¿Por genética o por necesidad?

Desde hace algún tiempo hay algo de lo que se suele hablar bastante, en las tertulias o mentideros de caza, de algo que últimamente en algunos cazadores casi se está convirtiendo en una obsesión: de la pureza genética, de la bravura y del instinto de salvación y huidizo de los animales cazables ante los humanos.


Y yo creo que se habla tanto y se le está dando tanta importancia últimamente a este tema, debido a la incertidumbre y miedo que tienen algunos cazadores a encontrarse en cualquier cazadero con infinidad de animales cazables criados en cautividad y, sin enterarse tan siquiera, cazarlos porque alguien les pueda haber metido «gato por liebre» aun habiéndole pagado «la liebre» al precio del oro.

Para que los animales huyan de los humanos primero han tenido que recibir motivos para ello, bien ellos directamente o bien sus congéneres más viejos con los que conviven

Esa es la incertidumbre y miedo que pienso hace que últimamente se hable tanto de este tema. Pero bueno, hoy no pretendo hablarles de animales cazables criados en cautividad, ni de sueltas o repoblaciones hechas con ellos en cotos o cazaderos. Hoy, si me lo permiten, de lo que quería o pretendía hablarles, es de lo que he comentado anteriormente que tanto se habla en las tertulias o mentideros de caza, de la bravura, del instinto de salvación y del carácter huidizo de los animales cazables ante los humanos y, cómo no, de a qué, según mi criterio u opinión, claro, se pueden deber estas conductas o comportamientos en ellos.

Aunque, según muchos cazadores, a estos comportamientos o conductas de los animales cazables no hay que darles tantas vueltas, pues según ellos, es algo que está más que sabido que sólo se debe a haber nacido y haberse criado libres en el campo y a su herencia genética, algo con lo que yo nunca he estado del todo de acuerdo, pues siempre he pensado que todo esto a lo que realmente más se debe es a lo necesitados que se hayan visto de desarrollar ese instinto, comportamiento o conducta ante los humanos, o lo que es lo mismo, a la presión que los humanos hayamos podido ejercer sobre ellos.

Todo lo anterior lo baso, además de en lo que he podido leer sobre ello y en lo que me han dicho algunas personas que han hecho algún estudio sobre el tema, en lo que yo he podido observar en estos animales a lo largo de mi vida en la sierra, tanto en lugares donde han recibido presión humana como en aquellos otros donde no la han recibido.

En Sierra Morena antaño, aun habiendo mucho más lince que actualmente hay, era más difícil poderlo contemplar y fotografiar que ahora, ya que cuando se veía alguno era a lo largo y corriendo atemorizado a esconderse entre la maleza, precisamente porque por aquella época recibía presión o era perseguido por los humanos. En cambio ahora, si vemos algún Lince en esa misma sierra —que tampoco es que sea fácil verlo— como en vez de perseguirlo lo que hacemos es mimarlo y cuidarlo, ni se espanta, ya que desde hace bastantes años no le hemos dado motivo alguno para ello. Es más, si actualmente tenemos la suerte ver alguno, lo que hace, en la mayoría de los casos, es mirarte como si fueras otro animal cualquiera de los que andan por su hábitat y seguir a lo suyo como si tal cosa, como ya me ha pasado con alguno no hace demasiado tiempo, que lo he visto cazando a unos doscientos metros y al final se me ha acercado mirándome hasta no más de cincuenta, posiblemente para verme más de cerca y observar bien a ese «raro animal con piel de tela» que había invadido su hábitat y zona de caza.

También me ha pasado algo parecido con las perdices en algunas fincas de caza mayor de esa misma sierra, donde desde mucho tiempo atrás, posiblemente décadas, no se cazaban las especies menores. Cuando he visitado y me he dado una vuelta por algunas de estas fincas, he podido ver cómo perdices nacidas y criadas en ellas y, por tanto, totalmente autóctonas y de una pureza genética indiscutible, han apeonado delante de mí a escasos metros y, si al final me he acercado demasiado a ellas, lo más que han hecho ha sido levantar un corto vuelo para volverse a posar en el suelo a no más de sesenta o setenta metros.

De todas formas, el comportamiento de estas perdices en ningún momento me sorprendió demasiado, ya que siempre he pensado y tenido muy claro que para que los animales, por muy salvajes que puedan ser, huyan de los humanos, primero han tenido que recibir motivos para ello, bien ellos directamente o bien sus congéneres más viejos con los que convivan.

De lo que también me pude dar cuenta es que en estas perdices se daban dos circunstancias, la primera, que nadie las había presionado o cazado nunca y, la segunda, que tampoco debía quedar entre ellas ninguna de las de antaño que sí hubiera sido presionada o cazada, ya que de haber quedado alguna de éstas entre ellas, nada más verme hubiera levantado vuelo queriendo poner espacio de por medio y habría arrastrado a las demás detrás de ella, ya que lo que sí hacen estas aves, igual que el resto de animales salvajes, es aprender rápidamente de sus congéneres más viejos lo que puede o no ser peligroso para ellas. También pensé que si a esas fincas donde las perdices no se espantaban se llevaran y soltaran algunas de otras donde sí se hubieran cazado recientemente, posiblemente en muy poco tiempo presentarían todas una actitud o comportamiento ante los humanos muy diferente al que presentaban, que era totalmente de mansedumbre aun siendo perdices nacidas y criadas totalmente en libretad.

