Narbona favorece el sufrimiento animal

El Ministerio de Medio Ambiente, con su ministra Cristina Narbona al frente, ha elaborado el Anteproyecto de Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad en el que, a lo largo de su articulado, recoge las disposiciones que pretendidamente planificarán, protegerán, conservarán, restaurarán y promoverán el desarrollo sostenible de nuestro patrimonio natural y de nuestra biodiversidad.


Según la ministra, entre otros, los principios que inspiran esta Ley es la utilización ordenada de los recursos para garantizar el aprovechamiento sostenible de las especies y de los ecosistemas. Hasta aquí, todo muy bonito. Pero cuando te adentras en el articulado de la Ley, denota el tufillo con el que está impreganada, y que no es precisamente técnico, sino más bien ideológico. Así, cuando habla de Parques Nacionales, sus objetivos son, entre otros, garantizar la conservación de sus ecosistemas y desarrollar un modelo de sostenibilidad que sirva de referencia para la sociedad en su conjunto. Posteriormente, en otro apartado del Anteproyecto, nos viene a decir que la caza y la pesca deportivas no son compatibles con los objetivos de los Parques Nacionales. Y es ahí donde nosotros protestamos enérgicamente ante la obstinada ignorancia (y, según nuestras noticias, sin ningún interés por “ponerse al día”), que tiene la ministra sobre nuestra actividad. Todos sabemos, aunque muy pocos lo digamos, que Doñana fue concebido para los linces y a las águilas imperiales que entonces habitaban en sus tierras y que ya estaban en grave peligro. Hoy, cerca de cuarenta años después, no sólo no han crecido las poblaciones de estas dos especies, sino que han disminuido hasta números alarmantes. Todos sabemos, aunque pocos lo digamos, que las Tablas de Daimiel se hicieron para proteger una zona de acuíferos en grave peligro, así como la cantidad de aves acuáticas que visitaban las lagunas. Hoy, más de treinta años después, sólo quedan los patos que están presos, y, en breve, se podrán utilizar sus tierras como escenario para rodar películas del Oeste. En ambos casos, el objetivo de los Parques Nacionales no se ha cumplido. La Reserva Nacional de Caza de Gredos se creó para proteger a la cabra montés (Capra pyrenaica victoriae) que estaba en grave peligro de extinción. Hoy, cien años después, las cabras no sólo se han multiplicado exponencialmente, sino que han servido para repoblar otras sierras españolas. El objetivo de la Reserva de Caza se ha cumplido con creces. ¿Cómo se atreve la ministra a decir que la caza y la pesca no son compatibles con la conservación del medio? Pongamos otro ejemplo, el Parque Nacional de Picos de Europa: la parte castellano-leonesa (en la que se caza) es una explosión de naturaleza; ésta entra por los sentidos, te recorre el cuerpo y te sale por el espíritu. En la parte asturiana (donde no se caza), y más concretamente en Los Lagos, la naturaleza te entra por el estómago y te sale por el monedero. ¿Es que está mejor conservada la parte asturiana, o cántabra, de Picos que la parte castellano-leonesa? Rotundamente, no. El colectivo de cazadores se niega en rotundo a admitir esa premisa, por hipócrita y falaz, porque, aunque la ministra no quiera, en todos los Parques Nacionales se caza. En parte de uno (Picos de Europa) los cazadores cazan de una manera ordenada y racional, y en otros (Sierra Nevada, Cabañeros, etc.) la Administración “caza” de forma brutal, ilegal y cruenta. Hay otro artículo en el que se establece la prohibición de cazar a las aves en época de celo o de vuelta a sus lugares de cría. Esto quiere decir, en román paladino, que prohíbe de un plumazo la caza de la perdiz con reclamo y la contrapasa de la torcaz. Es sorprendente que un gobierno que quiere llevar a España hacia un estado confederal tenga una ministra tan centralista. Mientras su presidente, ZP, quiere que las autonomías tengan competencias sobre todas las cuestiones –menos infraestructuras y defensa, que son caras–, Narbona quiere restarles competencias cinegéticas que ya tienen transferidas. ¿Qué dirán Chaves, Barreda y Fernández Vara, muchos de cuyos votantes son pajariteros? Porque Narbona, en su dislate ideológico, cree que todos los cazadores son de derechas y, efectivamente, lo son, pero, como toda la población española, el cuarenta por ciento vota al PSOE y el cuarenta por ciento al PP. Otro punto conflictivo nace de la nueva y confusa redacción del artículo 61.3 g) motivada por una enmienda transaccional de ERC, sobre otra enmienda transaccional de IU, por la que se intenta prohibir el uso de la munición que contenga plomo para la caza en zonas húmedas, sin aclarar si se refiere sólo a las áreas que estén en la Lista del Convenio relativo a Humedales de Importancia Internacional, en la Red Natura 2000 o en cualquier espacio natural protegido, y sin diferenciar, tampoco, entre caza mayor y menor, por lo que se estaría prohibiendo, en la práctica, la primera modalidad en estas zonas. No vamos a negar a estas alturas la toxicidad del plomo y la necesidad de reducir su presencia en el medio ambiente, aunque bien es cierto que no hemos tenido constancia de la muerte de ninguna perdiz, codorniz, águila, avutarda, becada o grulla debido a un saturnismo provocado por la ingestión de perdigones de plomo, y aunque en los humedales algún ánade sí haya podido ser susceptible de morir intoxicada por este metal, es seguro que es peor el remedio que la enfermedad. A día de hoy, y aunque parece que se está a punto de conseguir, la tecnología actual no ha encontrado un eficaz sustituto del plomo que iguale sus características de penetración, expansión, deformación, etc. que, por tanto, pueda provocar en una pieza cinegética una muerte incruenta, rápida y limpia, y que, además, sea inocuo para la naturaleza. ¿Han podido observar los destrozos, la profusión de sangrado y el excesivo tiempo que tarda en morir, aunque se le acierte de pleno, un ave abatida con perdigones de acero…? La munición de acero sólo puede incrementar innecesariamente el sufrimiento de perdices, liebres, conejos y demás fauna cinegética, además de poner en peligro a las personas por el mayor rebote que este metal produce. La obligación de todo cazador es practicar esta actividad de una forma ética y responsable, procurando a las piezas de caza una muerte rápida, limpia, sin sufrimiento ni agonías innecesarias. Si la ministra Narbona nos lo impide es que a ella le interesa más lo que piensen ciertas minorías que el bienestar animal. Prefiere que los animales de caza sufran innecesariamente antes que incomodar a algún ‘verde’. Sus principios son ideológicos y no ecológicos ¿Es así cómo defiende a la fauna el MIMAM? ¿Opta por sacrificar el bienestar animal en pos de unos cuantos votos? ¿Prefiere favorecer sufrimientos innecesarios a las especies de caza para mantener su cargo? Está claro que Narbona no sólo atenta contra la caza, sino contra la propia esencia de la naturaleza. En los últimos años del franquismo, un filósofo daba clases en la Universidad Autónoma de Madrid. Decía que fascismo era leer siempre el mismo periódico y caminar siempre por la misma acera de la calle, y que eso les llevaba a los fascistas a una obsesión prohibitiva; prohibir por prohibir. Cristina Narbona, desgraciadamente, no asistió a esa clase.
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