Chaparra de Triki

«La codicia, asociada a la avaricia, es uno de los siete pecados capitales, pero hablando de Chaparra tras las liebres, logra convertirse en virtud».


Hoy vamos a hablar de una perra de las que hacen afición, un animal excepcional sin lugar a duda, por cuyas venas corre sangre real, la de Zagala, La Reina sin Corona, y de Faruq de la Tata.

Del ejemplar del que hablamos hoy es Chaparra, sinónimo de perfección, morfología perfecta, buenos aplomos, codicia desmesurada, velocidad de arrancada, paso, resistencia, endiablados cambios de ritmo, dureza y unos finales de carrera de antología, que bien podría haber sido el nombre de una ópera de Georges Bizet, representando el bel canto del mundo del galgo de competición, sin duda una obra maestra de la cuadra de Leandro Pérez Manceñido.

Un animal capaz de convertir la adversidad en virtud, que sin duda quedará para el recuerdo en el Olimpo de los galgos campeones.

Una tarde de aquel lejano 2019 acudí a comprar al supermercado dónde trabaja mi amigo Sergio, buen galguero (por aquel entonces yo era aficionado a los galgos, pero no más allá de ir algún domingo a verlos correr en el acotado al que pertenezco), nada más verme me soltó - ¿Sabes que este finde semana corre tu amigo Leandro la final de Castilla y León en Aldeaseca? -  el comentario no pudo hacerme más ilusión, pues, aunque éramos amigos desde la infancia, llevábamos casi doce años sin vernos, pero como los amigos que se hacen cuando eres niño lo son para toda la vida, no dudé en acercarme para apoyarle en un día tan importante para él.

Llegó la mañana del 22 de diciembre y allí me encontraba yo, en Aldeaseca, con un frío de narices para ver lo que a la postre ha sido uno de mis mejores días como aficionado al galgo.

La presentación de los participantes se realizó en el Polideportivo y allí estaba ella, Chaparra, con su color barquillo claro, y su característica mancha blanca en la frente, parecía tranquila, pero a la vez con el ansia contenida, pues a buen seguro sabía lo que le iba a deparar la jornada, sus ansiadas liebres.

La final la corrió contra ‘Esperanza del Cigarral’, del club arevalense de Nuestra Señora de las Angustias, una gran perra, todo hay que decirlo, que además arrastraba consigo una gran afición de la muy galguera tierra de Arévalo.

En la primera liebre de 1:51 el punto era para Chaparra, pero pagando un altísimo precio, pues se hizo un corte feísimo en uno de sus dedos. Posteriormente disputarían dos nulas de 49” y 29”, para terminar con una potente liebre de la zona de 2:56, en la que las dos galgas hacían una carrera de las que hacen afición, con varios alcances y pases, que desembocaba en dos pañuelos blancos para nuestra protagonista, lo que suponía la clasificación de Chaparra para el Nacional.

Nada más terminar la segunda carrera fui corriendo a felicitar a Leandro por el carreron de la perra, nada más llegar me enseño un profundo corte en la pata trasera de la perra y me dijo casi con lágrimas en los ojos —Mira cómo ha corrido la perra, si es otra se para…es todo corazón— desde ese momento entendí que este era un animal excepcional, el espectáculo de poderío que había presenciado era solo el aperitivo de lo que nos depararía en Nava del Rey.

Llegó el 12 de enero y con el Campeonato de España, allí pude terminar de comprobar el potencial de esta perra, su dominio sobre las liebres, su saber correr, no debemos olvidar que apenas contaba 17 meses.

En el recuerdo el vídeo de la liebre que atrapa entre el público, también la que corrió sola en cuartos de final, que según los viejos aficionados del lugar fue la mejor carrera del campeonato, en el recuerdo el rugido de la afición en la carpa con esta perra, que sin duda era la preferida de la gran mayoría de aficionados.

¿Quieres ver el vídeo? Pulsa en la siguiente imagen:

Chaparra no tuvo suerte durante el campeonato, arrastraba una lesión del cuádriceps y además tuvo que correr muchísimos minutos más que alguna de sus contrincantes, volver un día después a correr una sola liebre en cuartos después de que el día anterior la otra perra no engalgara, las liebres de la final no le hicieron justicia, se cayó el traillero con una liebre que podía haber dado un grandísimo espectáculo, las dos que se corrieron, lo hicieron cuando la mano iba cerca del perdedero, en la primera carrera el veredicto de los jueces fue polémico y duramente criticado por parte de la afición allí congregada, pero ahí están los vídeos que se pueden ver una y otra vez, en esa carrera, el buen aficionado se dará cuenta de la grandísima perra que es nuestra protagonista.

