Lobo, la mayor traición al mundo rural
La historia de lo que ocurrió hace unos días en la Comisión del Patrimonio Natural y la Biodiversidad es la historia de una traición. Es un relato marcado por la sumisión política y la traición al mundo rural por parte de unos cuantos. Y es que no hay otra manera de explicar lo que allí sucedió para aprobar la inclusión del lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRES).
No hay más que repasar los datos. Extremadura, Canarias, Baleares y Melilla no tienen un solo ejemplar de lobo en sus territorios. La Rioja y Castilla La Mancha cuentan con tan solo 1 y 2 manadas respectivamente y Cataluña y Aragón tiene algún ejemplar disperso y de forma esporádica. Y, sin embargo, fueron los votos de los representantes de estas comunidades los que inclinaron la balanza de manera decisiva.
Dicho de otro modo. Esos 8 territorios que albergan entre todos menos de 30 lobos, imponen a Asturias, Cantabria, Galicia y Castilla y León, con más de 2.400 lobos, cómo gestionar la especie y cuál será el futuro de los ganaderos de extensivo de estas regiones.
Podían haber hecho como Valencia y Navarra que, acertadamente, entendieron que no debían pronunciarse en una votación que no les afecta directamente y se abstuvieron.
Podían haber hecho como Andalucía o el País Vasco que, pese a no estar afectadas directamente, entendieron y compartieron el grito ahogado del mundo rural y votaron en consonancia con quienes libran esta batalla diaria y la conocen mejor que nadie.
O mejor, podían haber escuchado a Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León, verdaderos responsables del buen estado poblacional del lobo y que han sabido desarrollar un modelo de gestión compatible con un difícil equilibrio con la ganadería extensiva.
Solo se puede entender el enorme interés por la protección del lobo de Canarias, Melilla o Baleares, por poner algún ejemplo, bajo la premisa de la sumisión política y las órdenes dictadas 48 horas antes por Hugo Morán, secretario de estado de Medio Ambiente.
Lo lógico es que las indemnizaciones millonarias para los ganaderos sean detraídas de los presupuestos de todas las CCAA, al menos con la participación de las que han entendido como suyo el problema. Seguro que a melillenses o canarios no les importa nada que se eleven sus impuestos para fin tan noble.
Sería justo que la sociedad conociera todos los aspectos del proceso para que se entienda hasta qué grado se ha producido una traición al mundo rural sin argumentos científicos, mucho menos jurídicos, cuando dicha decisión contradice lo dictado en la normativa europea (Directiva Habitat) tan recurrente de forma habitual para el ecologismo y tan obviada en este caso.
Desde la Fundación Artemisan hemos tenido acceso a todos los informes técnicos y científicos que han llevado hasta este proceso. Y llama la atención dos cosas, la primera de ellas, que el Ministerio nunca debió llevar la propuesta a votación porque una amplia mayoría de comunidades autónomas ya habían rechazado la medida por escrito, incluidas Aragón y Cataluña, cuyo criterio de sus equipo técnicos y científicos recomendaban lo contrario de lo que sus políticos votaron.
La segunda, es la actitud intolerable desarrollada por el Comité Científico del Ministerio, por la total ausencia de criterio técnico y exceso del ideológico del informe que realizaron; juzguen ustedes mismos: en primer lugar, reconocen la ausencia de criterios para que una especie se incluya dentro del LESPRES, si no es por motivo de que ya se encuentre prohibida su caza por Directivas Europeas (en todo caso sería al sur del Duero).
Hablan también de que, excepcionalmente, hay unos criterios por los que una especie se podría incluir en el listado, pero que son criterios muy subjetivos (ellos mismos los reconocen) como su valor cultural, ecológico, su singularidad o rareza y que pueden dar lugar a inconsistencias en el LESPRES. Pues aún después de reconocer el difícil, por no decir imposible, encaje, este Comité Científico esgrime en un solo párrafo su indecente propuesta que copio literal:
«Los autores del informe (refiriéndose a la propuesta de ASCEL) detallan las evidencias del importante valor ecológico de sus grandes carnívoros y en concreto del lobo como parte fundamental del funcionamiento de los ecosistemas. En cuanto a su valor cultural es indudable y junto a sus argumentos puede señalarse la importancia del lobo en los procesos tempranos de domesticación, cuyo estudio ha dado lugar al desarrollo de parte de la biología evolutiva. Todo ello hace que este Comité aconseje la inclusión de todas las poblaciones de la especie en el LESPRE». Como lo ven, créanselo, este párrafo es toda la argumentación del comité científico para proteger al lobo en España.
El Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITERD) y su Comité Científico conocen perfectamente qué dicen los principales científicos que trabajan con la especie en España. Pero la opinión de Juan Carlos Blanco, Mario Saez de Buruaga o Luis Llaneza en este caso molestaba.
Por lo tanto, más allá del desconocimiento de la realidad de la España rural, los políticos votantes han mostrado un infinito servilismo, decidiendo dar la última puntilla a cientos de ganaderos de extensivo, a esa España Vaciada que tanto «defienden» en sus mítines en campañas electorales con frases hechas.
Pero no debemos olvidar a los originarios del conflicto. A aquellos que conocen la excelente salud del lobo, sabedores de que España alberga la segunda población de lobos más importante de Europa y que donde es especie cinegética, no para de crecer. Conocedores todos ellos de que la Sierra de la Culebra es el lugar del mundo con mayor concentración de lobos por km2, y es donde más lobos se cazan. Imaginarán que no hablo de otros que de ecologistas, los politizados, los Ascel, los Marley o los WWF, porque en este proceso todos son iguales y tienen dos intereses comunes: la bandera y el dinero.
Así es, a todos ellos la salud del lobo no solo no les preocupa, les da igual. Les interesa el conflicto, el enfrentamiento, desarrollar programas y proyectos para luchar contra prácticas ancestrales que teníamos prácticamente olvidadas y que algunos desean fervientemente desenterrar para darle sentido a su existencia como organización.
Todos ellos han idolatrado a Félix Rodríguez de la Fuente, un Félix que hoy se echaría las manos a la cabeza viendo la deriva que ha tomado la lucha que fue su vida, el lobo ibérico. Han utilizado su figura, conocedores de la sensibilidad que ha despertado en la sociedad urbana, pero mintiendo sobre la opinión de Félix con respecto a la gestión del lobo.
No sé cómo lo vamos a hacer, pero creo fervientemente que esta injusticia la vamos a revertir. No sé si será en procesos judiciales nacionales o europeos. No sé si nos costará 1 o 4 años, pero lo haremos. En ello pondremos desde la Fundación Artemisan y todas las organizaciones que forman parte de ella todo el empeño. Pero lo haremos de la mano de los verdaderos protagonistas, los ganaderos y la gente del mundo rural, que están asqueados de luchar contracorriente.