Codornices
Mi diagnóstico es que esta temporada va a ser excepcional para la codorniz. Se presenta una cosecha especial; las cebadas están con las carreras de granos completas y más granadas que nunca. Los panes —como se llama al cereal en muchos pueblos de Castilla— están que revientan. Dicen los veteranos que la caza y la cosecha van paralelas en resultados.
Hace 10 años hubo una cosecha parecida y la presencia de codornices fue en 1997 muy singular; coincidían todos los codorniceros y técnicos que había sido la mejor temporada desde el mítico año de 1964. Estas son las buenas perspectivas que se presentan este año cuando escribo ?mediados de junio? pero, como muy bien conocen los cazadores, con la codorniz no se pueden atar cabos porque hay múltiples variables que inciden en el éxito final. La codorniz (Coturnix, coturnix) es una especie de caza tan antigua como el hombre. En la Biblia ya se la cita: «Dile a los hijos de Israel que entre dos luces comerán carne. Y sucedió, que a la tarde subieron codornices que cubrieron el campamento» (EXODO 16.12.13). Hay referencias en El libro de los Muertos de los Egipcios, y otros textos. Más tarde Plinio, almirante y naturalista de la flota romana, escribió hace 2000 años que había observado que en sus movimientos migratorios, atravesando el Mediterráneo, los cambios de ábrego a cierzo y viceversa, tiraban a las codornices al mar y con algo más de suerte a los mástiles de sus embarcaciones. Hace 400 años en El Arte de la Ballestería, se describía la forma de cazarlas con reclamo y redejón o trasmallo. A pesar de las citas históricas sabemos muy poco sobre ella, porque de las migratorias nadie se había preocupado y nosotros únicamente para cazarlas sin mucho control. Tratamos a las migratorias sin duelo porque aunque vienen todos los años, no nos parecen propias del coto. Para satisfacción de todos, las cosas han cambiado por nuestra parte. Los cazadores españoles, a través de la Federación, llevamos ya unos años haciendo estudios de las poblaciones de codorniz a través de censos y anillamientos desde que entran por Cádiz. Estamos anillando en las 23 provincias españolas de mayor raigambre codornicera, con un proyecto patrocinado por la RFEC desde el año 2002. Para muchos cazadores, el manejo sostenible de la codorniz nos parece imprescindible dada la enjundia de esta pequeña gallinácea. Estamos hablando de una de las especies que mueve más jornadas cinegéticas, pues su caza es propicia tanto para veteranos, porque no requiere gran esfuerzo, como para noveles, porque la sencillez de su caza invita a iniciarse con ella. La codorniz emigra a primeros de marzo desde África hacia Europa y Asia por tres rutas: a través del mar Rojo y la Península Arábiga, saltando el Mediterráneo por Italia y por el Estrecho de Gibraltar hacia España. Unas 450.000 parejas se quedan cada año en España para hacer de una a tres nidadas por temporada, que se traducen en un millón largo de capturas, con fluctuaciones de hasta el 25% entre unos años y otros. Más del 50% se cazan en Castilla y León, seguida por Aragón, Cataluña, Castilla la Mancha y Andalucía, en ese orden. La codorniz pone 12 huevos que incuba en 18 días, con una tasa de eclosión de hasta el 90%. Los pollos vuelan a los 9 días y perfectamente a las tres semanas. A las cinco semanas se emancipan de la madre y a las ocho semanas se consideran adultos y aptos para la reproducción, resolviendo una nidada, incluso en el mismo año de su nacimiento. Gracias a que se trata de una especie tan prolífica, la codorniz no está sufriendo ningún declive poblacional en España, ni la caza comporta en términos globales un descenso de las poblaciones de codorniz, a tenor de los datos que se manejan en el “Libro Rojo de las Aves de España”. Otra cosa es la impresión que tenemos los cazadores. Es cierto que hace cuarenta o cincuenta años había cazadores que pueden hablar de perchas de hasta cien codornices, pero no es menos cierto que en 1960 éramos menos de 300.000 cazadores y actualmente somos 1.000.000 cazadores aproximadamente, o sea, casi cuatro veces más; por lo cual, aunque se cacen las mismas codornices, la sensación de percha es de la cuarta parte. Además, en aquellos tiempos, muchos cazadores no tiraban un tiro a una codorniz porque valía más el cartucho que el pájaro y los que no tenían agobios económicos se ponían las botas. Pero no es en la caza donde la codorniz tiene el peligro. Esta especie oportunista y estratega de la r, que ha adaptado su ciclo vital a la explotación del cereal, se encuentra con una agricultura totalmente agresiva que primero rocía los campos de herbicidas y otros fitosanitarios, después cosecha cereal de ciclo corto quince días antes de lo históricamente habitual, con máquinas muy rápidas de corte ancho, que lo hacen en una semana; además, trabajan de noche y al día siguiente recogen la paja con empacadoras de alta velocidad, para acto seguido meter las ovejas y si el campo lo permite, proceder a la quema del rastrojo y al arado de la parcela. Desollado el campo, la codorniz emigra esa misma noche buscando el refugio adecuado y nos queda a los cazadores, que las habíamos localizado unos días antes, con tres palmos de narices. Menos mal…