Lo que sí que he leído que espanta a la mayoría de las aves, aun sin haberlas visto antes ni haber sufrido ningún ataque por su parte, son las rapaces. Es más, dicen, que incluso no habiéndolas visto nunca, con tan sólo mostrarles una foto a tamaño natural de alguna de ellas, o simplemente su silueta, sienten verdadero pánico.

Otro ejemplo que podemos poner sobre el comportamiento de los animales salvajes es el de los conejos en fincas de caza de Sierra Morena, donde desde hace tiempo no se cazan debido a ciertos acuerdos por la presencia de linces en ellas. Estos conejos, al no ser cazados desde hace bastante tiempo, apenas huyen o corren buscando vivares donde esconderse cuando ven a alguna persona. Tan sólo dan una pequeña carrerita de pocos metros al verla para luego quedarse mirándola desde una distancia no muy grande hasta que pasa y se aleja, todo lo contrario a lo que hacen en fincas o cotos donde sí que son cazados, que tan sólo con escuchar un ruido ya van como flechas a meterse bajo tierra en sus vivares o encierros.

Por otro lado, buscando un día algo que se hubiera escrito sobre este tema, encontré un articulo de Erick Ziemen, en el que decía con bastante rotundidad que ningún animal de los que él conocía huía de los humanos si antes no le habían dado motivos para hacerlo, y como ejemplo ponía a los lobos, de los que aseguraba que en lugares donde nunca habían tenido contacto con los humanos, al tenerlo por primera vez, si estos en ese momento no le daban motivos, no huían de ellos, aun siendo éste un animal perseguido durante milenios por el hombre y posiblemente el de mayor carácter huidizo ante los humanos que jamás haya existido. Al final de su escrito o artículo, este hombre ponía un ejemplo muy concreto de lo que decía. Explicaba que en la isla de Ellesmere, situada en el extremo norte de Canadá, los lobos no huían ante la presencia humana, debido precisamente a que desde que habían tenido su primer contacto con el hombre, éste nunca les había dado motivos para que así lo hicieran.

Y ya para acabar con este tema, les puedo poner el ejemplo del jabalí, que siendo un animal de lo más montaraz que hay y además estando catalogado como uno de los más huidizos ante la presencia humana, en los términos municipales de algunos pueblos pertenecientes a la provincia de Madrid donde no es cazado y, por tanto, tampoco presionado por los humanos, llega a pasearse por las calles de esos pueblos sorteando coches y personas como si tal cosa, bien buscando comida en los contenedores de basura como revolcaderos en las frescuras de los parques, como no hace tanto tiempo pudimos ver a través de la televisión que lo hacían por las calles de Las Rozas. Aunque por las calles de El Pardo esto es muy usual cualquier día del año.

¿Los animales salvajes son capaces de distinguir los lugares donde pueden o no ser atacados por los humanos?

Por lo que yo he podido leer sobre este tema y además ver en algunos animales, me atrevo hasta a decir que, además de distinguir eso, donde sí y donde no pueden ser atacados por los humanos, llegan mas allá, a distinguir entre qué personas le pueden ocasionar daños y qué otras no, como decía hace poco alguien en los foros de esta página. Este forero decía que los gorriones se acercaban a la abuela cuando tomaba el sol en el patio a comerse las migas de pan que les echaba hasta casi subirse a su faldiquera, pero que cuando aparecía el nieto al que ya le habían visto alguna vez la escopetilla de plomos en las manos, salían zumbando del patio por encima de los tejados de las casas vecinas y desaparecían.

De todas formas, sobre esto hay otras muchas cosas que aclaran perfectamente que los animales salvajes son capaces de distinguir los lugares donde no van a ser atacados por los humanos de aquellos en que sí pueden serlo.

Sobre lo anterior, aun sabiendo que las repeticiones por sistema empobrecen, siempre pongo el mismo ejemplo por lo aclaratorio que puede ser, el de las palomas torcaces que hay en los parques y jardines de Madrid, en los que conviven con las personas a pocos metros de ellas y dejándose casi coger por los niños. Pues bien, estas mismas palomas, no otras, cuando a diario van a comer desde esos parques de la ciudad a los campos de cereal de los pueblos de los alrededores, donde sí que son cazadas, no dejan que nadie se les acerque a centenares de metros. Pero es que además, en estas palomas torcaces se da algo no menos curioso. Cuando vuelven de esos campos de cereal donde a diario van a comer hacia los parques de Madrid, sus vuelos, además de ser sumamente altos, son también acrobáticos, para evitar que desde un puesto de paso algún cazador pueda alcanzarlas con un tiro. Sin embargo, cuando cruzan la autovía M-40 y se ven sobrevolando las azoteas y tejados de las casas de la ciudad, bajan sus vuelos y los hacen totalmente serenos por sentirse ya seguras.

