La opinión de Rasher Caza–Kyrema sobre el jabalí
Tal vez el jabalí (Sus scrofa) es el mamífero ibérico que más ha prosperado en nuestros ecosistemas en las últimas décadas. Para los amantes de la caza es una pieza reina en nuestras monterías, pero su significativo aumento causa indudables desequilibrios que afectan a todas las especies (cinegéticas o protegidas) que comparten su espacio vital con él.
Las aves que nidifican en el suelo, entre las que se encuentran la perdiz y la codorniz, ven destruidas sus puestas y sufren en muchos casos la pérdida de sus polluelos nidífugos. El ejemplo más dramático es el de nuestros urogallos cantábricos, siendo la superpoblación de jabalí uno de los motivos que le han llevado a su práctica extinción. De igual forma, reptiles, anfibios, pequeños mamíferos y numerosos invertebrados sufren los constantes ataques de los jabalíes.
El hombre también ve dañados sus intereses ante esta situación pues cada día son mayores los accidentes de tráfico y los daños en huertas, grandes cultivos y áreas periurbanas, así como el riesgo sanitario evidente al ser una especie portadora de triquinosis, hepatitis E y fiebre hemorrágica Crimea-Congo, y ser portadores de enfermedades que afectan al ganado doméstico (tuberculosis y peste porcina africana).
La caza es una herramienta para conservar nuestra naturaleza y en el caso de nuestro jabalí es urgente y necesario tomar medidas que frenen su expansión a través de los cazadores. Una vez más observamos que para mantener el equilibrio en nuestros ecosistemas, no sirve la prohibición radical de las actividades cinegéticas y todas las especies que pueblan nuestra naturaleza se verán beneficiadas de un correcto control sobre aquellas que son objeto de su caza.
Según Christian Gortazar (Catedrático de Sanidad Animal en el IREC), sería necesario cazar dos tercios de la población actual de jabalíes para recuperar su población óptima.
El jabalí debe seguir siendo una importante pieza de los ecosistemas que habita (no un grave problema), pues es un eslabón básico de su correcto funcionamiento y para ello es necesario frenar su imparable expansión controlando sus poblaciones con planes cinegéticos específicos.