Kenia y la bestia africana, relato de un cobro perfecto

Día 9 de julio de 2021 estamos bajo los efectos del fenómeno meteorológico conocido como la «bestia africana» que nos ha dejado temperaturas de hasta 47 grados en algunos puntos de nuestra geografía.


Para un esperista con ganas, esto no deja de ser una mera anécdota, en esta ocasión me desplazo hasta la sierra de Altamira, punto de confluencia de las provincias de Toledo y Extremadura, voy a realizar mi primera espera estival en una finca de mi propiedad, éstas, debido a la pandemia y cierres perimetrales que hemos sufrido, se han convertido en un bien escaso y muy preciado para aquellos que cambiamos de comunidad para practicarlas.

Sobre las 19:30 de la tarde quedo con mi amigo Matías para que me detalle los pormenores del aguardo, me comenta que está entrando un jabalí macho a un comedero que instalé hace mes y medio aproximadamente, pero que desconoce la boca que tiene, me dice que le tire, que no me fie del tamaño, que por la zona hay bastantes jabalíes arochos (Sus scrofa baeticus) más pequeños y de pelo más oscuro, que me puedo llevar alguna sorpresa en cuanto a trofeo se refiere.

Tras la conversación, siempre agradable, me dispongo a colocarme para la espera, el comedero está en la parte baja de un pequeño vallejo, en una zona desbrozada de monte con jaras de pequeño tamaño, que en ocasiones pueden dificultar el disparo. Me asaltan las dudas sobre cómo colocarme, el aire revoca en todas direcciones, puedes encontrarte que en un punto vaya en una dirección, y cinco metros más allá en otra, finalmente opto por lo que me dice mi instinto y me sitúo a 100 metros del comedero, ligeramente elevado unos 20 metros y en mitad de una zona más clareada de monte, por si el bicho me diera la vuelta para coger el aire, tener alguna opción.

El monte comienza a apagarse, y las sombras se van difuminando en la oscuridad, del ocre pasamos al gris y el negro, son las 22:10, una corza hace acto de presencia en el comedero, deleitándose tranquilamente con el maíz, ajena a cualquier peligro, el animal tras unos minutos sigue sin detectar mi presencia, lo cual me tranquiliza en lo referente a los aires.

A las 22:30 oigo romper unas tejas de uralita, lo cual claramente me indica la dirección por la que se acerca un animal grande, todo marcha según lo había previsto, me va a entrar franco al comedero, esas tejas están a escasos veinte metros del mismo, por debajo de mí y a la izquierda, solamente los separa una alambrada que tiene un portillo, por el que creo se escurrirá.

Nada más lejos de la realidad, pasan unos cinco minutos y no vuelvo ni a oír ni a ver nada, la corza hace un rato que se ha ido, coincidiendo con el ruido de las tejas, las dudas me asaltan, encaro el rifle varias veces en dirección al comedero, por si con las jarillas se me hubiese colado, pero nada… De pronto oigo a unos cien metros por detrás y a mi izquierda el sonido de la alambrada. ¡Vaya! (exclamo para mis adentros), este pájaro sabe más de lo que pensaba, me va a entrar por detrás. Efectivamente, unos instantes después, a escasos 8-10 metros a mi izquierda y prácticamente sin hacer ruido, aparece la silueta del jabalí. Estaba completamente inmóvil, sin duda consciente de que allí, en mi presencia, había algo raro, distinto.

Sin pensarlo dos veces me encaro el rifle para disparar, y justo en ese preciso instante arranca a correr como alma que lleva el diablo, se me hace imposible meterlo en la cruz con los aumentos del visor, se me cuela por una gatera y se interna en lo más espeso del monte, momento en el que detiene su carrera y comienza a ventear, puedo escucharlo perfectamente, lo que tengo claro es que no me ha olido, a la izquierda de donde intuyo que se ha parado hay un pequeño claro de hierba seca, mi intuición me dice que saldrá por allí para intentar cogerme mejor el aire. Situaciones similares ya las he vivido en otras ocasiones, así que me encaro el rifle y apunto dirección al claro, con la tensión el rifle me pesa el doble, segundos interminables, hasta que veo su silueta llenando la campana de mi visor, intento centrar el tiro, pero no lo veo muy bien, las jaras de fondo camuflan su silueta, ahora o nunca, aprieto el gatillo de mi 270 Winchester, el estruendo sacude el monte, sinfonía para mis oídos, el animal se interna en el jaral en estampida, en unos segundos ya no escucho nada, por lo que decido esperar un poco antes de acercarme y comenzar a buscarlo.

La tarea de buscar un jabalí de noche en lo más espeso a veces puede ser poco prudente, desde luego no es tarea para hacerlo solo, así que llamo a mi amigo Matías que tarda poco tiempo en llegar, al acercarnos al tiro vemos que efectivamente hay sangre, la sangre lleva una trayectoria rectilínea por una trocha, observo en el rastro, que el animal se ha dado de bruces contra el suelo en al menos un par de ocasiones, avanzamos con la sangre unos 89 metros desde el lugar del impacto, tenemos la sensación de que el animal se ha levantado un par de veces por lo que decidimos dejar la búsqueda para el día siguiente, búsqueda que realizará mi amigo a primera hora, porque yo tengo que volver a Madrid.

