Jabalí: equivocaciones que cometemos en las esperas nocturnas

A veces, cazando en esperas nocturnas al jabalí, cometemos la equivocación de disparar a un ejemplar de una piara pensando que es un macho viejo y con buen trofeo por el simple hecho de verlo grande o voluminoso y, al ir a cobrarlo, encontrarnos que lo que realmente hemos abatido ha sido una hembra. En los peores casos, la hembra tiene las ubres llenas de leche por estar criando una camada de rayones.


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Esto ocurre por no tener en cuenta ciertos aspectos muy básicos que siempre debemos tener muy presentes en las esperas. Sobre todo, si esas esperas se llevan a cabo en lugares donde hemos colocado algún tipo de atrayente para ellos.

Los marranos viejos y, por tanto, con buen trofeo, raras veces se arriman a las bullas y ruidos que van haciendo las piaras en sus careos nocturnos. De ahí que se hayan ganado tan a pulso el nombre de solitarios.

De esta manera, cuando un cazador decide disparar a un ejemplar que va entre una piara pensando que se trata de un viejo macho con buen trofeo por el simple hecho de verlo grande o voluminoso, lo normal es que se equivoque estrepitosamente. Lo más probable es que le haya tirado a la hembra más grande de la piara que, además, estará criando una buena camada de rayones.

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¿Cuándo dan la cara los machos viejos?

Cuando un marrano grande y viejo se suele arrimar a las piaras sin importarle demasiado sus bullas es durante el periodo de celo de esta especie, que es cuando van persiguiendo a sus queridas hembras con el fin de montarlas.

Eso sí, nos daremos cuenta rápidamente de que es un macho por la forma de arrimarse y acometer a las hembras de la piara, ya que lo hará de una forma un tanto nerviosa y muy característica.

De todas formas, en la época de celo de estos animales, si cometemos la equivocación de tirarle a una hembra de una piara por confusión, al menos no dejaremos una camada de rayones listos para morir, ya que, en este tiempo de celo, entre noviembre y enero, las marranas van seguidas por marranchones y marranchonas con al menos seis o siete meses de vida.

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Paciencia

También se pueden arrimar algunas veces los machos viejos a las piaras en los comederos, aunque lo normal es que lleguen siempre a ellos después de que los demás lo hayan hecho, cuando ya lleva la piara un rato comiendo.

Pero, cuando eso ocurre, los que allí están ya comiendo, normalmente reaccionan rápidamente, dejándole el terreno hacia donde este se mueve totalmente libre, haciéndole arco o incluso marchándose y dejándolo sólo si es preciso, ya que los marranos grandes y, por tanto, viejos, no son partidarios de compartir nada con los demás, y aún menos la comida.

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Cuidado, puede ser una marrana grande

De lo anteriormente comentado, debemos sacar también en conclusión que si, estando una marrana con rayones comiendo, vemos que entra un animal también grande, nunca debemos pensar rápidamente que llega un gran macho. Lo que debemos hacer es esperar el tiempo necesario a ver qué reacción tienen los que allí hay comiendo, así como el comportamiento de éste al llegar a ellos. En cuanto veamos que ese animal grande entra y se pone a comer con los demás en total armonía y dispuesto a compartir de manera hasta cariñosa la comida, nos debemos dar cuenta rápidamente de que se trata de una marrana que se ha quedado retrasada a la hora de entrar, y no un gran macho. Como antes he señalado, los marranos viejos y, por tanto, grandes, entran dando caña, o incluso sin darla les hacen arco los que allí había antes.

No disparar al más grande

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También resulta aconsejable que si acometemos el disparo a un ejemplar de una piara, lo que no debemos hacer nunca es tirar al más grande o grandes de la piara, sino a uno de los medianos, que siempre será un marranchón o marranchona sin prole alguna a su cargo y no una marrana criando.

Incluso las marranas grandes y viejas que suelen ir en piara, a veces hacen cosas que nos pueden engañar y hacernos creer que son marranos machos, sobre todo en los comederos, ya que a estos sitios, al ser viejas y haber tenido infinidad de problemas y contratiempos en sus careos nocturnos, entran retrasadas o separadas de los demás y no queriendo dar la cara alegremente.

Comprobaremos que dejan entrar a otras marranas más jóvenes y atrevidas con sus proles e incluso con las suyas, mientras ellas, a unos metros y entre el monte, observan si hay o no peligro en ese lugar.

Incluso a veces, las marranas viejas que ya tienen mucha escuela de supervivencia aprendida y vivida, dejan entrar primero a sus propias proles mientras ellas a unos metros tapadas entre el monte observan si hay allí peligro o no. O sea, que hacen lo mismo que los viejos machos en esas mismas circunstancias.

Pero claro, lo que no hace un viejo macho es ponerse a comer cuando llegan en armonía y cariñosamente con la tropa que ha llegado antes, pues ellos no son partidarios de compartir nada y, menos aún, de que los molesten ejemplares más jóvenes y hembras mientras comen.

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Hembras y rayones

Otra cosa muy a tener en cuenta es, cuando nos entra a un comedero un ejemplar grande que va solo, si es el tiempo de la paridera de las marranas. Ojo con esto. ¿Por qué lo digo? Porque cuando los rayones están recién nacidos, cuando aún tienen pocos días de vida, la mayoría de las veces entran retrasados con respecto a las madres a estos lugares.

Todo lo contrario a lo que hacen cuando ya son un poco más grandes, que suelen entrar corriendo y con bullas delante de ellas. Así que, en ese tiempo de la paridera, cuando entra un ejemplar grande solo al comedero, no debemos tampoco precipitarnos y tirar rápido, sino esperar un poco a ver si realmente es un macho que viene solo o es una hembra y, detrás de ella, vienen los rayones unos segundos después.

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Aprender en cada espera

Ahora bien, cuando nos entra un ejemplar grande solo y vemos que detrás no viene nada con él, sí que debemos disparar, por ser claramente un marrano macho.

Para acabar, aunque algunos llevemos más de tropecientos años practicando la espera, para nada debemos pensar que lo tenemos todo aprendido sobre ellas, ni mucho menos.

Todo lo contrario, lo que realmente debemos pensar es que cada noche que pasamos en la sierra practicando esta emocionante modalidad de caza, si nos dedicamos a observar con la máxima atención posible todo lo que ocurre a nuestro alrededor, aprenderemos algo nuevo e interesante sobre ella y, además, nos daremos también cuenta de que, en esta modalidad de caza, lo mismo que en cualquier otra, no se para de aprender nunca.

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