También, buscando algo que se hubiera escrito sobre este tema, encontré lo que decía un científico de un seguimiento que él y su equipo le habían hecho a una raposa que desde lo más recóndito de un bosque trasladó a sus cachorros hasta las mismas paredes de una ciudad Alemana. La raposa en cuestión se instaló con toda su prole de cachorros en un socavón que había al lado del seto de un parque, y justo al lado también de una parada de autobús que era visitada o utilizada a diario por infinidad de personas. Además, según este hombre, la raposa se tumbaba al sol con toda su prole de cachorros sobre el césped del parque sin importarle para nada que todas las personas que por allí pasaban los miraran desde escasos metros durante un buen tiempo debido a lo extrañados que se sentían ante la presencia de aquellos animales en aquel lugar.

Pues bien, al final decía que durante el tiempo que estuvieron observando a estos animales, una noche que los seguían con aparatos de visión nocturna por un bosque al que se habían desplazado a cazar, pudieron comprobar algo curiosísimo en ellos. Al detectar la raposa el rastro de un humano que al parecer había pasado hacía muy poco tiempo por aquella zona de bosque, emprendió una alocada carrera con toda su prole de cachorros detrás de ella tratando de evitar el peligro que podía suponerles aquella persona que recientemente había dejado sus rastros allí, lo que dejaba más que claro que aquel animal sabía perfectamente donde sí y donde no podían ser atacados por los humanos, ya que sus comportamientos en un sitio y en otro ante ellos eran bastante más que diferentes.

¿Los animales salvajes son capaces de servirse de los humanos para protejerse de sus predadores?

Sobre este tema la verdad es que no he podido leer nunca nada que me haya ayudado a salir de dudas, como en los casos anteriores, de los que sí he podido leer algo escrito a un nivel que podíamos llamar científico, así es que mis opiniones sobre lo siguiente solo están basadas en lo que yo he podido observar en este tipo de animales y en lo que otras personas me han dicho que también han podido observar.

Si cuando hemos visitado los cortijos de las fincas de caza nos hemos fijado en su entorno, seguro que hemos visto que en casi todos —al menos por Sierra Morena— hay algún o algunos árboles cercanos a sus puertas, bien alguna centenaria encina que ya había allí cuando hicieron el cortijo o bien algún otro tipo de árbol sembrado por los que viven o han vivido en él, de cara casi siempre a poder tomar la sombra en verano. Si además de haber visto lo anterior, hemos pasado alguna noche en alguno de esos cortijos, habremos podido observar también que, aun habiendo montones de árboles por los alrededores o zona, los gorriones y tordos negros que pasan el día esparcidos por el campo, van todas las noches sin fallar ninguna a dormir a ese árbol o árboles que hay justo al lado de la puerta del cortijo, debido, pienso yo, a que en él o ellos es donde más seguros y a salvo se sienten de sus predadores por la presencia humana que hay en el cortijo y por los perros que también suele haber en ellos. Pero es que además, si debajo de alguno de esos árboles cercanos a la puerta del cortijo está la caseta del perro en la que duerme todas las noches, no se preocupen, que en ese árbol es en el que más gorriones y tordos van a dormir por ser el árbol en el que mas seguros se van a sentir toda la noche de sus predadores.

También me han dicho algunos serreños —guardas, pastores, vaqueros y otras personas— con los que he hablado sobre este tema, que a veces han podido observar cómo las perdices, a la hora de criar, se han acercado para hacer sus nidos más de lo normal a las casas de pastores, vaqueros y a las majadas, posiblemente para sentirse a la hora de criar más seguras y resguardadas de sus predadores, ya que en estos lugares siempre hay perros de los que acompañan a los ganados y a los que suelen respetar los depredadores.

Por otra parte, un día que tuve oportunidad de hablar sobre este tema con un ornitólogo que además es un gran cazador y buen observador de todo lo que suele ocurrir en el campo, me dijo que durante bastantes años habían estado equivocados con el comportamiento de los patos que había en las lagunas de una finca. Según me decía, todos los años los patos se agolpaban a criar en la laguna que había más cercana al núcleo de casas de la finca, y que allí casi se disputaban los sitios para hacer los nidos debido a la cantidad de ellos que se juntaban. Sobre todo en la ribera más cercana de la laguna al núcleo de casas. Aquello, según este hombre, les hizo pensar durante años que se debía a que era la única laguna de las que había en la finca en la que no se cazaban, pero al final y después de unos cuantos años, se dieron cuenta que no se debía a eso, ya que empezaron a cazar los patos en esa laguna, y aunque durante todo el año era en la que menos había por ser desde la que antes empezaban a ver el movimiento de cazadores y escopetas y de la que por tanto antes huían, cuando llegaba la época de cría se volvían a agolpar todos en esa laguna para hacer sus nidos como cuando no practicaban la caza en ella, lo que les hizo ver con total claridad que no lo hacían por otra cosa que no fuera por la seguridad que sentían en ella y en sus nidos ante los depredadores por la gente que siempre había por allí e incluso por los perros que custodiaban las casas, a los que respetaban los depredadores y no se acercaban a aquella laguna.

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