Pocos niños entre tantos lobos

Sería más humano dar al pastor al menos el mismo trato que a la bestia y el derecho a que pueda tomar el fresco al lubricán de la tarde, sin temor a que lleguen otra vez los lobos al aprisco.


Respetada ministra Teresa Ribera, permítame que le comente la enorme satisfacción que sentí en su día con la creación del ministerio rotulado como Transición Ecológica y Reto Demográfico, con una dirección general de Políticas contra la Despoblación. Pensé que por fin un gobierno iba a repoblar el medio rural —la España vaciada—, tejiendo la estructura «para afrontar los desafíos demográficos en España, como la despoblación, la dispersión territorial, el envejecimiento, la baja natalidad y los efectos de la población flotante». Interpretaba que iniciaría medidas políticas para fijar población en Castilla y León, considerada como una comunidad de biodiversidad especial y de personas que dejaron este muestrario de excelencia natural que se respira en los pueblos castellanos, alguno como el del señor Cayo.


Foto: Miguel Ángel Romero.

Me causó estupor que el pasado 4 de febrero la Comisión Estatal para el Patrimonio Natural y la Biodiversidad aprobara incluir al lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, pues dejaría de ser especie cinegética al norte del río Duero. Este cambio es una amenaza que aviva el conflicto eterno pues crea incertidumbre para las personas del mundo rural y un futuro poco halagüeño para el cánido. Las escasas familias que custodian ahora los pueblos, quieren vivir oyendo el silencio del rebaño tranquilo y viendo el atardecer en el horizonte propio de su pueblo.


Ovejas merinas pastan en la Sierra de San Miguel, cerca del puerto de Oncala (Soria). Foto: Valentín Guisande.

Como conoce, cazando con el plan de gestión de 2005, en la comunidad de Castilla y León –que concentra más del 60% de la población española–, el lobo ha pasado de 149 manadas del censo de 2001-02 (de Llaneza y Blanco) a 179 en el censo de 2012-14 (Sáenz de Buruaga y equipo), lo que detecta un incremento del 20% de los lobos en doce años. En toda España, según el Libro Rojo de Mamíferos Terrestres en 2007 habría unas 250 manadas (Blanco, Sáenz de Buruaga y Llaneza), y en el censo nacional 2012-14, promovido entonces por el ministerio que usted dirige ahora y apoyado por las comunidades autónomas, fijaron en 297 manadas, que supone un incremento del 18"8% de la población en siete años. Esto ha ocurrido a la vez que nadie garantiza ya lobos en Jaén y Córdoba, cuando hace diez años había en Sierra Morena varias manadas controladas y ello, teniendo en cuenta que en Andalucía no se cazan lobos desde hace 35 años.


Lobos en Robledo (Zamora). Foto: Miguel Ángel Romero.

Su ministerio ordena ahora la inviolabilidad del lobo con el fin de que colonice nuevos territorios y aumente su población un 18% y en 50 manadas más en estos diez años, hasta 2030. Dado que esos objetivos se venían superando con los planes actuales de gestión y que la caza ha dulcificado la tensión ganadera del mundo rural, la prudencia y sensatez invitaban a seguir con el mismo modelo e iniciar el censo 2021-22, como obliga la Estrategia Nacional de Conservación y Gestión del Lobo (2005), para que una vez censado consensuar con todos los actores afectados las decisiones y ajustes necesarios para conseguir aquellos objetivos en la década actual. La gestión del lobo no requiere ocurrencias políticas, sino escuchar al mundo rural y a los científicos, como mínimo a quienes saben y trabajan con lobos en España.

Debería considerar que está metiendo al gobierno, a su partido y al sindicato afín en un problema grave de tractoradas y tribunales, además de soliviantar al mundo ganadero y abocar al lobo a un ajuste poblacional muy urgente, cuando usted ya no gobierne. La prevalencia que da al lobo sobre el ganadero, es un evidente especismo inverso. Sería más humano dar al pastor al menos el mismo trato que a la bestia y el derecho a que pueda tomar el fresco al lubricán de la tarde, sin temor a que lleguen otra vez los lobos al aprisco. En otro caso, en vez de afrontar la repoblación humana que prometió como contrato social con los votantes, impulsará el final de la ganadería y convertirá la España vaciada, en desértica.


