Cuatro años de esperas para ganar la partida a un gran jabalí

Compañeros, os pido disculpas por haberos tenido en el olvido durante varias semanas por motivos laborales que me han imposibilitado ir de caza. El domingo 8 de agosto por fin pude ir de aguardo junto a mi hermano y compañero de esperas, Iván Albarrán.


Conocíamos su existencia desde hacía 4 años, en los que le habíamos realizado más de 200 esperas. En dos ocasiones pudimos dispararle a larga distancia, pero erramos los disparos.

Un aguardo después de varios días de observación

Otra vez mi hermano cambió la ubicación del puesto, como en tantas y tantas ocasiones. Cuando comprobó que llevaba varios días entrando, me dijo: «Hermano, está entrando y parece que es él, el de siempre». A lo que le contesté «pues vamos a por él esta misma noche».

 

Antes de anochecer, a las 21 horas, nos ubicamos en el sitio elegido para el puesto. El aire venía de cara, la noche prometía. Mi hermano me dijo que estaba seguro de que aquel iba a ser el día en el que le ganaríamos la partida.

«Si entra, tírale tú», me dijo. Preparé mi rifle de la marca Bergara en calibre .308 y lo situé en el trípode. La noche llegó, y con ella la infinidad de sonidos que nos regala la naturaleza en los aguardos nocturnos. Las estrellas iluminaban el firmamento. Brillaban con tanta fuerza que parecía que podíamos alcanzarlas con las manos.

Los grandes jabalíes se abaten a base de paciencia y tesón

No paraba de rondar en mi cabeza el pensamiento. «¿Será hoy? ¿Será el mismo o será otro el jabalí que acude a este claro a diario?». Los minutos transcurrían muy despacio. Miré el reloj y eran las 23 horas y no daba señales de vida. Medianoche, la 1, 1 y media. Mi hermano desesperado me dijo: «¿Nos vamos ya?» A lo que respondí que esperaríamos un poco más, al menos hasta las 2.

A la 1:40 oímos perfectamente en el silencio de la noche el crujir de una rama. El sonido nos puso en alerta. Empezamos a escuchar las pisadas cada vez mas cerca de algún animal. De manera inesperada y como si de un felino se tratase, entró en plaza. Mi hermano me dijo: «enciende la linterna, que esta ahí».

El corazón se me iba a salir del pecho y ,aguantando la respiración, encendí la luz. Allí estaba. Era enorme.

Apunté a la paletilla y, apretando con suavidad el gatillo, la detonación rompió el silencio de la noche. El macareno se derrumbó en el mismo instante en que sintió la bala golpeando su cuerpo. ¿Sería él?, nos preguntábamos los dos mientras nos aproximabamos al cochino. Cuando llegamos hasta el solitario, sólo sabíamos decir sobresaltados «Dios mío, este es. Vaya boca. Vaya bicho. Por fin lo conseguimos».

 

Apoyé mi mano sobre su gran lomo y le di las gracias por habernos hecho pasar tantas noches de ensueño. Su excepcional boca lucirá en una tablilla junto al nombre de mi hermano y el mío.

Recordad, amigos esperistas, cazar un gran jabalí como este o cualquier otro no es solo llegar y abatirlo. El disparo es simplemente la culminación del lance. Ganarle la partida a un gran jabalí conlleva innumerables horas de seguimiento y trabajo.

Podéis seguirme en mi canal de YouTube, David Lunático, donde continuaré dando consejos prácticos sobre esta modalidad de caza para todos aquellos que os estáis iniciando en las apasionantes esperas.

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