Entre los perros: acompañamos a ‘Rehala El Churrero’ tras los jabalíes
Podencos, Valduezas, alanos españoles y una doga argentina. La rehala no puede tener mejor pinta y presentación. Para comandarla, José María García, el rehalero que hace unos días cazó, con la única ayuda de estos magníficos perros y de su cuchillo de remate, el jabalí más grande que se recuerde, abatido sin armas en nuestro país.
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Poco después de publicar la noticia del que parece un insuperable hito dentro de nuestra venatoria, José María nos llamaba para invitarnos a una batida que organizaba el siguiente sábado, como forma de agradecernos el tratamiento que le dimos a esta información.
Aceptamos con gusto su invitación, pero con una condición, que nos permitiera acompañarle en su trabajo como rehalero. Nuestra intención era la de reflejar la inestimable labor que la rehala efectúa en cada cacería. Porque sin rehala, no existiría la montería, la batida o el gancho.
José María aceptó encantado, y pusimos rumbo a Valladolid.
Más datos sobre el jabalí de 188 kilos
Allí nos han tratado como a uno más de los integrantes de este grupo de cazadores que, cada año por estas fechas, caza la finca Julio Alfonso Ballesteros. El inmenso jabalí de 188 kilos estaba aún en boca de todos. Nadie recuerda un animal de tal porte, ni los más veteranos del lugar. Pero las conversaciones fueron añadiendo detalles a la gran historia de la caza de este récord de macareno.
El pasado año, un cazador veterano, en una finca colindante, vio perderse entre las encinas a un «tractor», como por allí se han referido a él. Sucedió durante una espera, y la rapidez con la que ocurrió todo impidió que pudiera dispararle. «Para padre», es la expresión utilizada en estas ocasiones, en las que el animal se marcha «a criar».
Otro integrante de este grupo de cazadores puntualizaba algo muy relevante en cuanto al peso que arrojó el jabalí en la romana: «los 188 kilos fueron después de que el jabalí perdiera mucha sangre. El peso real de ese animal era unos kilos superior».
Tres rehalas
Allí también pudimos conocer al otro rehalero que cazó junto a José María en aquella memorable jornada: Ángel Sánchez, de Rehala Montealegre. Sin duda, un montero que, como José María, pone a sus perros por delante de cualquier cosa. De hecho, todos sus canes cazan con un carísimo collar GPS al cuello. Los miles de euros invertidos en la seguridad de todos y cada uno de los integrantes de la rehala nos llamó mucho la atención: «¿Es que los perros no lo valen?», nos aseveró.
El tercer montero que cazó junto a sus perros fue David, al que todos llaman «Cetrero». Las tres rehalas organizaron la cacería y, una vez los postores estaban colocados, se procedió a la suelta de los perros.
Perros de rastro, levantes, carreras… y disparos
A partir de aquí comenzó una jornada inolvidable. En el vídeo que acompaña a este texto hemos intentado reflejar lo más fielmente posible todo lo que pudimos ver, oír y sentir.
Los canes de rastro, siempre por delante, dando voz a esa canción que era respondida por las ladras del resto de perros. Esa emoción de presenciar las carreras siguiendo esos levantes que los rastreadores protagonizaban, el seguimiento por parte de los rehaleros, adelantando hacia qué puestos se dirigían los jabalíes levantados… Y la culminación de todo este trabajo: el disparo. Unas veces acertado, otras veces repetido y errado, pero así es la caza.
Sin duda, es algo que hay que vivir para entenderlo.
Una agradable charla de caza y perros
Tras cuatro horas de duro trabajo, el resultado fue de 5 jabalíes abatidos y otros tantos que escaparon a los disparos de los cazadores.
Cuando se recogió a los perros, no dejamos pasar la oportunidad de hablar con José María de lo que habíamos vivido, de los lances, del trabajo de los perros… Pero, sobre todo, de algo que tenía marcado en la agenda desde que supe que iba a conocer a su rehala: le pedí expresamente que me hablara de la doga argentina de 10 años de edad que se enganchó al morro del gran jabalí y que le dio la seguridad necesaria para entrar a ese remate.
Después de tantas horas cazando, Paqui, que así se llama esta magnífica perra, se prestó a esta entrevista y estuvo presente mientras hablábamos de ella. En el vídeo podéis verla, y en las fotos no admite discusión: es la preciosa doga que lleva el chaleco de protección de color naranja.
Conocimos el origen de la perra, su manera de cazar, cómo le han sentado los años, qué sintió el rehalero cuando llegó hasta aquel monstruo de 188 kilos y encontró a Paqui agarrada a su morro.
Pero si quieres saber todo esto, debes ver el vídeo. Esperamos que lo disfrutes.