio.
»No hubo manera de que nos la devolvieran. Tuvimos que recurrir a un abogado, pero le habían quitado el microchip y le habían puesto uno nuevo, tenía la marca en el cuello, con lo cual, aunque estuvimos en varias jornadas de mediación durante los dos o tres meses siguientes, nunca me devolvieron a Chispa. Con el chip nuevo, yo como propietario no existía y tenían todas las de ganar. Tuve que tirar la toalla. Ir más allá es buscarte un problema con esta gentuza».
Anuncio de adopción de Apa-Rioja
El que fuera propietario de Chispa nos cuenta que se ofreció a pagar los cambios de microchip, incluso cualquier otro gasto que hubiese de desparasitación o atención veterinaria, pero que le negaron rotundamente cualquier posibilidad, por el mero hecho de ser cazador.
9. El típico modus operandi
El chantaje económico suele ser el modus operandi de algunas protectoras. Félix es una persona muy implicada en los casos de robos y desapariciones de perros, lo ha vivido varias veces, por lo que nos explica cuál es la forma de actuar y nos expone el último caso: «Cuando te roban o pierdes un galgo, suelen llamarte diciendo que ha sufrido un accidente, que muchas veces no es cierto, y te piden 1.500 o 2.000 euros. Muchas personas se asustan, no piden pruebas y se echan para atrás, cediéndoles los perros. Así, ellos tienen la libertad de ponerlos en adopción, tanto en España como o en el extranjero, con la ganancia económica que ello supone. No queda exento de que algunos los utilicen para criar… pues es una casualidad que siempre disponen de cachorros.
»Siempre recomiendo que cuando un perro nos desaparezca o creamos que lo han robado, no sólo hay que denunciarlo a la Guardia Civil, también en el REIAC —Red Española de Identificación de Animales de Compañía— tenemos que ir a nuestro veterinario y decir que nos cambien el estado del perro», nos aconseja Félix.
«El caso más reciente que nos ha llegado es el de una galga que apareció en una protectora —cuyo nombre vamos a omitir por petición del propietario de la galga implicada—. Esta protectora se puso en contacto con él, explicando que habían visto el tatuaje en la oreja al llevarla a una revisión veterinaria. Pero ya había sido castrada, según ellos, operada además de piometra, y dada en acogida, por lo que la única posibilidad para recuperarla era correr con los gastos de todo. Al decir que sí, comenzó todo el lío. El propietario, residente en Zaragoza, tenía que ir a buscar a la perra hasta Madrid. Al entregarle la perra, acudió a su veterinario de confianza con ella y certificó que la cicatriz era demasiado pequeña para poder extraer un útero infectado. Al final, sacan dinero de los perros, aunque no les haya pasado nada. Es un negocio».
10. El caso de Opaca: podenca portuguesa, Valencia
Otro caso mediático fue el protagonizado por una concejal animalista de Podemos, Cristina Suárez, que fue denunciada por, presuntamente, apropiarse y esconder la podenca de una cazadora. Fue un caso muy traumático, ya que el animal falleció a las pocas horas de ser entregada a su dueña.
La perra se extravió dando un paseo por el campo, cerca de la localidad valenciana de Chiva. Fue encontrada un día después a las puertas de un supermercado y entregada a la protectora Huellas Callejeras, de la que la concejala era presidenta.
OKDiario tuvo acceso a los audios de la concejal podemita, sobre cómo se tramó el plan para no devolver a Opaca a su dueña: «Ya he hablado con la Policía Local. Nada, van a hacer constar que la cogimos ayer en el Consum, y tengo testigos de que así fue. No vamos a difundirla ni a hacer ruido, vamos a quedarnos callados. Si en 20 días no aparece el dueño, le meto un chip de Huellas Callejeras y a tomar por culo. O se lo pongo a mi nombre, es que me da igual. ¿Vale? O sea que sin hacer ruido, a ver si no se entera nadie. Como si la perra se hubiera ido de Valencia […]».
La idea era enviar al animal primero a Ciudad Real y, de allí, a Alemania.
Mientras, la dueña de Opaca había conseguido averiguar el paradero de su perra, por lo que emitió denuncia ante la Guardia Civil. Una vez contactaron con Cristina Suárez, esta accedió a devolver la perra a su dueña, pero justo la noche que había quedado para entregarla, la perra misteriosamente volvió a escapar, según la versión de la concejal.
La llegada de más audios comprometedores al citado medio de comunicación hizo que Suárez, para evitar más líos, entregase a la perra a través de la perrera municipal. Realizados los trámites administrativos, Opaca pudo despedirse de su dueña, ya que al día siguiente amaneció muerta. La perra se encontraba desnutrida y apagada.