Demagogia cinegética

Si hay una tradición de nuestro país contra la que se ha vertido más demagogia barata ha sido y es, sin duda, la caza. Porque da juego para todo lo relacionado con ella, política, economía, literatura, sociedad… razón esta por la que siempre se ha visto sobrevolada por una demagogia fácil de la mano de los sectores más reaccionarios y casposos de nuestra sociedad y que están permanentemente en contra de nuestras más arraigadas tradiciones y, evidentemente, no me estoy refiriendo precisamente a la derecha política…


Ahora bien, tampoco voy a caer en el lado contrario, utilizando la demagogia para defenderla, es más, ni siquiera voy a hacerlo porque no lo necesita, lo hace por sí sola, como iremos viendo mientras desgranamos este artículo. Evidentemente nos vamos a alejar del sí o no a la caza como principio porque eso no es cuestionable, si te gusta pues te gusta y si no, pues no, y ambas posturas son absolutamente admisibles, pero siempre que la defensa de esos principios se realice dentro del respeto tanto por parte de los unos como de los otros.

Otra cosa es cuando, obviando sus valores intrínsecos y extrínsecos, la caza se utiliza como arma arrojadiza contra determinados colectivos en aras de intereses de la más variada índole, aunque todos ellos dirigidos en la misma dirección, la de estigmatizar una tradición fuertemente arraigada en nuestro pueblo pese a quien pese y para ello, no dudan en utilizar ese arte que tan bien manejan, la demagogia.

Porque demagogia es decir que la caza la practican solo los ricos. ¡Cómo se ve que estos ilustrados no están por el campo en época de caza a las seis de la mañana…! Si lo hicieran ya me dirían cuántos banqueros ven por allí… Verían a agricultores, fontaneros, camareros, funcionarios, comerciantes, dependientes y sí, también algún que otro banquero o cualquiera de aquellas personas que ellos llaman ricos, que también tienen afición, pero, sobre todo, encontrarán gente del pueblo, de esa que ellos tanto dicen defender.

Porque amigos, demagogia es identificar la caza con imágenes como las ofrecidas en redes sociales o películas tipo Los Santos Inocentes, basada en la obra del gran escritor y cazador Miguel Delibes, porque gracias a la caza muchos pueblos de nuestra España han podido sobrevivir, porque en la posguerra muchos de ellos tuvieron luz y agua corriente antes que los demás gracias a ella, porque son miles y miles de puestos de trabajo fijos y eventuales los que se crean anualmente gracias a esta actividad, porque en muchos de municipios los agricultores sacan más de la caza que de la propia agricultura, porque si no fuera por la caza muchas de esos campos no estarían tan cuidados y porque, más que les pese, en buena parte la caza ha sido uno de los principales causantes de la salida de nuestro mundo rural de esa España profunda que se refleja en obras como la mencionada anteriormente.

Porque demagogia es no reconocer el efecto económico directo, indirecto e inducido de la caza en nuestro país que, según el informe Impacto Económico y Social de la caza en España realizado por Deloitte para la Fundación ARTEMISAN en 2.018 era de 6.457 millones de euros y que emplea a más de 187.000 personas, con lo que la caza representaría el 0,3% de nuestro PIB. Pero nos no quedemos solo aquí, estos euros no se gastan solo en cazar, no amigos, no. Se gastan en la ropa de caza, en las armas, en las balas, en los restaurantes, en los hoteles, en salarios fijos y eventuales, en la gasolina para ir a cazar, en las licencias de caza, en los impuestos a los cotos, en los impuestos a los ayuntamientos, en los pagos de arrendamientos a los agricultores y mucho más… porque además la caza es un motor para evitar el despoblamiento rural. Sumemos todas estas familias que directa o indirectamente viven de alguna manera de la caza y que alguien me diga que si no reconocer esto es demagogia o no.

Demagogia es decir que se caza por el ansia de matar, porque ya no se caza para comer. Es cierto que ya no se caza para comer, pero la caza sí se come, y si no que se lo digan a la Asociación Interprofesional de la Carne de Caza (ASICCAZA), que agrupa a los productores e industriales del sector de la carne de caza silvestre de nuestro país y que se dedica a la revalorizar esta carne y promocionar su consumo dentro y fuera de nuestras fronteras. Según estudios realizados, cerca del 30% de los españoles declaran haber comido carne de caza al menos una vez al año y casi el 50% de los llamados gourmets. ¿Quién no ha comido alguna vez conejo, perdiz, venado o jabalí? Es un mercado en alza consecuencia de la caza y del que igualmente dependen muchas familias, así como un sector económico a tener cada vez más en cuenta.

Porque demagogia es no considerar al cazador como conservacionista, cosa ilógica, aunque solo fuera por propio interés. Esta terrible pandemia ha puesto de relieve la importancia de la caza como elemento de control y gestión de las especies cinegéticas ya que, al no haber cazadores, nuestros pueblos, ciudades, carreteras, campos, se han visto invadidos por jabalíes, conejos, corzos… que en muchos casos han causado cuantiosos daños a la agricultura, accidentes de tráfico, etc. Porque ya no hay predadores naturales y alguien tiene que hacer esa labor y nadie mejor que los cazadores. Y nadie mejor porque ellos tienen que haber pasado en muchos casos un examen de cazador, porque en los cotos se caza conforme a un plan técnico de caza que aprueba la administración y porque, como decíamos antes, aunque solo sea por egoísmo, el cazador no va a acabar con el sustento de su afición.

Porque es demagogia no reconocer que el cazador ha contribuido con sus pagos al estado en forma de licencias, impuestos, tasas, etc. a la creación y mantenimiento de nuestros más emblemáticos espacios naturales protegidos como Doñana, que antes fue el Coto Nacional de Caza. Porque poca gente conoce y ama el campo y a sus animales como los cazadores, un cazador jamás disparará a una especie protegida a sabiendas y que, si lo hace, es consciente de que será repudiado por el resto de sus compañeros, porque a ese personaje ciertamente no se le considera un cazador. Yo he sido testigo de cómo —entre los aplausos del resto de los cazadores—, se expulsaba a un tirador, que no cazador, de una línea de ojeo por disparar a una especie no cinegética. Porque poca gente de la que sale al campo disfruta tanto como un cazador con sus hijos, a los que les enseñan a conocer, a amar y a respetar el campo y sus especies animales desde niños.

Porque es demagogia no reconocer que muchas especies protegidas no habrían sobrevivido si no fuera por el cuidado con el que se les trata en los cotos y fincas privadas de caza, donde encuentran sustento y tranquilidad, normalmente a expensas del propietario que no suele recibir compensaciones por estos cuidados. Hay asociaciones como la Fundación Amigos del Águila Imperial, Lince Ibérico y Espacios Naturales Privados, compuesta por propietarios de fincas de caza que se han unido precisamente para la preservación de esas especies protegidas en sus fincas de caza, fomentando las especies presa entre otras muchas actividades y cuya contribución en el mantenimiento de estas especies altamente protegidas está absolutamente probada.

Porque es demagogia no reconocer que, aunque no les guste la caza, está arraigada en nuestros pueblos, como la tauromaquia, porque forma parte de nuestro acervo cultural, que ha estado y estará aquí siempre porque son miles y miles de personas que tienen derecho a practicarla como actividad legalmente reconocida.

Porque para finalizar y como decía antes, yo no voy a decir que además la caza está unida al hombre desde sus orígenes, que es una herramienta de control de enfermedades, etc., etc., etc., porque eso sería demagogia, ¿o no?

Ahí lo dejo.

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