Repercusiones del COVID-19 en el sector cinegético
El coronavirus SARS-CoV-2, causante de la pandemia de COVID-19, se propaga de forma exponencial. Su tasa de reproducción es alta y, en ausencia de aislamiento de los casos y trazado de contactos, se difunde rápidamente y satura los sistemas de salud. Ello da lugar a situaciones personales dramáticas ante las cuales cualquier otro asunto pierde relevancia.
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En este contexto, resulta atrevido hablar del impacto de la epidemia de COVID-19 en cualquier otro campo, como la caza. Sin embargo, creemos importante alertar sobre algunos aspectos relacionados con lo cinegético, y estar preparados para posibles consecuencias colaterales de la epidemia.
Una primavera sin caza
El COVID-19 llegó a España con el grueso de la temporada cinegética terminada. En primavera, más allá de algunos permisos por daños de conejo, del control de predadores y de alguna espera excepcional al jabalí, la caza la protagoniza el corzo. Habrá que ver, por tanto, cómo repercute la disminución de la presión cinegética debida a la cuarentena sobre esta especie en clara expansión a nivel peninsular en los últimos años, a la que se atribuyen daños a la agricultura y accidentes de tráfico. En la que iba a ser la primera temporada en la que se permitía salir a cazar cualquier día de la semana; ahora no se saldrá ninguno: hablamos de Álava. Por otro lado, el impacto será especialmente relevante en aquellas provincias en las que la inactividad afecta también al periodo de caza de hembras, por ejemplo, Zaragoza. El golpe económico será importante para muchos cotos corceros.
Respecto a la caza menor será interesante observar, cuando termine el cierre, qué efecto tiene la ausencia de control de predadores, por un lado, pero también la desaparición de paseantes con perro, ciclistas y demás molestias por actividades no profesionales, sobre la cría de la perdiz, y cómo les vienen estos cambios a liebres y conejos. La falta de personas en el campo y en las calles ha humanizado a la fauna silvestre más que nunca. Lo de ver jabalís en los pueblos y ciudades españolas no es nuevo. Sin embargo, el confinamiento ha provocado que otras especies como el corzo, la cabra montés o incluso el oso, hayan tomado las calles. A todos nos gusta observar fauna, pero su habituación al hábitat urbano puede tener consecuencias no deseadas, principalmente en forma de accidentes y daños cuando esto termine.
Otro aspecto a vigilar son las enfermedades. La situación general de la tuberculosis no debería verse demasiado afectada por el parón temporal de los saneamientos del ganado bovino, siempre que después del verano todo vuelva a la normalidad y puedan completarse las campañas. En ciervo, gamo y jabalí tampoco habrá cambios sustanciales en cuanto a la tuberculosis, siempre que la inactividad no se extienda más allá de la primavera. Más preocupante es la situación de la peste porcina africana (PPA) en algunos países de Europa. El impacto generalizado de COVID-19 sobre muchas actividades podría facilitar la expansión natural del virus de la PPA hacia nuevos países, por ejemplo, de Polonia a Alemania. De forma general, la menor presencia de personas puede facilitar una mayor interacción de animales silvestres con el ganado, propiciando la transmisión de infecciones en ambas direcciones.
Jabalís alimentándose en zona urbana. Pablo Palencia/IREC
Consecuencias a medio y largo plazo
La crisis económica española de 2008-2014 dio lugar a menos sueltas de perdiz y a menos venta de puestos en monterías. La figura presenta el número de capturas de perdiz declarado en España en cada temporada (Modificado del libro Las especies cinegéticas españolas en el siglo XXI de J.L. Garrido y colaboradores). Como puede observarse, durante la pasada crisis los resultados de caza de perdiz fueron inferiores en un tercio respecto a las temporadas anteriores y posteriores. Esto posiblemente se debió a un menor mercado de ojeos y cacerías, y la consiguiente menor suelta de perdices de granja. La crisis que está originando la epidemia de COVID-19 tendrá efectos parecidos, cuya intensidad dependerá de lo que tarden en volver a la normalidad los indicadores económicos. Esto podría afectar a otras especies de especial interés en conservación.