En una ocasión comentando con Leandro esta carrera me dijo: —Cuando vi los pañuelos tras la carrera, sentí como todo el trabajo que había hecho desde los ocho años, me lo echaban por tierra, todo el esfuerzo y la ilusión.

Raras veces se da la circunstancia de que el galgo subcampeón levanta más expectación que el propio campeón, no pretendo con ello restarle mérito a Pelaya de Safesa, una grandísima perra que llegó a la final por derecho propio, pero en esto de los campeonatos, no basta con ser el mejor, además hay que tener un poquito de suerte, creo que a buen entendedor pocas palabras bastan.

Después de aquel campeonato he tenido la suerte de ver correr a Chaparra en alguna jornada de caza, ya con más edad y más cuajada, lo que he presenciado es un espectáculo sin igual, una perra que domina las rabonas a su antojo, llegando a capturar tres ella sola, pero no unas liebres cualesquiera sino unas que dan por encima de los dos minutos de carrera.

A continuación, voy a contar una pequeña anécdota en mi coto de Madrid.

Una mañana de diciembre de 2020 coincidiendo con el rodaje de un reportaje para un conocido canal de caza invité a Leandro y a Chaparra a nuestro acotado, en el que las liebres, a pesar de las dificultades aún siguen siendo relativamente abundantes.

Dada la condición de invitado de Leandro le cedimos la primera suelta, en traílla iban Chaparra y un cachorro de diecisiete meses de un servidor.

Nada más caminar unos cien metros en la mano, pegado a un vallado de una urbanización de chalés se desencama larguísima una liebre, hablamos de más de doscientos metros, esa liebre había sido corrida esa misma temporada en varias ocasiones sin llegar siquiera a ser parada por los galgos, sin duda había aprendido un buen mecanismo de defensa poner tierra de por medio al menor atisbo de peligro.

En el momento en que Leandro la ve para incredulidad de todos por la distancia que había, se dispone a correr hacia la liebre para orientar a los perros en dirección a la liebre, más de uno soltó el clásico —¿Dónde vas? Está larguísima—. Ante la tensión de la traílla Chaparra ya había colocado el rabo en punta, signo característico de está perra y sin duda sinónimo de dominancia y poderío ante la inminente persecución de la rabona.

La mala suerte hizo que la liebre se tapara en una ondulación del terreno justo en el momento de la suelta, perdiendo los perros la referencia visual, aun así, la perra salió con una fe ciega con el cachorro detrás, nada más coronar vieron la liebre aún muy lejana dirección al perdedero, unas bocas de conejo en la que habitualmente se escondía este ejemplar.

Como si de una marcha más se tratase la velocidad que imprimió la perra hizo meterse en liebre en apenas cinco o seis segundos, a partir de ahí lo que se vio fue todo un espectáculo, una buena liebre buscando un perdedero tras otro y una perra que le iba cerrando todas las opciones de huida, cuando la liebre parecía tener salvada la vida a la entrada de un pinar, otro cambio de ritmo de la perra la hizo volverse de tal manera que la pobre liebre ya desubicada termino por entregarse.

La cara de los allí presentes, aficionados de los de toda la vida, era un poema, conscientes de lo que acababa de suceder comenzaron a realizar comentarios ensalzando las virtudes de Chaparra que se sucedían uno detrás de otro, hasta los más críticos del lugar llegaron a darle las gracias a Leandro por habernos traído esta perra y haberla podido ver correr.

Leandro en un gesto de infinita humildad lo primero que hizo fue decirle a mi hijo de diez años que su perro lo había hecho muy bien, en definitiva, sobran las palabras, grandísimo galguero y mejor persona.

Leandro como galguero y criador hoy está en la cima de este deporte, comparte su saber y afición con todos los aficionados a través de charlas (muchas veces a cientos de kilómetros de su casa) a las que acude gratuitamente o donando lo recaudado a asociaciones benéficas, y todo ello lo ha logrado únicamente presentando cinco perros en toda su trayectoria deportiva, que son los mismos que algunos aficionados presentan todos los años.

Este artículo es un pequeño homenaje no solo a Chaparra y a Leandro, sino a todos aquellos galgueros que empiezan de niños, aún sin tradición en su familia, y que demuestran, que, con esfuerzo, tiempo, dedicación y, sobre todo, amor por el galgo se pueden alcanzar las más grandes metas, que no es solo el trofeo y la manteleta, sino el reconocimiento de gran parte de la afición y la cultura del galgo.

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