El preciado trofeo del corzo

En los últimos años se está produciendo de forma incesante un incremento de la población de corzos en la Península Ibérica, ocupando, incluso con censos apreciables, comarcas de las que estaban ausentes desde hace tiempo. Así, en muchas zonas del norte peninsular, actualmente existen censos que permiten inolvidables jornadas cinegéticas y que, sin duda, suponen también un aliciente más y una fuente de ingresos complementaria para los cotos de caza y para el medio rural.


Por otra parte, en el noroeste peninsular, del cual estimo que es un buen ejemplo Galicia, son frecuentes los ejemplares de corzo corpulentos y con mayores pesos corporales que en el resto de la Península (20-30 kilos). Sin embargo, nos llama poderosamente la atención que sus calaveras pesan menos que otras de proporciones similares procedentes de otras zonas, y sus cuernas frecuentemente son menores en todas sus dimensiones, lo que hace que sus trofeos generalmente obtengan puntuaciones muy modestas, con lo que, si bien en mi opinión no disminuye en absoluto el valor del lance cinegético, sí es cierto que perjudica claramente la puntuación del trofeo, como todos sabemos. La pregunta obligada que muchos nos hemos formulado en numerosas ocasiones es: ¿por qué se produce esta situación? Como respuesta existen diferentes opiniones respecto a cuál es la causa de esta realidad, pero todas ellas sin haber sido, hasta el momento, avaladas científicamente con suficiente profundidad. Si bien no alcanzamos en la actualidad a ofrecer una respuesta ajustada a nuestra pregunta, sí que vamos a hacer una serie de consideraciones que pueden arrojar nuevas luces sobre el problema planteado.

NUEVAS LUCES SOBRE LA ESPECIE

En primer lugar, recordemos que el corzo es una especie criadora en día largo a diferencia de otros cérvidos. Esta particularidad en el comportamiento reproductor le permite obtener el máximo rendimiento, al hacer coincidir su mejor momento energético y de disponibilidad de alimento con la capacidad de concepción, lo que permite a la corza su condición multípara, aunque después se produzca la diapausa embrionaria, también característica de la especie. Así, el celo en el corzo se produce en pleno verano, entre los meses de julio y agosto, a diferencia de ciervos y gamos, que tienen su ciclo estral en otoño. Evidentemente, esta particularidad reproductiva del corzo no es un fenómeno fisiológico aislado del animal; al contrario, está condicionada y condiciona a su vez toda su fisiología y evidentemente también su comportamiento social y el calendario de la muda y regeneración de la cuerna.

De esta forma, una vez que el corzo finaliza la época reproductiva, cesa el comportamiento territorial y se hace más tolerante con sus congéneres, llegando a reunirse en grupos durante el invierno, situación insólita durante la época reproductiva, en la que los ejemplares de esta especie manifiestan intensamente su carácter territorial. En el noroeste peninsular, a partir de finales de octubre o primeros de noviembre, comienza a producirse el desmogue —en otras zonas, antes—. La mayor parte de los corzos perderán la cuerna a lo largo del mes de noviembre o incluso más tarde, pues en los últimos años se observan cada vez con más frecuencia ejemplares que mantienen la cuerna del año anterior en pleno invierno. La norma general es que al inicio del invierno todos los machos de más de un año se encuentren desmogados y parte de ellos presenten la nueva cuerna en pleno proceso de formación —es necesario aclarar que en otras latitudes y a diferente altura este proceso de renovación de la cuerna se adelanta considerablemente sobre lo comentado para el noroeste peninsular como norma general—. Todo esto hace que, coincidiendo con los días más cortos del año, el corzo comience a desarrollar el nuevo trofeo, aunque es el momento más desfavorable del año desde el punto de vista de los recursos que puede ofrecerle el medio, con menores fotoperiodos y dieta más escasa.

LA CUERNA

Los corcinos, tanto machos como hembras, nacen acornes, pero la mayoría de las crías macho muestran el abultamiento de los pivotes en el otoño del año en que nacieron y en la siguiente primavera mostrarán su primera cuerna. Parece ser que algunos corcinos más grandes desarrollan más que un abultamiento, lo que podríamos considerar una primera cuerna sin rosetas en el primer año. Esto lleva a algunos investigadores a opinar que el desmogue del otoño del segundo año de vida siempre es la segunda cuerna, y que la «primera cuerna» en los animales más débiles se reabsorbe directamente debajo de la borra de los pivotes, pero que esa formación que consideramos un abultamiento y que en algunos ejemplares es más desarrollada se debe considerar como primera cuerna. Para no crear confusión, debemos aclarar que ésta no es una opinión mayoritaria, aunque efectivamente se basa en un hecho fisiológico. En cualquier caso, en los años posteriores, sin ningún género de duda, se sucederá cada año una nueva cuerna que crecerá sobre unas prominencias o apófisis supraciliares del frontal características de los corzos machos y diferentes de las apófisis cornales de bovinos y ovinos.