Por ejemplo, un estudio científico publicado recientemente concluía que las poblaciones de sisón disminuyen de forma generalizada excepto las que se encuentran en cotos intensivos con sueltas de perdiz. A falta de identificar las medidas concretas que benefician al sisón, seguramente relacionadas con el hábitat y la depredación, sería esperable pensar que, con una reducción de las sueltas de perdiz, las poblaciones de sisón también se podrían ver afectadas. De igual manera cabe esperar que se produzcan otros cambios similares debidos a mecanismos de cascada ecológica, donde la dinámica de unas especies puede afectar a muchas otras.
Evolución de las capturas de perdiz durante las últimas temporadas. Fuente: JL Garrido y cols.
En caza mayor previsiblemente bajará la venta de puestos y de recechos, con importantes consecuencias económicas. A diferencia de las perdices, se necesitará continuar la extracción, tal vez priorizando los descastes, a fin de evitar problemas de sobreabundancia.
Al margen de los aspectos económicos y epidemiológicos, surgirán debates en torno a la carne de caza. COVID-19 es una zoonosis cuyo origen ha sido relacionado con el consumo de carne de fauna silvestre. En consecuencia, China ha optado por prohibir el comercio con animales salvajes. Habrá quienes, desde el mundo animalista, vean en ello una nueva oportunidad para atacar a la caza. La carne de caza es carne silvestre, pero —al menos en Europa— es objeto de control sanitario y constituye un alimento tan saludable o más que cualquier otro. La presente crisis contribuirá a que las autoridades de salud pública y la sociedad en general aumenten su sensibilidad respecto a las zoonosis relacionadas con la manipulación y el consumo de carne de animales silvestres, pero ello debería afectar a la carne de caza sólo en sentido positivo, mejorando la higiene y el control de otras zoonosis, como la triquinelosis.
¿Y si el coronavirus hubiera llegado antes?
El impacto sobre la caza habría sido mayor si la emergencia de COVID-19 a España se hubiera adelantado unos meses. Un frenazo en seco a mitad de temporada hubiera supuesto que muchas manchas se quedaran sin cazar. A algunas especies de caza menor no les hubiera venido mal. Pero en otros casos, como el jabalí, sufriríamos incrementos exponenciales en las poblaciones. Un estudio realizado en Asturias mostró que, tras uno a tres años sin caza, el número de jabalís cazados en la siguiente temporada aumentó un 40%. En otras especies con menor potencial reproductivo que el jabalí, como los cérvidos o la cabra montés, este aumento poblacional sería menos drástico, pero merece atención.
El estado de alarma como experimento
Tener a la mayoría de las personas confinada en sus casas y restringir, o incluso suprimir, muchas actividades que afectan a la fauna, tendrá necesariamente efectos importantes. A algunas especies les irá mejor. También les viene bien el parón a los depredadores oportunistas, por la disminución de acciones de control. Por otro lado, el furtivismo parará durante unos meses, y eso siempre es una buena noticia. Habrá una reducción importante de los atropellos por la disminución del tráfico rodado. A otras especies, por ejemplo, a las aves esteparias, podría irles peor. ¿Cómo usar esta oportunidad para evaluar el impacto de la actividad humana en la fauna? La situación actual pone de manifiesto, una vez más, la importancia disponer de un sistema de seguimiento de las especies cinegéticas a nivel nacional con el que poder cuantificar cualquier cambio. Si España contase con buenos sistemas de monitorización de especies de caza, que no es el caso aunque existan iniciativas meritorias, sería posible medirlo con el paso del tiempo. Con los medios actualmente disponibles, habrá que conformarse con observaciones más o menos locales, cuya comparación entre años dará información sobre el antes, el durante, y el después del cierre por COVID-19.
¿Cómo gestionar la caza después de la pandemia?
Esta crisis dará lugar a grandes cambios en nuestra sociedad, y también en la actividad cinegética y en la dinámica de algunas especies cazables. Las administraciones responsables de caza tendrán que adaptar las ordenes de vedas a las nuevas circunstancias, siempre que la situación epidemiológica, el calendario, y los recursos económicos y humanos lo permitan. Habremos aprendido algunas lecciones, y tal vez la más importante sea que se necesita un buen esquema de monitorización de las poblaciones de caza para poder evaluar el efecto de esos cambios y adaptaciones, y actuar en consecuencia. Desde el campo de la ciencia ayudaremos para que así sea.