La caza del corzo: En paz con uno mismo

Estamos ya a pocos días de la época corcera. La primavera está henchida de frescor y aromas, y la naturaleza es un pujante cúmulo de pálpitos que irradia colores e ímpetus de mil variadas formas.


Atrás quedan los tonos grises y los campos durmientes, las jornadas de caza social en vocingleras juntas monteras y los retos superados gracias a la colaboración ajena. La montería es una forma de caza en la que la acción venatoria se reparte entre varios personajes, y cada uno de ellos afronta sólo una parte de la misma. Ninguno es autosuficiente por sí mismo, sino que se necesita de los demás, en una acción coordinada, para lograr el fin último. Esto afecta al modo en que afrontamos los hechos, ya que es fácil tender a la descarga en terceros de nuestras responsabilidades y miserias, o incluso tender a disfrazar la realidad para camuflar nuestros propios desaciertos. Sin embargo, llega la caza del corzo, la caza de uno de los más astutos, la caza en solitario, la caza completa, la verdadera lucha entre hombre y animal, haciendo uso de los elementos que la naturaleza o la pericia humana a ambos nos han aportado. En ella no podemos esperar la ayuda de un colaborador. Si somos capaces nosotros en nuestra soledad, bien, si no el animal triunfará siempre. Por ello considero que esta época es el tiempo en que aún podemos aspirar a practicar una caza pura, la caza por antonomasia, la que a pesar de ofrecernos un entorno inmejorable y unos amaneceres inolvidables, nos exige que desentrañemos de nuestro reductos personales nuestra condición de cazador sin miramiento alguno. En esto no caben las reservas, o se es, o nos dedicamos a otra cosa. Pero todo este nivel de exigencia tiene su perfil personal. Cuanta más alta sea la meta que nos propongamos conseguir, más satisfacción reportará su consecución, porque además habrá sido algo nuestro y de nadie más. Lo que hagamos estará bien hecho porque lo habremos hecho nosotros, ya hayamos culminado un éxito o llegado al descaecimiento. Por ello se impone otro fondo en nuestra mente. En esta situación nada nos puede desazonar porque todo habrá formado parte de nuestra más íntima condición, y eso no es ni bueno ni malo, simplemente forma parte de nuestro ser y como tal se acepta. Cazaremos en paz con nosotros mismos.
Comparte este artículo

Publicidad