Simón, -istas y -logos

Y era Simón en el pueblo el último enterrador…


No sé a ustedes, pero a mí lo que más miedo me da es cualquier cosa, persona o colectivo, cuyo nombre termine en -ista. Dicen los sabios que la terminación -ista es un sufijo de origen griego que significa ocupación, oficio, hábito o actitud. Bueno, vale, jueguen pues a hacer una lista, ahora que nos obra el tiempo. Luego miren lo que de siniestro, falso, traicionero, comprable o corrupto les ha salido; cada uno habrá hecho su propia lista, pero… ¿A que tengo, más o menos, un pelín de razón? La lista de cada cual será la de cada quién; temeremos de ellos cosas distintas, pero cada uno resultará ser temeroso (como dicen en La Alpujarra).

Juguemos ahora a otra cosa, juguemos con la terminación en -logo. Yo cada vez entiendo menos del mundo que me rodea; pero mientras que dicen los sabios que etimológicamente procede del griego y que significa «razón, ciencia, palabra», yo tengo muchas palabras terminadas así, libre es usted de buscar las suyas, y al menos para mí cada cosa que acaba en -logo es sinónimo de todo lo contrario, sinónimo de absoluta ignorancia. ¡Será que no hablo griego!…

Pero hablábamos de Simón, el ricitos al que todos llaman ya el enterrador, y que dice y dicen que es un «epidemiólogo». No sé dónde darán ese título; pero, al acabar en -logo, para mí es un certificado de ignorancia. Hablamos de un experto Simón que no sabe diferenciar entre el crecimiento de algo (infectados, muertos, curados…) por unidad de tiempo y de crecimiento de lo mismo por periodo de tiempo (crecimiento corriente y crecimiento medio); pero que dice cosas confusas, variables e ininteligibles, respecto a una mítica curva que, ¡ni que fuera un alambre!, trata de doblar, retorcer y romper. Debería tener en una mano la pala y en el hombro el azadón; pues si su hija fuera la verdad, vendría de enterrarla, bien honda y boca abajo.

Este y los expertos como este, -istas y -logos, han liado la que han liado, de la mano de otros -istas, como futbol-istas, tur-istas y femin-istas, y ahora encima van y la pían.

Pero vamos a ver… ¿Qué riesgo sufro o causo, qué daño, causo o sufro, si cojo mi coche en el garaje y me voy solito a pescar, cazar, o a pasear por el campo, y luego me vuelvo igual de solito, en mi mismo coche y a mi propio garaje?

¿Por qué todos estos -istas, todos estos -logos han dejado para el final el poder movernos y salir a respirar aire puro? ¿Son más seguros los carriles bici, los restaurantes, los supermercados…? ¿O simplemente ellos, los -istas y -logos, son más urbanitas y les da asco el campo, «ese lugar repugnante en donde los pollos andan crudos por el suelo»?

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