Foto: Alberto Aníbal.

Temo que con esa provocación innecesaria y radicalista, el lobo pueda volver a sufrir un acoso revanchista cada vez que haya una lobada. Y ojalá que no sea por una tragedia como la de Orense en 1974, con aquella respuesta disparatada de fuego y estricnina a mansalva, ante la muerte de dos niños por una loba en San Cibrao das Viñas. Aquella situación hizo lamentar a Félix Rodríguez de la Fuente que se quebrara la recuperación de su amigo lobo, que él había salvado al conseguir rescatarlo de la relación de alimañas e incluirlo como pieza de caza mayor en la Ley de caza de 1970. Usted rectifica al gran Felix, paradigma de la amistad lobera, cosa que no extraña conociendo a sus asesores de cabecera, que antes le impostaban con veneración y ahora le motejan de soplagaitas.

Ha dicho usted «la ciencia avala que no debe cazarse el lobo en España». Esto no es cierto; debo decirle que la mayor parte de los científicos que trabajan con el lobo no discuten la necesidad de controlar la especie por medio de la caza cuando su depredación afecta de forma severa los intereses de los ganaderos. Estos científicos de solvencia irrefutable son los que controlan al lobo y realizan censos que publican en revistas científicas y en textos acreditados. Hay también alguna otra persona experta, como Luis M. Barrientos, que defiende al lobo a ultranza y conoce con precisión desde hace 40 años los que se mueven por Valladolid y la región y no es científico, ni negocia con el cánido.


Rebaño de churras pastando en los Montes Torozos. Foto José Luis Garrido.

El lobo es una especie asombrosa para la mayoría de los cazadores y el mejor marchamo de la calidad de un monte. Conociendo sus estrategias impone verle en campo moverse con una inteligencia que provoca la admiración, cada vez que le observamos. La mayoría de los cazadores de zonas loberas nunca hemos capturado un lobo, ni lo haremos jamás, salvo fuerza mayor. En las veinte primeras temporadas del siglo se ha cazado de media un lobo cada año por cada 12.000 cazadores (Garrido J.L. Gortázar Ch. y Ferreres J.). Al derecho de cazar para controlar lobos no renunciaremos nunca los que le defendemos a ultranza, porque la caza regula poblaciones, relaja al ganadero y aporta miles de euros para esa población rural, que es al fin quien le mantiene orgullosa. Parece inmoral que ahora se vayan a eliminar los lobos por agentes forestales obligados por usted, ministra, porque no quiere que lo hagamos con la actividad legítima de la caza, los que somos llamados asesinos por su coro de animalistas, que después insultarán también a la guardería. El lobo va a morir lo mismo, tras un rececho o espera de días, ahora por un proyectil disparado por un funcionario, pero con la diferencia de que esa acción se pagará a cuenta del erario público. Ese agente estaría más justificado y feliz vigilando avutardas y a furtivos.

Ministra, defienda antes que al lobo, que no lo necesita, a las gangas y ortegas, sisones, alaúdidas y otras aves amenazadas en los agrosistemas cerealistas, debido a los biocidas utilizados. Lo mismo al urogallo y la pardela balear, especie endémica también en peligro crítico que desaparece de las Baleares acosada por las mascotas asilvestradas que son legión en esas islas, ahora con tantos «amantes del lobo» ¡Qué votación más obscena la de 4 de febrero! El lobo, para orgullo nuestro, goza de buena salud y esto lo ignora también su presidenta Cristina Narbona, –resentida con los cazadores por la manifestación de 2008–, por eso cometió el despropósito de escribir en junio 2020 a los animalistas (ASCEL) para que denunciaran ante la fiscalía a la Consejería del ramo de Castilla y León. Y usted, con un currículo que parecía de inteligente, no necesitaba hacer de meritoria, porque refleja a una nueva versión de la inteligencia fracasada.


Grillo saliendo de la hura. Foto: Miguel Ángel Romero.

Ministra, en el mundo rural aparece la sonrisa de un niño cuando saca al grillo metiendo una paja o meando en la hura y la de su padre o abuelo cuando la majada está tranquila, la parva ya está en la panera y el campo verdeguea con la otoñada. No perturbe con la esperada saturación de lobos un mundo tan feliz y escaso de niños.

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