A vueltas con el lobo
La reciente propuesta de prohibición de la caza del lobo ibérico es el mayor atropello cometido en los últimos años contra los ganaderos, cazadores y el mundo rural de gran parte de España, dictada la propuesta seguramente, por aquellos que jamás han vist
Se acaba de desatar una guerra sin cuartel en la que muchos ganaderos tendrán que optar por su supervivencia o la de un animal que con su caza generaba beneficios económicos en las zonas donde estaba autorizada y además paliaba en parte los daños a la ganadería.
Está claro que en la sociedad actual, con respecto al mundo rural, existe una confrontación entre dos realidades, la del urbanita que se cree salvador de la naturaleza desde su dispositivo móvil, y la de las gentes del campo que la sufren día a día, no es posible seguir legislando desde un despacho sin conocer el objeto sobre el que se legisla y mucho menos sus consecuencias.
En mi tierra, en Zamora, los lobos en estos últimos años generaban ingresos extras para los vecinos de las zonas rurales, amén de reducir los daños a algunos ganaderos con la extracción de ejemplares problemáticos.
El permiso para cazar un lobo oscilaba entre los 1500 y los 6000 euros, dependiendo de la zona y de las posibilidades de abatirlo, a esto habría que añadir los costes de estancia en hoteles, comida, pagos a la guardería etc… todo ese dinero de alguna manera repercutía en las zonas rurales. Esto hacía que la percepción de los lugareños sobre este animal era que de alguna manera generaba algún tipo de beneficio o ventaja que ahora, gracias a los iluminados de despacho, se tornará solo en inconvenientes.
Mucho me temo, conociendo a fondo el asunto del que hablo, que los guardaespaldas que antaño utilizaban para los políticos en los años negros del terrorismo en nuestro país, ahora se los van a tener que poner a los pobres lobos, porque una cosa es lo que pone una ley sobre el papel y otra es la soledad del monte, cuando un ganadero que lleva un arma al hombro se encuentra con un lobo y piense en sus animales muertos o heridos, en las dificultades para el cobro de las ayudas por daños y en el porvenir de su familia… el desenlace se lo pueden imaginar ustedes.
Me atrevo incluso a hacer la premonición, y espero sinceramente equivocarme, de que van a surgir redes de furtivismo que multiplicarán el valor de la especie en el mercado negro, redes destinadas a satisfacer el ego de algunas personas, lo que incrementará de alguna manera los costes para la administración, bien por guardería, operativos de cuerpos y fuerzas de seguridad y de costes judiciales, en otros lugares volverán los venenos, tan difíciles de controlar y que tanto daño hacen al conjunto de la fauna
¿Creen señores políticos-pseudoanimalistas que van a salvar al lobo con estas medidas? Ya les digo yo que no, todo lo contrario, lo que van a hacer es devolver a la especie a la edad oscura en la que el acervo popular lo denominaba alimaña, con las implicaciones que ello conlleva. La diferencia es que esto ocurre en unos tiempos donde abatirlos sin recato con supresores de sonido estará a la orden del día, mal que nos pese a muchos.
Esta estrategia diseñada ad hoc por un puñado de votos, carente por tanto de cualquier rigor científico, además de ingenuidad adolece poco, pues tiene doble rasero e intereses espurios, esperen a ver cómo a partir de ahora por cada lobo que aparezca muerto, algunos medios de comunicación, en su goebeliana forma de contar las cosas, «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad», se cebarán con el colectivo cazador, como por desgracia vienen haciendo en los últimos años, contribuyendo así a crear una cada vez peor imagen del colectivo ante la sociedad.
Voy a contar una anécdota que me ocurrió a mí personalmente y que refleja una gran verdad, podría de algún modo valer para dar a entender todo este embrollo en muy pocas palabras.
Hace unos años por tierras toledanas de la comarca de La Jara, me contó un paisano que un día acercándose a su finca de caza y labor, se encontró a unos señores que portaban «antenas y aparatos» y al preguntarles qué hacían dentro de su finca, estos le contestaron que estaban siguiendo un águila imperial radiomarcada. El buen hombre se quedó pensativo y les dijo: « Si quieren que esta águila, que se va a comer mis conejos, mis liebres y alguna que otra gallina esté por aquí el año que viene, lo tienen fácil, denme cien pesetas y se la cuidaré mejor que a mis hijos…». Creo que a buen entendedor pocas palabras bastan.
Ni las gentes del mundo rural, ni los cazadores, ni aún mucho menos el lobo, como especie emblemática, se merecen este desmán. Reflexionen señores, reflexionen o volveremos a ver las dantescas imágenes de cabezas de lobos en los carteles indicadores de las carreteras.
Suelo terminar mis artículos con agradecimientos pero esta vez lo voy a dedicar a todo lo contrario, quiero mostrar mi total desaprobación al Ministerio de Transición Ecológica y Medio Ambiente del PSOE, a los siempre bien regados con dinero público, Ascel, a los acomplejados de inferioridad de Marley, WWF y demás loboflautas, responsables últimos de este desmán.
P.D: Felix, que Dios nos pille confesados, y a tu querido lobo también.