La caza falsificada

Vi no hace mucho tiempo en una página de Internet, un espectáculo que me dejó helado y francamente triste. Se trataba de un reportaje en donde se podía observar como unos tiradores, ya que no se les puede llamar cazadores, dentro de una minúscula zona vallada en donde se encontraban un número de ciervos que eran movidos, pasaban una y otra vez por los puestos que ocupaban estos dignatarios de la estulticia, que de una u otra manera iban acabando con ellos.


Para colmo de los despropósitos se puede observar en una de las secuencias, como uno de estos pobres animales presenta claros síntomas de haber sido drogado, y sus movimientos presentan evidentes rasgos de torpeza, mala sincronización y el más absoluto amodorramiento. No es ya una cuestión relativa a la bajeza moral de quien así actúa, sino que me viene a la cabeza el deseo de conocer el significado que la palabra caza tendrá para ellos. Creo que nuestro célebre pensador Ortega ya le dio unas cuantas vueltas al concepto, y dejó muy claro que no hay caza si el animal perseguido no tiene otra opción que morir, es decir, cuando el cazador está plenamente seguro de la muerte de su perseguido. Si el animal no tiene otra posibilidad que estar donde el cazador quiere, y no tiene opción a vencer en este particular encuentro saliendo indemne, eso no es caza, es un matadero y el tirador un matarife. En nuestro país, ya que lo narrado ocurría en EE.UU., también vamos por estos derroteros a pasos agigantados con nuestros famosos cercones, perdices de bote, etc. Lo que ocurre es que se pretende también hacer algo de moralina social, y a alguno he oído comentar que esto es un mal profundamente arraigado en las clases sociales elevadas dentro de la caza. En primer lugar, hay que dejar claro que este tipo de actividad no es propia de las clases sociales pudientes como se pretende presentar para ofrecer una vez más una imagen falsa del mundo de la caza, creando un pensamiento adicional al político en su contra. Los humildes, los cazadores de coto de pueblo o de sociedad federada, también caen en estas prácticas. Ante el descenso de las densidades de caza menuda, casi todos ellos han caído en la tentación de echar unas cuantas perdices de bote, o unas codornices o unos faisanes para "divertirse y pasar el rato". Con ello todos los escalafones de la caza están pringados, y todo el mundo admite que eso es cazar también. Por otro lado, nuestra torpeza ha hecho que ante la amenazante actitud de grupos ecologistas y de la sociedad en general, hayamos tratado de presentar este sucedáneo como bueno y carente de riesgos para las poblaciones salvajes, como una medida de salvaguarda de las mismas, y creo que de una manera muy desafortunada. No hace muchos años se presentaban las cacerías modernas en la Encomienda de Mudela con asistencia de las más altas instancias de nuestro país, como inocuas porque se hacían con perdices de bote, por lo que los ecologistas habían de callarse. Dejando a un lado la falsa inocuidad de esta medida, como se está viendo después, nosotros mismos nos hemos defendido creando la opinión de que cazar es igual que tirar un bicho atontado recién liberado de su jaula. Como tampoco voy a ser yo quien limite la actividad de nadie, yo propondría que este tipo de actividades no se considerase caza, sino tiro, con lo que empezando por el nivel legislativo, que a buen seguro trascenderá a nivel de las conciencias y modos de pensar, los cotos intensivos, cercones, etc. dejarían de ser cotos o fincas de caza para pasar a ser campos de tiro, simple y llanamente. Con este simple cambio las cosas quedarían en su sitio, y todo el mundo miraría las cosas como son: los cazadores a un lado y los tiradores a otro. En los cotos y fincas de caza deberían estar prohibidas estas actividades y los cerramientos deberían tener una superficie mínima. A partir de ese momento esos pensamientos sobre los instintos atávicos y todo lo que hemos leído sobre ello, principalmente de Ortega, dejaría de prestar coartada antropológica y filosófica a una actividad que no llega más allá de la de unos matarifes. El observar a un señor arrearle un tirascazo a un animal drogado no estaría amparado ante la sociedad por algo grande como la caza, y todo el mundo sabría que lo que ve es a un pobre desgraciado y sanguinario con la mente desviada. Se me estaba olvidando comentar algo que demuestra que este tipo de actividades implica también a ciertos sectores de ecologistas-naturalistas-conservacionistas. Se trata de los excedentes de poblaciones de los parques nacionales africanos y su destino final. Lo cierto es que estos excedentes son animales que se traslocan a fincas de caza, más o menos del estilo aquí comentado, y todo con el beneplácito de estos colectivos, que una vez más actúan de una manera bastante cínica. Así pueden decir que en estos santuarios de la naturaleza no se caza, que es lo que a ellos le gusta decir, pero callan que los animales se venden en subastas donde concurren los propietarios de las fincas, generalmente sudafricanas, donde se les ofrece información pormenorizada de las características del animal en cuanto a trofeo, de manera que puedan cursar sus ofertas que evidentemente se hacen en función del encargo recibido por parte del cazador, si no se dispone de un animal de esas características en la propiedad. Una vez más se esconde una realidad ante la sociedad, realidad semejante a la afirmación de que en los espacios protegidos no se caza, cuando se abaten animales a miles cada año en todo el mundo, incluyendo España, pero eso sí no cazándolos, sino "controlando" sus poblaciones, que es lo mismo que cazar, pero a sueldo y con cargo al contribuyente. Cualquier juego vale con tal de no aceptar que la caza es buena para el medio ambiente, pero me parece que con estas actitudes de los usuarios de cercones y animales de bote, no hacemos más que ayudarles en su cruzada anti-caza.
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