Al día siguiente, las 8 de la mañana recibo la llamada de mi compañero y me dice que un poco más delante de donde dejamos el rastro de sangre, éste desaparece, que ha estado dando vueltas y que cree que el jabalí tal vez no fuese bien pegado y se ha ido lejos, que daba por concluida la búsqueda, le doy las gracias por todo e inmediatamente me pongo a buscar una solución, pues presumo de no dejar nunca un bicho sin cobrar en el monte o al menos de intentarlo, desgraciadamente antes tenía a Ney, extraordinario teckel que me resolvía estas cuestiones de manera muy efectiva, ahora no dispongo de perro de sangre adiestrado, pues tengo a Huella una cachorra de Baviera, pero aún tiene dos meses.

Me pongo en contacto con mi amigo Josito Solera, que tiene algún jagd terrier ducho en estos menesteres, pero desgraciada o afortunadamente, ese mismo día le van a vacunar contra el COVID, y no puede, aún así me dice que me va a poner en contacto con Jose Antonio Arriaga del Amo vicepresidente de AEPES y gran amigo suyo, que seguro me echarán una mano.

He de reconocer que en un primer momento me mostré un tanto escéptico, hasta que recibo la llamada de Jose Antonio, muy amable me dice que le dé los datos y coordenadas del lugar, hora del disparo y demás detalles que pudiera aportar, lo que hago de la forma más exhaustiva que puedo, me comenta que va a intentar buscar un equipo de rastreo cercano a la zona (150 km a la redonda) y a las dos horas se pone en contacto conmigo Luis Miguel de la Rubia Sacristán y me dice que se va a desplazar desde Mérida a buscarme el bicho, yo literalmente alucino, le paso el contacto de mi buen amigo Matías para que le lleve al lugar del tiro, me comenta que con la fresca a las 21 horas estará por allí.

Puntual como un clavo llega con su perra Kenia, sabuesa de Baviera de diez meses, en total han pasado 22 horas desde el disparo a una temperatura infernal en plena ola de calor.

Lo que a continuación voy a contar, es el relato de Luis Miguel sobre el trabajo de su perra y el cobro del animal:

«Comenzamos el rastro un poco más adelante del lugar del tiro, donde Matías había dado la última sangre, es una zona de pinos y jaras bastante altas y cerradas, la perra se va cargando de aire relativamente cerca de la vereda donde estaba la sangre.

Una vez en ella, la perra se coloca en posición de sentado, a mi orden comienza el rastreo, sigue por la vereda o trocha hasta el lugar donde se había perdido el rastro de sangre, una vez allí la perra da un par de vueltas y pega un giro de noventa grados a la izquierda, a pocos metros veo de nuevo una gota de sangre en una jara, lo que así le indico a Matías, sigue la perra el rastro hasta meterse en un arroyo muy cerrado, ahí ya no había nada de sangre, pero la perra seguía muy fija en el rastro, en un par de ocasiones levanta la cabeza para cargarse de aire y vuelve la nariz al suelo muy segura, continúa hasta una gatera en una alambrada y pasa por inercia, nada más pasar la perra va girando la cabeza hacia el otro lado de la valla, por dónde inicialmente veníamos.

Ella sola da la vuelta y vuelve a pasar la gatera y retoma el rastro, poco más adelante veo una gota de sangre en una piedra, inmediatamente Kenia vuelve a hacer un giro de noventa grados de forma inesperada hacia la derecha, a unos diez pasos hace otro giro de noventa grados hacia la izquierda, al llegar a una mata muy cerrada se mete la perra, vuelve a mí y se vuelve a meter, se asoma Matías y dice: «Ahí está el guarro». Felicito a la perra, muy contento con su trabajo».

A las 21:45 recibo la llamada de Luis, me comenta que el guarro ha sido recuperado a cuatrocientos metros, un machete de unos 70 kilogramos, me da los detalles del tiro (un poco bajo y trasero respecto del codillo) y del rastreo, en ese momento la ansiedad que me generaba no cobrar el animal desaparece y va pasando a ser una sensación de bienestar emocional por haber finalizado el lance de la manera más ética, como se debe exigir todo buen cazador que se precie, le profeso mi más sincero respeto y agradecimiento por su labor y sobre todo por el gran trabajo de KENIA, con mayúsculas, por supuesto, de la que me comenta que lleva ya nueve animales cobrados y alguno más cazado en su compañía.

Tras colgar el teléfono llamo a Matías, que ha quedado impactado con el trabajo de la perra, buenísima, según sus palabras, y lo dice alguien que ha cazado cientos de animales en estas sierras del centro sur peninsular, sobran las palabras…

Creo, estimados lectores, que la caza en España poco a poco está evolucionando, en este caso para bien, gracias a personas y asociaciones que de manera altruista hacen una grandísima labor, no solo cinegética, sino también pedagógica. Mi más sincero agradecimiento a Luis Miguel, Jose Antonio Arriaga y por supuesto a AEPES (Asociación española del perro de sangre).

Yo en particular me he llevado una grata sorpresa con ellos, de una profesionalidad y educación exquisitas.

Este artículo se lo dedico a la verdadera protagonista, pequeña rastreadora de ilusiones, Kenia, sabuesa bávara, que hace honor a su sangre y tradición y a la que espera un porvenir abrumador en estas lides cinegéticas, ¡va por ti!

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