Son los cumpleaños fechas de regocijo, por lo menos deben serlo; con las revistas también pasa lo mismo. Pero no siempre se viven igual esas fechas tan señaladas. Cuando uno es joven, piensa que todo está por hacer, por descubrir y pasa la onomástica entre risas y chanzas irreflexivas. Es cuando llegamos a los cuarenta, cuando nos damos cuenta que estamos dejando de ser jóvenes. Pero no será hasta la cincuentena, cuando caigamos en el cálculo de que nos hacemos viejos, lenta e inexorablemente.
Es en este tiempo en que, de forma similar al que ha alcanzado los cuarenta y tantos, nuestra publicación demuestra su madurez, signo claro del bien saber, de experiencia, de evidente capacidad para seguir liderando la opinión del sector. Desde su nacimiento Federcaza ha sido cronista de la actualidad cinegética, hoy tiene además como deber que su madurez exige, el de señalar el futuro, que no creo que tenga que ser tan oscuro o siniestro como desearían esos agoreros ecologistas de salón, urbanitas por definición, e incompletos por formación. Digo esto último recordando la definición que E. Coca hace del hombre de ciudad, señalándolo como un ser incompleto para la cosas agrestes. Por oposición, el de pueblo sí sería un ser completo porque todo lo que para la ciudad le es preciso, lo puede aprender. Cosa distinta será que el urbano de nacimiento pueda enraizar en lo rural, aunque raro no es imposible, pero muchos esquejes se pierden en el intento. Así lo creo yo también.
Hacia una reconocible dignidad
Un futuro distinto a lo que solemos atisbar se me ha revelado el pasado dos de octubre en Compostela. Allí ha tenido lugar Observatorio Cinegético, magníficamente organizado por las federaciones, española y gallega. La asistencia nutridísima; más de doscientos representantes del sector de la caza, administración, sindicatos agrarios, técnicos, veterinarios, juristas, aseguradoras y grupos ambientalistas tan serios como puede ser la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente.
Ha sido la intervención de esta fundación, concretamente la de su representante, Oscar L. Prada, una de las que más interés despertó entre el público asistente y sobre todo en mi. El reconocer, por parte de un grupo ambientalista tan contrastado, que la caza es un elemento esencial en la gestión de las cargas y sobrecargas que soporta nuestro medio natural, supone ciertamente una luz a seguir por parte de bastantes formaciones pseudoecologistas, de discurso rancio, intolerante y atascado en el pasado.
Coincidió Oscar Prada con el análisis de José Luis Garrido, pues al tiempo que el primero habló de que,
«en un futuro muy próximo, la sociedad habrá de realizar a los cazadores pagos por servicios ambientales», el segundo ratificó lo rubricado por su pluma recientemente en Federcaza, esto es:
Que de seguir a la baja el número de cazadores y en alza el número de especies salvajes susceptibles de producir daños, el Estado se verá en la obligación de subvencionarnos cuando menos; cuando más, tendrá que crear el
Real Cuerpo de Cazadores de España y profesionalizarnos, pues sin la concurrencia de esta actividad hoy lúdica, mañana veremos… no se podrá cultivar en el futuro un ápice de terreno agrícola ante la proliferación de las especies que son objeto actualmente de nuestra actividad venatoria. Les parecerá esto una broma pero de broma nada, es simple estadística, es una cuestión demográfica, económica y nada más.
Problemática de daños
Las muchas y buenas intervenciones, dejaron de manifiesto que, aparte de regular cuestiones normativas con más claridad, el Estado no debe permitir la perversión de la ley actual. Nuestros gobernantes deberán admitir de forma inmediata que, ante una discrepancia en una tasación de daños, ambas partes damnificado y presunto responsable, puedan competir en igualdad de armas ante la justicia.
Desde la irrupción de Agroseguro, lo que antes quedaba muchas veces en un acuerdo amistoso entre dañado y sociedad de caza, hoy como el dañado cobra inmediatamente de Agroseguro, la denuncia se pone siempre. Esto ocurre casi un año después por culpa de la normal dilación del proceso. Es entonces cuando el supuesto daño ya no es peritable por la defensa, puesto que a esas alturas la cosecha teóricamente dañada, ya no existe.
Se ha planteado una solución lógica que sería el remedo de la normativa de Baleares que, establece un peritaje de daños inmediato en el cual se personan tres partes: el dañado, el supuesto responsable y la administración.
La caza, una actividad de inetrés social
Como pauta final a seguir, se ha puesto la pelota en el tejado de la capacidad de gestión de la Federación, quien cuenta de forma tácita con un nuevo requerimiento por parte de la caza social. La encomienda, a modo de resumen, está en que nuestros representantes sean capaces a conseguir de nuestro Estado de Derecho, la declaración explícita del reconocimiento de la caza como una actividad de interés social, pues sin ella la economía agraria se derrumbaría. No existiría elemento nivelador de las cada vez más abundantes poblaciones salvajes causantes de tantos daños a la agricultura, a la seguridad vial y a la sanidad ganadera.
Como decía José Luis Garrido…
«La caza, de no existir, tendrían que inventarla». Yo digo que, si algunos poltroneros políticos no se lo creen, podríamos hacer, solo un año, huelga de escopetas caídas y después de tantos daños, ya veríamos como podrían ser capaces de cuadrar el dichoso déficit. Sería entonces cuando se diesen cuenta de que somos absolutamente necesarios para garantizar la tan manida sostenibilidad.
Tiempo al tiempo, y nosotros a lo nuestro, sin complejos y con orgullo de quienes nos sabemos amantes de las sierras y de sus criaturas. Enraizados estamos a la tierra al igual que ellas; nuestras presas, a las que amamos y cazamos, claro que sí.
Publicado en el número de diciembre de Federcaza