Una vez que se ha producido el desprendimiento de la cuerna, la solución de continuidad sobre el pivote se ondula ligeramente y su superficie se convierte posteriormente en piel con nervios y vasos. A partir de aquí se formará una nueva estructura de tejido cartilaginoso, que posteriormente se irá convirtiendo en hueso mediante un proceso convencional de osificación, con el aporte de calcio, fósforo y otros minerales. Este proceso dura unos cien días. La piel que cubre el trofeo durante su formación «borra», es uno de los tejidos más inervados del animal, por lo que la cuerna en crecimiento es muy sensible a cualquier agresión. Posteriormente, por acción de las hormonas, según opinión mayoritariamente compartida, se produce atrofia de la estructura cutánea y se inicia su desprendimiento, facilitado por el frecuente roce que el animal realiza contra árboles y arbustos a fin de marcar el territorio y muy posiblemente impulsado por sensaciones de intenso prurito. De esta forma, poco a poco la estructura osificada se libera de la capa cutánea y, con los restos de fluidos y tejidos de origen animal y vegetal, así como con partículas del medio, se colorea paulatinamente de forma característica el trofeo del corzo.

La calcificación de la cuerna se inicia por las porciones inferiores. Esto significa que mientras las partes proximales al pivote ya son hueso, en las superiores se sigue formando tejido cartilaginoso, lo cual implica que las cuernas siempre crecen en las puntas y, por tanto, las partes más viejas siempre están en la base —a diferencia de los animales que poseen «cuernos permanentes»—. La formación del perlado es consecuencia de la acumulación de la sangre y el crecimiento exuberante en la zona de la piel que rodea la estructura ósea.

En el mes de octubre, en la frontera entre el pivote y el nacimiento del cuerno, aparecen células destructoras del hueso que hacen desaparecer la sustancia ósea en una zona muy concreta, hasta que el cuerno se desprende. Este desprendimiento arrastrará una pequeñísima parte del hueso del pivote, de manera que éste cada año sistemáticamente es algo más corto.

También se ha comprobado que en los corzos es más frecuente que en otros cérvidos la presencia de cuernas anormales, entendiendo por tales las asimétricas, las que tienen desviaciones en los ejes de crecimiento o las variaciones en cuanto a puntas y formas diferentes del patrón de tres puntas por cuerna característico de la especie.

OTROS FACTORES

Tal como vemos, la formación de la cuerna es un proceso complejo en el que pueden influir numerosos factores: la estructura de la población de corzos, la densidad de animales, las eventuales alteraciones del sistema endocrino, la formación o disponibilidad de vitaminas, las enfermedades, las alteraciones causadas por el hombre y el influjo de otros ungulados.

Así, respecto a la estructura de la población, algunos autores opinan que la ausencia de corzos adultos y una relación de sexos desproporcionada a favor de las hembras pueden tener como consecuencia que algunos corzos se vean sometidos a esfuerzos excesivos durante el celo, pierdan mucho peso y lleguen al invierno sin reservas de energía suficientes. En esta situación la cuerna formada al año siguiente será de menor calidad como consecuencia de la menor disponibilidad de reservas por parte del organismo.

Algo similar puede ocurrir cuando las densidades de los animales superan la capacidad del hábitat, bien por una sobrepoblación, lo cual, además de menores recursos, implicará mayor competencia y estrés entre los ejemplares, o bien por condiciones adversas que modifiquen la calidad del hábitat.

También las enfermedades y la presencia de parásitos pueden contribuir a que la cuerna sea más débil y escasa, debido a alteraciones en el metabolismo o a la pérdida de energía. Es difícil demostrar la influencia de estos factores cuando el animal vive libre y salvaje, pues no se pueden repetir las condiciones para comprobar el efecto. También hay factores «psicológicos» que pueden influir a través del estrés, como por ejemplo el aumento de la inquietud producida por el turismo mal organizado en el campo, intensificación local de los trabajos agrícolas y de repoblación forestal, métodos de caza inadecuados o presencia de otros animales no compatibles con el corzo.

