Pulpos y bonito en un mar de asesinatos

Cuando el pescador de agua salada, que no lobo de mar, llega desde la pesca de río con normativas de SIN MUERTE o CAPTURA Y SUELTA para iniciarse en su pesca, tarda en darse cuenta de los problemas a los que tendrá que enfrentarse. Y hago esa primera adve


Y si de problemas hablamos, comenzaremos con el equipo. De poco o nada nos servirán nuestras antiguas cañas y carretes, tal vez daremos algo de uso al viejo impermeable o las botas de agua, el resto habrá que cambiarlo todo y realizar una nueva inversión. Pero si no nos conformamos con la pesca desde playa o muelle y queremos algo más, los gastos se disparan.

Con la ilusión llega la gran inversión, un barco, por supuesto a la medida de cada uno, y ahí comienza la carrera y vemos como se agotan nuestros ahorros. Plaza en una marina, gasolina, mantenimiento y un largo etc. que comienza incluso antes del propio barco, el título, algo así como el carnet de conducir.

Me reservo, por vergüenza, el miedo y el trabajo que cuesta hacerse a la mar para pescar, y aún más tratar de pescar en aguas tan abundantes y sin referencias, en las que las corrientes, el viento y la inexperiencia te llevan a pensar en aquello de que cuando se compra un barco hay dos días felices, el que lo compras y el que lo vendes.

Y es que la pesca en la mar se ha convertido en un sálvese quien pueda, o que pesque el que más cara dura le eche. Mezclando churras con merinas, barcos de gran tonelaje con pescadores deportivos, redes kilométricas con cañas con dos anzuelos, profesionales con aficionados y para colmo de todo esto, se oye una voz que anuncia a la prensa que la falta de pescado es culpa de cuatro aficionados que caña en mano, barco de seis metros con una autonomía de no más de catorce - quince millas y guardando fielmente la legislación vigente pescando el pulpo. Pero no solo se culpa al pescador recreativo de exterminar el cefalópodo, la costera del bonito se termina. No viene mal recordad la frase de José Manso:

«Parece que esto va a durar poco. Lo que empezó hace un par de años y no dábamos crédito parece que se va a perpetuar en el tiempo. Una tarta llamada ‘cupo’ de la que libremente puede comer cada barco hasta que se acabe, es siempre favorable a los grandes armadores del este y que en cambio cierra para todos por igual, incluidos los deportivos».

El pescador deportivo, recreativo, marítimo, lleva todas las cartas para perder la partida y se ve obligado a quedarse en casa. Es el culpable de la caída de las capturas. Así están las cosas, al menos en mi tierriña de Galicia.

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