Los jóvenes y la caza

Todos somos conscientes de que la caza se va quedando poco a poco sin renuevo, y en pocos años será una actividad languideciendo sin apenas cofrades que la ejerciten. Los jóvenes de hoy día, a no ser que provengan de familias firmes practicantes de la misma, es raro que sientan inclinación alguna por ella, ya que prefieren unas actividades de otro tipo.


Incluso entre las que provienen del entorno rural la caza acaba siendo como un estigma muy relacionado con esos tiempos pretéritos llenos de miseria y hambre en sus poblaciones de origen, origen que hay que tratar de borrar a cualquier coste. Sin embargo, lo normal es achacar este hecho a la naturaleza eminentemente urbana de nuestra sociedad. La lejanía a los procesos naturales de verdad, no los de documental, parque temático o granja escuela estival, es implacable y esta ausencia en su educación hace mella con reflejos en la ausencia de jóvenes en la práctica de la ocupación cinegética. No obstante ser esta la explicación más comúnmente manejada para explicar unos hechos incontestables, me parece que la razón fundamental de la ausencia de reclutamiento hay que buscarla en otros lugares. En la sociedad de hoy la vagancia, la mediocridad, el pasotismo, la ley del mínimo esfuerzo e incluso la incultura y el analfabetismo gozan de gran predicamento entre el joven medio. Un sistema de estudios en el que la dedicación, el trabajo y el esfuerzo diario tienen la misma compensación que la más absoluta incompetencia estudiantil no puede traer buenos resultados en la mente de nuestros jóvenes. El ver que el aquí y el ahora es lo único que interesa hace mella en su personalidad. El ver a diario como los ídolos que los medios presentan son una panda de analfabetos que apenas pueden articular dos palabras con sentido, sumidos en la más completa ignorancia, pero triunfantes, millonarios y con éxito a raudales, crea confusión. No digamos nada de nuestros políticos, entre los que parece que existe un concurso con la intención de nombrar al ganador en incultura. ¿Para qué el trabajo, el esfuerzo, la dedicación, si ese cenutrio que apenas sabrá leer ha llegado a lo más alto? Es en esto donde me parece que radica el mal que afecta a nuestra persistencia. La sociedad de hoy no estima una serie de valores que son los que ahorman el carácter de las personas y que después se han de utilizar al enfrentarse a múltiples situaciones de su vida, pero que también intervienen en la práctica de la caza. La caza es penar, sufrir y esforzarse por conseguir algo que tan sólo nos ofrece satisfacción personal inmaterial, y me parece que eso está muy lejos de lo que pulula por las mentes de nuestros jóvenes, que no se esfuerzan ni siquiera en labrarse un porvenir con un mínimo esfuerzo por su parte. ¿Cómo van a esforzarse por algo que lo único que renta es satisfacción íntima?
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