Un nuevo elemento ha aparecido en mi bosque
Alrededor de las fechas de Navidad solía ir a un bosque que es muy querencioso para las becadas y tenía la ilusión de poder levantar una de estas ‘damas del bosque’.
Las he buscado con Setter de Laverack, Braco Alemán y durante los 12 últimos años con Espaniel Bretón.
La propiedad privada
El bosque en cuestión está rodeado de viñas, almendros, olivos, algarrobos y campos de cereal. Conecta con otra masa forestal a la que cruzan dos barrancos que van a dar a un pantano. Al bosque se acede desde un camino agrícola que sale del pueblo por medio de fincas privadas de labor. Lo rodea un sendero (que no camino agrícola, forestal o público). Este sendero lo utilizaba el propietario que, con su mula, iba a sus fincas colindantes. El sendero tenía varias conexiones que cruzaban este con otros bosquecillos vecinos. Apenas tenía 70 cm de ancho, con romeros, tomillos, espliego, lentiscos y aulagas en sus lados. La mayor parte del trayecto, con el suelo de musgo y líquenes. Este y otros senderos adyacentes, cuando andaba yo trampeando con la correspondiente acreditación y autorización, eran mis confidentes y chivatos de las andaduras nocturnas de zorros, tejones, garduñas, ginetas y jabalíes. Ya en los últimos años un nuevo usuario, el corzo como ejemplo de la expansión por mis andurriales.
Llevaba 4 años sin visitar este entorno y finalmente me decidí la víspera de fin de año. Pues bien: deplorable. La gente ignora o no quiere saber qué es la propiedad privada de los demás. No es necesario encontrar a cada paso un cartel de prohibido el paso, propiedad privada, camino particular, finca privada, vallados, cadenas y cercados, para entender que pisamos el terreno de alguien. Sencillamente nos hemos de preguntar: ¿lo que piso es mío?
El concepto y consideración de propiedad privada están recogidos en el Código Civil Español y en la Constitución.
Ocupación silenciosa del Medio Rural
Nada queda de aquel sendero/caminito. Ahora tiene una anchura de 2,50 a 3 m. Bicicletas, motos, quads y una infinidad de senderistas y paseantes. Verdaderas oleadas de gente de todas las edades y en cualquier horario según la climatología. Menos mal que la dificultad del trayecto es no apta para vehículos, porque se han de salvar varios obstáculos. La verdad es que con el paso de los años las urbanizaciones han traído el ir y venir de paisanos deambulando por el campo, siendo en mis tiempos de Guarda de caza y campo un verdadero problemón, para educar a los nuevos neorrurales. Hoy me vería incapaz si no lo respaldara una Ley de Acceso al Medio Rural (se hace urgentemente necesaria). Senderistas, seteros, esparragueros, etcétera. Dejando sus huellas por los caminos (latas de refrescos, plásticos, botellas, envoltorios de dulces, etc.). Hasta siete marcas de barritas energéticas distintas he contabilizado. Me imagino por la noche un zorro y una garduña disputándose un envoltorio de «Kit Kat» o un envase de Actimel.
Sobre la incursión en el medio natural ya escribía en este blog en junio del 2004. Poco o nada ha cambiado, al contrario, ha ido a más. Desde el confinamiento por la Covid-19 en el mes de marzo del pasado año, este fenómeno se ha magnificado. Es curioso aún con el paso de los años, la gente de hoy día sigue pensando aquello de que «el campo es de todos». La infinidad de senderos que se han hecho en las propiedades privadas obstaculizan las medidas de seguridad en la organización de batidas al jabalí, siendo una molestia en la realización de actividad y poniendo en un serio riesgo la salud de las personas.
Me veo incapaz de levantar una becada en mi bosque
Bueno, quiero aclarar que el bosque no es mío. Menudo problema y gasto tendría hoy si quisiera recuperar los terrenos agrícolas adyacentes. Ya ni la caza menor se puede practicar sin que te insulten. Lo cierto es que conozco a los propietarios, y tengo permiso por escrito para andar por él y aprovechar sus frutos, leña, setas, espárragos, hierbas provenzales y la caza. Un añadido más dificulta la caza de la becada, aparte del gentío que lo transita. La mortandad de pinos que yacen caídos en todas direcciones y sentidos, cosa que lo hace intransitable. Me refiero a un nematodo, un gusano cilíndrico microscópico (Bursaphelenchos xylophilus), procedente de Estados Unidos, que seca el pino hasta que cae por acción del viento. Esto no hace más que añadir combustible al bosque, lo que puede favorecer los incendios.
Allí estaba el nuevo elemento
Me acompañaba mi amigo Eduard con la intención de batear el bosque, que resultaba fácil de andar por ser muy plano y limpio de maleza alta y maraña. Es un pinar viejo con robles y encinas intercalados. En el suelo verdaderas alfombras de musgo y líquenes donde observas los rastros que dejan los mirlos y conejos cuando remueven en ellos. También bajo robles y encinas, los marranos andan hurgando. Mientras Eduard habla con unos paseantes a los que por casualidad conoce, yo a 200 m en el interior del pinar, hago el descubrimiento. Allí prendida de un lentisco, a escasos centímetros sobre el musgo, cuelga la «Mascarilla», un nuevo elemento contaminante que añadir a la lista de lo que los humanos depositamos en el medio natural.
Es mi deseo que podamos vencer a la Covid, que se retire y devuelva la paz a la vida silvestre del bosque.