INFLUENCIA DE LAS HORMONAS

Por otra parte, parece ser que el proceso de crecimiento de la cuerna está controlado por hormonas, principalmente testosterona y somatotropina. La testosterona, hormona sexual masculina, juega un importante papel en el ciclo de la cuerna. Incluso la formación de los pivotes en los machos no se inicia hasta el momento en que empiezan a producir la testosterona. Todo parece indicar que la hormona más importante para la formación de la cuerna después de la testosterona es la somatotropina, la hormona del crecimiento, que estimula la producción de proteínas y el crecimiento de los huesos y los cartílagos. Todas estas suposiciones se basan en las siguientes observaciones:

  • Una cría macho castrada demasiado pronto no forma pivotes.
  • Se puede provocar la formación de los pivotes en animales castrados o hembras mediante la inyección de testosterona.
  • Un macho castrado antes de la formación de la cuerna ya no la desarrolla.
  • La castración durante la formación de la cuerna provoca alteraciones de estructura.
  • La cantidad de testosterona producida por el organismo presenta grandes oscilaciones que dependen de las estaciones del año.

El primer incremento de la concentración de testosterona tiene lugar al final del crecimiento del mogote, y termina su incremento cuando se limpia la cuerna. Por lo tanto, parece que cantidades pequeñas de la hormona provocan el crecimiento de la cuerna, mientras que cantidades grandes paran la formación y causan la conversión en masa ósea. El hecho de haber podido comprobar que la inyección de testosterona detiene la formación de la cuerna y provoca enseguida la limpieza, también induce a ello. Además de la testosterona y la somatotropina, hay otras hormonas involucradas en el ciclo de la cuerna, pero aún no se sabe demasiado sobre ellas.

ALIMENTACIÓN Y CLIMA

También existen factores ajenos al propio animal y a su población, entre los que pueden citarse como más importantes la alimentación y las condiciones climáticas.

Los factores climáticos influyen sobre los corzos de distintas maneras. Es difícil demostrar este hecho, debido a que es muy complicado de reproducir y determinar el microclima existente en el hábitat de cada corzo. En cualquier caso, la ausencia de suficiente insolación diaria, evidentemente privará al animal de la formación de vitamina D y, como consecuencia, se alterará el metabolismo del calcio y la calcificación. Por otra parte, la presencia de condiciones climáticas adversas, como nevadas, ocasiona que el corzo durante días no pueda acceder a su dieta normal, y en consecuencia tiene que consumir sus reservas de energía.

Algunos estudios han demostrado que la alimentación, en particular cuando el corzo es joven, es de gran importancia, pues parece ser que la carencia en esa primera etapa no será capaz de recuperarla posteriormente, hasta el punto de que puede ser que la diferencia entre los individuos ya se inicie durante la gestación y la época de lactantes.

Se supone que el crecimiento de la cuerna depende en primera instancia del balance energético, de la cantidad de reservas y de la capacidad individual para utilizar estas reservas. El calcio, principal mineral en la osificación del cuerno, puede proceder de la dieta o bien de la movilización de las reservas corporales por mediación de la parathormona y la vitamina D3, que a su vez depende en parte de la luz solar. De esta forma, y dicho de forma resumida y coloquial, la abundancia del calcio o su disponibilidad en el organismo determinará una mayor densidad y peso de la cuerna, mientras que la proteína será quien permita el mayor o menor desarrollo de la misma.

APUNTES FINALES

Como resumen final, bajo nuestro punto de vista suponemos que el menor desarrollo de la cuerna del corzo en el noroeste se debe, entre otras causas, al hecho de que en esta zona los suelos son predominantemente graníticos y ácidos. Esto, sumado al frecuente lavado que sufren por las abundantes precipitaciones que caen a lo largo del año, hacen que el calcio, principal mineral en el proceso de osificación, sea escaso, se asimile menos por los vegetales y llegue en menor cantidad a los animales. Todo esto, teniendo en cuenta que la oferta alimenticia para los corzos en Galicia es abundante en cantidad durante todo el año, nos hace suponer que un menor peso de la cuerna se debe a que la dieta del corzo no cubre adecuadamente sus necesidades con respecto a los distintos minerales que intervienen en la formación de la cuerna, entre ellos y principalmente el calcio, más que a dificultades por aporte de dieta como tal.

Como consecuencia, el enorme esfuerzo metabólico que debe realizar en un corto espacio de tiempo en la formación de la nueva cuerna —situación que se da en la época más desfavorable del año— se ve perjudicado y las características de ésta son inferiores a la de otros ejemplares que sí son capaces de cubrir estas necesidades.

Por otra parte la escasez de horas de luz, necesarias para la síntesis de vitamina D, responsable de la utilización del calcio en el organismo, contribuye también al menor desarrollo de la cuerna en estos animales.

Por todo ello pensamos que la cantidad de algunos minerales que consumen y utilizan los corzos en nuestra zona deben ser más escasos que en otras, y teniendo en cuenta el proceso de regeneración y mineralización de las estructuras que componen la cuerna de los corzos, opinarnos que posiblemente sean estos minerales los responsables del menor desarrollo de la cuerna.

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